¿Qué paso el 2021 y el 2022 con los bosques y ecosistemas no boscosos en Bolivia y qué explica el boom de la deforestación y conversión[1] alcanzados estos últimos años?
A continuación, un punteo de algunos hechos esenciales y explicaciones que son necesarios conocer sobre la deforestación y conversión de ecosistemas no boscosos en Bolivia. Las estimaciones de la deforestación y conversión presentados se basan sobre la nueva plataforma de Mapbiomas para Bolivia que provee los datos más actualizados y fidedignos para Bolivia.
Mapbiomas es una plataforma de acceso de datos de información de cambio de uso de suelo. MapBiomas Bolivia es una iniciativa de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) y fue creada en conjunto con la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG).
¿Qué paso?
El 2021, la deforestación y conversión en Bolivia alcanzó niveles históricos. En todo el país se perdieron 380.249 hectáreas (ha) de bosque y 259.002 ha de ecosistemas no boscosos. En otras palabras, se perdieron cerca de 639.251 ha de naturaleza, el equivalente a una sexta parte de la superficie del departamento de Tarija. La deforestación y conversión aumentó año tras año desde 2016 (con 279.158 ha) y desde el 2019 (con 442.188 ha) alcanza cada año un récord histórico. La deforestación y conversión ocurrida el 2021 representa el 33,4% de la consumada en conjunto los cinco años previos. El 2022, la tendencia sigue su curso y ya se sabe de forma preliminar que hemos perdido 429.000 ha de bosque, alcanzando prácticamente el nivel récord del 2019.
¿Dónde ocurrió?
El boom de la deforestación, como en anteriores años, se concentró, en su mayoría, en algunos municipios de la Chiquitania y —hecho novedoso— fue muy alta en el Chaco, donde se perdieron 121.024 ha de bosque, justo por debajo de su récord histórico. Más aun, la mayoría de la deforestación ocurrió sorprendentemente en solo 5 municipios del país, encabezada por San Ignacio de Velasco con 63.360 ha y finalizada por Charagua con 30.469 ha. En ese último municipio la deforestación está vinculada, en su gran mayoría, a la ganadería que se desarrolla en nuevas colonias menonitas. En la medida que Charagua, es la primera autonomía indígena municipal de Bolivia, se trata de un hecho paradójico que por sí solo llama a la reflexión sobre la narrativa preponderante de los pueblos indígenas como ‘’buenos guardianas del bosque’’ y que obvia las asimétricas relaciones de poder entre los actores locales. En el norte Chiquitano, la deforestación asociada a la ganadería prevalece y se concentra en San Ignacio de Velazco (63.360 ha), San Rafael (30.492 ha) y San Miguel de Velasco (47.046 ha). En este último municipio, una parte importante de la deforestación reportada no se debe a cambios de uso de suelos, pero a una degradación del bosque severa que reduce la cobertura boscosa a niveles inferiores al 30% del área y, por ende, genera un aumento de área de ecosistemas naturales no boscosa. A eso se suma en el este San José de Chiquitos (47.134 ha) motor de la más reciente expansión soyera. En cuanto a la conversión de ecosistemas no boscosos, se concentra en el Beni y casi el 50% de aquella ocurrió, principalmente para la expansión ganadera, en los municipios de San Ramon (42.884 ha), San Andrés (30.655 ha), Santa Ana de Yacuma (20.372 ha) y San Joaquín (14 565 ha).
¿Por qué nos estamos enterando de esto solo ahora?
La Autoridad de Bosques y Tierra (ABT), la fuente de información oficial en Bolivia, indica que en estos últimos años la deforestación continuamente ha disminuido, pasando de 278.938 ha en el 2018 a 267.578 ha en el 2021. Esta tendencia, contradictoria con las demás fuentes Mapbiomas y Global Forest Watch, apoya a la tesis gubernamental de que la lucha contra la deforestación está siendo exitosa. Sin embargo, el mismo gobierno no usa sus propios datos en sus reportes ante instancias internacionales.
¿Quiénes son los responsables?
Aunque no se tiene información de todos los sitios donde ocurre la deforestación, existe suficiente evidencia para acertar de que aquella ocurre en su mayoría en propiedades privadas a manos de empresas e individuos nacionales y extranjeros, destacadamente brasileros y argentinos y en colonias menonitas. Se trata de los actores que están excluidos de la dotación de tierra fiscal y, por lo tanto, para expandirse proceden entre otros a recomprar tierra en particular campesina o intercultural y/o avasallan tierra fiscal y/o despojan territorios indígenas. Desde luego, existe también, en menor escala, deforestación realizada en tierras comunitarias por actores campesinos o indígenas, en ambos casos, principalmente para la ganadería, producción de monocultivos industriales. En cuanto a los menonitas, últimamente han sido protagonistas de casos de deforestación que han sido bastante visibilizados en medios. Pese a que se trata de una población bastante reducida en Bolivia, los menonitas se encuentran en plena expansión, particularmente en los frentes de deforestación, con el establecimiento de nuevas colonias.
¿Para qué se desmonta?
En gran medida para la producción de carne, ya sea para el establecimiento de pasturas ganaderas o para la producción de cultivos, principalmente destinados a la alimentación de ganadería bovina, avícola o porcina. La ganadería es la principal actividad realizada en áreas deforestadas y convertidas y en el 2021, ocupo el 48 % de dichas áreas. El restante 37 % es destinado a producción agrícola y ganadera que no permite desagregarla mediante análisis de sistema de información geográfico. Solo el 15 % restante es exclusivamente destinado a la agricultura, y el principal cultivo es soya. En los últimos cinco años, 11% de la deforestación del Chaco y Amazonia se realizó para la producción de soya. Igualmente existe deforestación que se realiza para la producción de caña de azúcar, sorgo, maíz y girasol, pero no se tiene información respecto al peso que ocupan en la deforestación y conversión. También existe a escala muy reducida deforestación asociada a la producción de coca, además de transformación en laboratorios, particularmente en Áreas Protegidas y Territorios Indígenas, y cuyo impacto social y ambiental es muy alto. Sin embargo, es importante recalcar que dada las superficies de producción de coca ilegal estimadas cada año en el país, la proporción de la deforestación asociada a la producción de coca no es significativa.
En conclusión, la deforestación y conversión en Bolivia está alcanzando niveles nunca antes vistos y nos lleva a varias preguntas. ¿Por qué se está incrementando de esta forma? ¿Cuáles son los negocios detrás de esta expansión? ¿De dónde vienen los fondos que lo financian? ¿Cómo operan y quienes son los actores que están involucrados?
El 2021, la deforestación y conversión en Bolivia alcanzó niveles históricos. En todo el país se perdieron 380.249 hectáreas (ha) de bosque y 259.002 ha de ecosistemas no boscosos. En otras palabras, se perdieron cerca de 639 251 ha de naturaleza.
[1]El concepto de conversión se refiere a la transformación del uso de suelos de ecosistemas no boscosos. Es importante tomarlos en cuenta a la hora de hacer el balance de la deforestación que se limita a la perdida de áreas boscosas. La deforestación por definición excluye áreas con una cobertura boscosa de menos del 30% de su superficie. Aquellas son típicamente ecosistemas como sabanas o pantanos que no tienen coberturas de boscosas o también pueden ser bosques degradados, que pierden su calidad de bosque, principalmente por incendios repetidos y/o los efectos del cambio climático. En este artículo, se tratará —en la medida de la disponibilidad de información— de incluir datos de la conversión de ecosistemas boscosos y no solo de la pérdida de bosques.