
Los incendios forestales en 2024 que consumieron millones de bosques nativos, dejaron a muchos pueblos de Riberalta en la Amazonía boliviana sin agua para beber, ni para cultivar y sin ríos donde pescar. Más de 50 familias tuvieron que desplazarse para no morir de sed. Las quemas y la deforestación para expandir la frontera agrícola y las políticas públicas que las estimulan son responsables de la disrupción extrema del ciclo hídrico. Sin árboles, sufre la capa vegetal ni hay recarga de los acuíferos y con ellos viene la sequía extrema y las inundaciones.
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