El pasado miércoles 23 de agosto, Trase supply chain, una organización de investigación británica lanzo su herramienta de mapeo de las cadenas de valor de soya boliviana y su deforestación asociada: El 2020 y 2021, el “grano de oro” ha sido el culpable de la deforestación de 182.700 hectáreas de bosque, una extensión que equivale a un poco más que todo el municipio de Santa Cruz de la Sierra. Además, dicho estudio revela que la soya boliviana es la que más deforestación genera en la región, ya que, en el 2021, por cada 1000 toneladas producidas, causó 31,8 hectáreas de deforestación, es decir, cinco veces más que en Paraguay, siete veces más que en Brasil y 30 veces más que en Argentina.
La herramienta que Trase supply chain acaba de lanzar, es sumamente importante, dado que la soya es, sin lugar a dudas, el primer cultivo responsable de la deforestación en Bolivia, eso, pese a que los representantes del sector soyero, ANAPO en particular, repitan una y otra vez en foros públicos o privados de que no son responsable de ninguna forma de la deforestación en el país y que los que dicen lo contrario son activistas mal intencionados que no se basan en ciencia.
Según los datos que maneja Trase supply chain y que se basan sobre el mapeo anual, remoto y con visitas en campo de los cultivos de soya en toda América Latina, realizado por la universidad de Maryland, el sector soyero en estos últimos años de deforestación récord en Bolivia, 2020-2021, ha sido responsable del 18% de la deforestación anual. Dicha estimación está en línea con otras investigaciones científicas que aseveran que entre 2001 y 2016, el 18.8% de la deforestación que afecto la Chiquitania fue generada para el cultivo de soya, lo cual hace que la Chiquitania es el bioma más afectado por deforestación de soya en el mundo. En todo caso, dichas estimaciones contrastan bastante con las aseveraciones, sin fundamento, que hace el sector de no generar deforestación de ninguna forma.
Efectivamente, las posiciones que asume ANAPO, no son técnicamente o científicamente fundadas, de hecho, en este caso, los cientos de permisos de desmontes autorizados presentados por soyeros cada año, son la mayor evidencia de aquello. Es más, las mismas empresas del sector, son lo suficientemente francas para admitir de que se suministran de soya de áreas que han sido recientemente deforestadas. Por ejemplo, Cargill, en su reporte 2022, admite que tan solo el 78% de su suministro de soya en Bolivia, proviene de zonas que no han sido deforestadas recientemente.
El argumento falacioso de la ANAPO, se basa sobre el hecho de que la superficie total de soya en el país, y con ella la producción, crece en proporciones muy chicas en estos últimos años y que la producción soyera permanece con rendimientos extremadamente bajos en comparado a otros países. Sin embargo, eso nos indica un fenómeno aún más preocupante, que es el abandono y recambio de tierras soyera a otros fines, que se debe al abandono de tierras cultivadas por soya, por una disminución en su fertilidad. Como lo indica Fundación Amigos de la Naturaleza en análisis preliminares, el 20% de la producción de soya anual es nueva y el 13% se realiza en predios recientemente habilitados. En otras palabras, la superficie total de soya no crece tanto, porque cada año extensiones amplias de tierras donde se producía soya son abandonadas para otros usos.
Respecto a la perdida de fertilidad de los suelos donde se cultiva la soya, como lo admiten en los reportes del mismo sector soyero, menos del 22% de los cultivos de soya usan fertilizante. Aquello pese a que el uso de fertilizante en la producción de monocultivos intensivos, como la soya, es una buena práctica reconocida por el sector. Desde luego, no hay suelo cuya fertilidad aguante una producción intensiva basada exclusivamente en sus nutrientes. El uso de fertilizante en un sistema de producción intensivo de monocultivo es esencial para conseguir buenos rendimientos y evitar la degradación de suelos y, por ende. El no usar fertilizante implica que para conseguir buenos rendimientos se tenga que recurrir a la expansión y desmonte sobre nuevas tierras, forestales, o dicho en otras palabras mayor deforestación.
Ahí es donde reside el detalle, el sector soyero, no es simplemente negligente en términos de acatar las buenas prácticas para la producción de soya que el mismo establece. De lo contrario, está altamente tecnificado y la expansión extensiva en vez de intensiva de la soya cumple un propósito en su modelo de negocios: el de acaparar tierra forestal, desmontar el bosque, y ya sea revenderla para fines especulativos o de usarla como garantía financiera para préstamos extremadamente beneficiosos. En otras palabras, en gran medida, el negocio de la soya, es el negocio de la especulación y mercantilización de la tierra y no la de ‘’producir alimentos’’. En el sector de la soya, las altísimas ganancias del negocio de la tierra son vox populi y justifican su expansión, pese a generar rendimientos productivos tan bajos y una degradación de los suelos tan alta.
Ahora, evidentemente, el negocio de la tierra forestal, no es exclusivo al sector soyero, pero también al ganadero, y de otros cultivos, como sorgo, caña de azúcar y maíz. Sin embargo, la facilidad con la que se consigue préstamos en condiciones muy favorables, explican por qué la soya, a diferencia de otros cultivos, es preferida para avanzar sobre la frontera forestal. Es más, según datos oficiales, el sector de las oleaginosas, principalmente soya en Bolivia, tenia un total de 1.368 millones de dólares en préstamos acumulados en el 2023, un poco más del 5% de la cartera de créditos bancarios del país. Eso es bastante para el sector, dado que equivale a USD 782 de crédito bancario por cada hectárea de oleaginosas cosechada. Para ponerlo en perspectiva, el día de hoy la soya en Bolivia genera un poco más de 2 toneladas por hectárea y el precio internacional de la soya ronda en los USD 600, en otras palabras, por un poco más de USD 1200 de ventas de soya por hectárea, se tiene más o menos USD 782 de crédito,
Según los datos que maneja Trase supply chain, realizados por la universidad de Maryland, el sector soyero en estos últimos años de deforestación récord en Bolivia, 2020-2021, ha sido responsable del 18% de la deforestación anual.
Volviendo a los hallazgos de Trase, las estimaciones que arrojan sobre la deforestación asociadas al suministro de soya de las mayores empresas exportadoras de soya del país, son muy reveladoras. Entre 2020 y 2021 se estima que el suministro de tan solo siete empresas estaba asociado a 90.265 hectáreas deforestación, notablemente Gravetal (37 600 ha), Hugo Spechar (11 320 ha), Industrias Oleaginosas (11 240 ha), Cargill (10 655 ha), Sociedad Agroindustrial (10 310 ha), Industrias de Aceite (9 140 ha). En otras palabras, unas cuantas empresas soyeras tienen una gran responsabilidad sobre la deforestación del país.
Evidentemente, esas empresas no son las que deforestan, sino, son las que se suministran de soya producida en zonas recientemente deforestadas. Sin embargo, no se salvan de responsabilidad, dado que la localización de sus infraestructuras de transformación y almacenamiento hacen que sea económicamente conveniente producir soya a cercanía de aquellas, y desmontar los bosques aledaños. En zonas donde no hay dichas infraestructuras, no es la soya la que ocupa zonas recientemente deforestadas. Igualmente existen mecanismos de trazabilidad de la soya, que junto a requisitos denominados de debida diligencias, como el presentar permisos de desmonte por predio soyero, permitirían a dichas empresas de verificar que se suministren soya de zonas que no han sido recientemente deforestadas.
Para colmo, un sistema de trazabilidad con dichos requisitos, e incluso con verificación en campo y otros elementos que lo harían más robustos, costaría menos de 1% de su producción y transporte. En el caso boliviano, podría ser aún más barato en la medida que la producción de soya está altamente concentrada en unos cuantos productores y existen rendimientos de escala. Por ejemplo, Cargill, que es la única empresa global que participa del sector soyero boliviano, indica en su reporte 2022 que se suministra tan solo de 200 proveedores, lo que simplifica mucho el establecimiento de un sistema de trazabilidad. Sin embargo, si no se reconoce la responsabilidad que tienen las empresas exportadoras de soya en términos de deforestación, es muy posible que nunca tomen las medidas necesarias para evitarlo y el esfuerzo de Trase es, por lo tanto, muy valioso en ese sentido. El tiempo de negar las responsabilidades que tiene el sector soyero sobre la deforestación a concluido es insostenible.
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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Nómadas.
Sobre el autor
Stasiek Czaplicki Cabezas
Economista ambiental, enfocado en cadenas de valor y corporaciones con más de 10 años de expertise. Investigador y activista boliviano por los bosques con experiencia en ongs nacionales, organismos multilaterales y think thanks globales (WWF, FAO, Climate Focus, CIPCA).