
Hoy, 10 de mayo, celebramos el Día del periodista boliviano. Pero más que una conmemoración, esta fecha nos llama a reflexionar sobre el lugar que ocupa hoy el periodismo en un mundo profundamente alterado por crisis multiples e interdependientes. En un tiempo marcado por la emergencia climática, la pérdida acelerada de biodiversidad, los incendios forestales sin control, la escasez de agua y el desmonte voraz, ejercer el periodismo sin mirar la crisis ecologica es quedarse ciego ante la historia.
El periodismo del presente —y del futuro inmediato— no puede ser ajeno a la destrucción del planeta. No puede hablar de desarrollo sin cuestionar qué tipo de desarrollo queremos y a qué costo se sostiene. No se puede escribir sobre economía sin analizar los impactos del extractivismo a cualquier costo. Tampoco se puede ignorar la necesidad de preguntarse de dónde sale el dinero que deforesta los bosques, quién financia el avance del agronegocio sobre áreas protegidas, y cómo se arma el negocio que provocan los incendios forestales, donde unos pocos se hacen ricos con el fuego mientras millones pierden biodiversidad, salud y territorio. Hay que investigar el dinero detrás de la ceniza: el que promueve el acaparamiento de tierras, la especulación inmobiliaria rural, la expansión de monocultivos en suelos arrasados. La economía no es neutral: tiene huella ecológica y tiene responsables.
Tampoco se puede informar sobre salud sin reconocer que la degradación ambiental es ya uno de los principales determinantes de enfermedades: desde la calidad del aire que respiramos hasta el agua que bebemos y los alimentos que llegan a nuestra mesa. La contaminación de fuentes hídricas, la malnutrición y la pérdida de medicinas tradicionales por la destrucción de ecosistemas son apenas algunas señales de alerta que muchos prefieren ignorar. Hablar de educación sin incluir la alfabetización ecológica es formar generaciones incapaces de responder a la urgencia de su tiempo. Escribir sobre cultura y sociedad sin considerar cómo los pueblos originarios defienden, desde hace siglos, una visión de equilibrio con la naturaleza, es reproducir una visión fragmentada del mundo. Incluso el periodismo de ciencia y tecnología debe hacerse cargo de las preguntas éticas y ambientales que trae cada innovación. Lo que está en juego no es solo el presente: es el futuro compartido.

Por eso, desde Revista Nómadas, reafirmamos hoy más que nunca nuestro compromiso con un periodismo que incomode, que cuestione, que ilumine los rincones donde se pretende esconder la verdad. Un periodismo que narre desde el territorio, que se meta en el barro, que escuche a las comunidades y que no les dé la espalda cuando se apagan los reflectores. Nuestro enfoque es claro: hacer periodismo de investigación para la incidencia, con rigor, con sensibilidad y con una profunda conciencia ecológica y social.
Contar el monte desde dentro, documentar la lucha de los pueblos indígenas, denunciar el desmonte ilegal, visibilizar las consecuencias del cambio climático, exponer los pactos entre poder político y económico que arrasan con los bienes comunes: esas son nuestras trincheras narrativas. Frente a las narrativas oficiales o hegemónicas que suelen maquillar la crisis o reducirla a cifras, el periodismo ambiental debe construir relato, contexto y memoria. Porque sin memoria no hay justicia, y sin justicia, no hay paz posible.
Hoy más que nunca, el periodismo necesita valentía, y esa valentía se ejerce también en los temas que elegimos cubrir. Hacerle seguimiento a una carretera que fragmenta un bosque. Contar la historia detrás de una comunidad desplazada. Darle rostro humano al colapso hídrico. Traducir la ciencia ambiental sin perder precisión ni empatía. Apostar por una cobertura interseccional, donde la defensa del ambiente esté unida a la lucha por los derechos humanos, por la equidad y por la vida digna.
A todas y todos quienes creen en este tipo de periodismo, feliz día. No será fácil, pero nunca fue más urgente. Desde Revista Nómadas, seguiremos caminando con los pies en el territorio, la mirada crítica, y la palabra al servicio de la verdad y la esperanza.
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