
Conversamos con Mariana Soriano, una activista por la salud menstrual en Bolivia para entender más sobre lo que implica transmitir esta información tan significativa y que tiene el poder de transformar las vidas de niñas y jóvenes en nuestro país. Mariana ha trabajado como voluntaria con la Fundación Yawar, que significa sangre en aymara.
Soriano se dedica a trabajar por la salud y dignidad menstrual en Bolivia. Han trabajado en casi todos los departamentos del país, con un enfoque en áreas rurales y poblaciones en alto riesgo social. “Mis compañeras en La Paz han estado por ejemplo recientemente trabajando en el penal de mujeres, desde el 2023 intermitentemente también en Palmasola. Y bueno en años anteriores, yo también he trabajado como educadora sexual en Palmasola. Pero principalmente hoy en día me dedico a este trabajo de forma independiente”, cuenta con énfasis.
P. ¿Cómo comenzó tu trayectoria con el trabajo de la salud sexual?
R. Hace 11 años comencé trabajando en el acceso a la salud con comunidades indígenas y campesinas. Más o menos al quinto año de trabajo me di cuenta de que me faltaba algo. Quería hacer un acercamiento más directo a las mujeres y tocar temas que nos afectan. Por experiencias personales, me di cuenta que el tema de la sexualidad era un tema que estaba muy abandonado. Por un camino personal, empecé a formarme, primero con una formación en tantra. Cuando la terminé, me dije a mi misma este es el camino pero como yo venía trabajando principalmente en el ámbito institucional, no podía abordarlo desde ese lugar específicamente. Entonces entré a una academia mexicana llamada Amssac y me formé como educadora sexual y paralelamente con una academia española como educadora menstrual. Ahí hice un cambio en mi carrera profesional y empecé a dedicarme a ese rubro. Primero a coordinar pequeños proyectos sobre educación sexual, luego cosas más grandes y llegó un punto que solté la parte más institucional. Todavía en Bolivia hay pocos espacios de formación, pero por ejemplo en Yawar ya hemos sacado un curso este año avalado por el San Simón: Estigma menstrual y el impacto que tiene sobre los derechos humanos.
P. ¿Podrías explicarme un poco sobre la diferencia entre una educadora sexual y una educadora menstrual?
R. La principal diferencia es que la vivencia de la ciclicidad menstrual ovulatoria históricamente ha estado totalmente olvidada porque es un gran tabú. Nuestra sexualidad es un gran tabú y dentro de la educación sexual se deja de lado la salud menstrual. A pesar que esta última tiene un impacto a lo largo de nuestra vida como mujeres, no es únicamente en el momento que menstruamos, sino que son casi 40 años de nuestra vida que estamos viviendo esta ciclicidad y vivimos en una sociedad que no entiende la ciclicidad, que la invisibiliza y eso tiene un enorme impacto en la salud física, mental, social y económica. Es un tema hasta de justicia social porque hasta que esto no se incluya como parte de nuestros derechos, se está invisibilizando una parte central de nuestra integridad humana. Yo por esto quería especializarme en la salud menstrual. Nunca he dejado de formarme, ahora mismo por ejemplo estoy en mi segundo año de formación en estudios menstruales contemporáneos, que es una formación de investigación académica, ya que es un ámbito al que me gustaría entrar poco a poco porque hago mucho trabajo en campo, pero hay muy poco escrito.
P. Es muy interesante que menciones la ciclicidad porque hoy en día se ha visto -especialmente desde la pandemia- más mujeres buscando la flexibilidad en el aspecto laboral, una flexibilidad que se adapte más a estos ciclos que tenemos como mujeres a lo largo del mes y a lo largo de la vida también. ¿Estos aspectos los unes en tus talleres?
R. Para mí no hay uno sin el otro, es como una misión que tengo hablar y devolver el concepto de ciclicidad porque vivimos en un sistema que busca mantenernos en una linealidad que no es natural para nosotras y no solo para nosotras, no es natural y compatible con los ciclos de la misma naturaleza. La madre tierra tiene ciclos y necesita recuperarse. Pero claro la linealidad responde a un sistema patriarcal, extractivista, que no conoce de tiempos, etc, etc, etc… ¿Entonces va muy de la mano creo yo no? Para mí es clave porque se complementan. Al ser nuestra esta ciclicidad, de las personas que tenemos útero y ciclamos, es de toda la humanidad. La otra parte de la humanidad, los hombres, conviven con nosotras, vienen de nosotras y están rotos también en cierta medida por no poder conectar con esta ciclicidad.

R. Estoy totalmente de acuerdo. Cada vez se vuelve más claro y evidente la intersección entre diversos temas como la ciclicidad y el cuidado del medioambiente. ¿Te ha sido difícil abordar estos temas en Bolivia y particularmente con adolescentes?
R. En general he tenido muy buenas experiencias. He tenido también algunas experiencias muy malas, contrastantes porque una de ellas fue con un grupo de personas de un estrato social muy elevado en Santa Cruz y la otra ha sido con un estrato social muy bajo en la misma ciudad. Muy sedimentadas en el miedo. Un grupo estaba muy vinculado al evangelismo y el otro tal vez más católico, pero de alguna u otra manera se escandalizaban con los temas. Todo un conflicto donde había realmente una furia y un enojo que verdaderamente no me corresponde, sino que le responde a cada individuo observar por qué le incomoda que se hable de un tema tan importante como la sexualidad. En general, las experiencias son muy buenas porque son trabajadas con mucho respeto, con una mirada absoluta al contexto, la cultura, a la edad, etapa de desarrollo, necesidades de la población con la que se trabaja. Viene con todo el cuidado y la calma posible. Lo peor es llegar a disrumpir los espacios porque se genera un rechazo. Así es cómo he llegado también a desarrollar la metodología por la que me caracterizo, que es una metodología basada en el juego.
P. En el juego, podrías explicarme un poco más a que te refieres con esto?
R. Yo creo que todos tenemos como un niño interno y el juego es una de las mejores herramientas para abordar estos temas que pueden ser incómodos. Entonces, procuro en la mayor capacidad que tengo que los contenidos que comparto. sean lúdicos e involucren el cuerpo, las emociones, la voz, el hacer, el conectarme con el otro y no solo ir a sentarme y escuchar un taller de tres horas. Obviamente en algunos casos, como cuando trabajamos con personas adultas, sí tenemos este tipo de formatos.
P. Podrías explicarme un poco más sobre los temas que abordan tus talleres y las herramientas que proveen?
R. Cuando doy los talleres de ciclicidad menstrual, he desarrollado un modelo de taller, que comprende como 3 o 4 bloques temáticos que trabaja mucho el cuerpo, todo el tema de la ciclicidad y todo el tema de la gestión menstrual. Por supuesto, siempre tiene que haber una adaptación al contexto, porque, por ejemplo, en el altiplano, donde no hay agua, yo no voy a repartir toallas reutilizables. Pero hay otros insumos que sí pueden funcionar mejor. Hemos trabajado con mujeres en situación de calle y en esos casos les mostramos la copita, el disco, la esponja menstrual, les mostramos todas las opciones, pero les repartimos toallas desechables porque una mujer en situación de calle no tiene dónde lavar. Y nos han criticado por esto también, por entregar algo que no es ecoamigable, pero al final es lo que ellas necesitan la prioridad.
P. Dentro de la educación sexual, ¿cómo te has enfrentado a tabúes y prejuicios? Por ejemplo, en muchos casos hay esta falsa creencia de que la copita menstrual puede “quitarte tu virginidad” de alguna manera.
R. SÍ bueno la verdad que más que con las chicas, nos ha pasado que son las personas mayores las que tienen más prejuicios alrededor del tema. Yo trabajé solo con juventudes y después me di cuenta que había que trabajar con personas mayores porque es la otra mitad. Es muy difícil a veces dar este mensaje, conectar con los jóvenes, pero luego llegan a la casa y pum, restricciones. Ahí es donde dije no tenemos que empezar a trabajar con las personas mayores para trabajar estas taras.
Con Mariana conversamos sobre lo difícil que puede ser, en ciertas ocasiones, recibir apertura hacia estos temas sin tener alguna clase de respaldo económico detrás. Afortunadamente, hay muchos estudios que evidencian el impacto económico que la falta de una apropiada educación sexual puede tener en nuestro país. Por ejemplo, según un estudio del ministerio de salud y deportes, el costo de oportunidad de los embarazos prematuros representa un 0,91% del PIB Nacional, alrededor de 370 millones de dólares. La brecha en educación entre aquellas mujeres que fueron madres durante la adolescencia (10-19) versus aquellas que fueron madres entre los 20 y 29 años es significativa y, en la mayoría de los casos, conlleva otros efectos adversos, como la caída bajo la línea de pobreza. Mariana me confiesa, además, que en su labor de educadora también ha sufrido mucha violencia al atreverse a tocar estos temas, algo que le ha tomado tiempo aceptar.
Es como si ese silencio que por tanto tiempo ha estado presente dentro de las familias y de nuestra sociedad se ha vuelto casi impenetrable y al romperlo se generan fricciones, pero alguien dijo una vez que el conocimiento es poder. Aprender sobre salud sexual y menstrual tiene la gran capacidad de prevenir los embarazos de niñas y adolescentes, de ayudarlas a sentirse más cómodas estableciendo límites sobre su cuerpo e, incluso, ayudarlas a comprender si de alguna forma han sido violentadas en algún momento de sus vidas sin siquiera poder ponerlo en palabras. Por donde se lo mire, la educación que ofrece Mariana es una es algo que merece ser institucionalizada, creando estructuras que permitan que esta información llegue a más niñas y jóvenes en el país.
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Sobre el autor
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Aina Martínez
Aina Martínez es economista de profesión y se especializa en las áreas de economía del desarrollo y economía sostenible. Se define como una curiosa insaciable, apasionada por conocer nuevas personas y estilos de vida ajenos al suyo, una inclinación que atribuye a la influencia de los "personajes extravagantes" encontrados en sus lecturas favoritas. Para Martínez, el periodismo y la literatura se encuentran intrínsecamente entrelazados, pues ambas disciplinas comparten la capacidad de conectar con las personas, ofrecer una plataforma a quienes más lo necesitan y contar historias desconocidas, ocultas, crudas o difíciles tal y como son las del mundo real. Forma parte del equipo de Nómadas, con cuyos valores de sustentabilidad y justicia social se identifica plenamente. A través de sus reportajes, espera contribuir a la misión de la revista y a su compromiso con un mundo más justo y consciente.



