Un horno de barro, en pleno proceso de digestión de los árboles chiquitanos que convierte en carbón.
Video: Karina Segovia
Los hornos de barro no solo están en zonas vulnerables del Bosque Seco Chiquitano, sino, también en un área protegida como es la Reserva Municipal de San Rafael que nació el 2006 y que tiene una extensión de 69.143 hectáreas. En ellos, los campesinos llamados Interculturales que ocupan tierras que en muchos de los casos son avasalladas, producen carbón, mientras van tumbando la selva, avanzando cada vez más hacia el epicentro del monte.
Hasta ahora, asegura que ha invertido Bs 25.000 en aportes a la central de campesinos, en la habitación que ha construido, en la motosierra con la que tumba la selva.
El oasis del Cuchi es el nombre de un lugar al que sus poquísimos moradores llaman comunidad. Una habitación con un padre de familia que el otro día ha deforestado cinco hectáreas y después le ha prendido fuego sin importar que a metros está su casa donde vive con su esposa y su hijo que juega en un corredor con techo de calamina.
Roly Loayza es el padre de familia que tiene un pie en El Oasis del Cuchi y otro en la comunidad El Quebracho, donde hay un horno y él está, justo ahora, produciendo carbón. Ambas comunidades están frente a frente, separadas apenas por un camino de tierra. Tiene una parcela de 50 hectáreas y repite la frase “la tierra es de quien la trabaja”.
Sabe que lo que deforesta ahora solo servirá para sembrar durante los próximos cinco años, que después la tierra se degradará y que solo dará para sembrar pasto para las vacas y que habrá que talar otros sitios, una y otra vez, hasta que su hijo se convierta en un hombre.
Pero no sabe si hasta entonces habrá árbol en pie.
Hasta ahora, asegura que ha invertido Bs 25.000 en aportes a la central de campesinos, en la habitación que ha construido, en la motosierra con la que tumba la selva.
La boca del horno está tapiada con barro, pero el humo provocado por los troncos que arden adentro, escapa por algunas grietas calientes.
Las 50 hectáreas con las que ahora cuenta, dice que no le han costado un peso, pero admite que cuando alguien se acobarda, la puede vender a otra persona y cobrarle los gastos que hizo en el predio.
—Se vende el derecho de posesión.
—¿Cuántas familias viven aquí?
—Unas veinte.
—¿Y en el Quebracho?
—Otras veinte.
Pero no hay señas de que alguien más habite esos lugares.
La boca del horno está tapiada con barro, pero el humo provocado por los troncos que arden adentro, escapa por algunas grietas calientes. El horno tiene una chimenea que dispara bocanadas de una humareda que sale de noche y de día.
—Tengo que estar pendiente para que el horno no se ahogue— explica.
Roly Loayza dice que si uno sigue el camino encontrará más comunidades y más hornos.
Mariano Terramoso está en otra parte del Bosque Seco Chiquitano, en una zona a la que se llega por uno de los tantos caminos que hay dentro del municipio de San Rafael. Él también tiene un horno de barro como el de Roly Loayza. Lo tiene a metros de una habitación con ladrillo sin revocar.
El horno tiene una chimenea que dispara bocanadas de una humareda que sale de noche y de día y que lastima a un caballo que está atado cerca de donde los troncos se convierten en carbón.
No se le ve la cara. Está cubierta por un barbijo y un sombrero para protegerse del sol. Las faenas —según cuenta— es dura porque hay que entrar al monte con motosierra y que después la producción de carbón demora por lo menos un mes: Durante 15 días deben arder los troncos y en otros 15 días deben enfriar.
Explica que toda la comunidad es dueña del horno, que se turnan en la producción, que por cada horneada ganan como Bs 3.500 o su equivalente a 500 dólares.
El horno no descansa.
Para llenar el horno con los troncos tienen que deforestar una hectárea de bosque.
—Casi todo lo que hay en la selva sirve para carbón —dice como una gran revelación.
El alcalde de San Rafael, Jorge Vargas, confirma que la producción de carbón ya está presente dentro del Área Protegida Municipal, lo que significa otra herida más que se suma a la deforestación y a los incendios.
La presente publicación ha sido elaborada por la Revista Nómadas en coordinación con la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, con el apoyo financiero de la Unión Europea. Su contenido es responsabilidad exclusiva de los autores, y no necesariamente refleja los puntos de vista de la Unión Europea.