Bajo la sombra de los incendios forestales que están martirizando a Bolivia, las manos laboriosas de Laguna Marfil se entregan a una tarea vital: la cosecha de la mangaba, una fruta silvestre que más allá de ser un manjar exquisito, se erige como símbolo de esperanza para las comunidades Chiquitanas de este tesoro natural cruceño. Su recolección, enmarcada en el Área Natural de Manejo Integrado Municipal (ANMIN) Laguna Marfil, revela un resplandor de optimismo que se materializa en la cosecha, acopio y envasado de la pulpa que poco a poco va conquistando consumidores.
La mangaba, objeto de una cosecha estratégica con miras a su comercialización, encuentra su camino desde las comunidades de Laguna Marfil hasta Santa Marta, en San Ignacio de Velasco, donde se transforma y está siendo envasada como pulpa para su venta posterior. Este esfuerzo colectivo, respaldado por la Fundación Para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC) como parte del proyecto “Desarrollo de la resiliencia en comunidades vulnerables al cambio climático en Bolivia”, acompañando el liderazgo local de Celestino Cambará Macoñó, experto en Agropecuaria y habitante de Laguna Marfil, como una estrategia integral para impulsar la valoración del bosque, generando productos para mercados de productos forestales no maderables y así otorgar un valor tangible a los recursos locales, asegurando la frescura y acceso a esta joya natural con envasado hermético. La mangaba es un fruto del Cerrado, de temporada, por lo cual su disponibilidad normalmente está limitada, pero con el procesamiento, se amplía el tiempo y lugar donde este fruto único, junto con sus propiedades pueda estar disponible, desarrollando una economía local, libre de deforestación, compatible con la conservación.
En este escenario desafiante, las comunidades de Laguna Marfil han logrado un hito significativo: Más de 600 kilos de mangaba han sido cuidadosamente procesados, marcando un logro importante en su lucha por preservar tanto la frágil belleza natural como su modo de vida. La pulpa resultante de esta laboriosa cosecha está siendo adquirida por dos reconocidos restaurantes en Santa Cruz.
Cosecha con alegría.
Estos restaurantes, conscientes de la importancia de apoyar iniciativas sostenibles y locales, han incorporado las pulpas de mangaba en sus menús. Este paso no solo ofrece a los comensales la oportunidad de disfrutar de un producto único y fresco, sino que también contribuye a respaldar directamente a las comunidades Chiquitanas y a la preservación del bosque cruceño.
Sin embargo, Laguna Marfil, lejos de ser simplemente un Edén de frutos silvestres, se enfrenta a constantes amenazas como incendios, avasallamientos y deforestación. La laguna, ubicada en la provincia Velasco del departamento de Santa Cruz, sufre la merma de sus aguas por la deforestación, afectando las prácticas de subsistencia de los indígenas chiquitanos.
La selección de las frutas, un trabajo en comunidad.
Sin embargo, Laguna Marfil, lejos de ser simplemente un Edén de frutos silvestres, se enfrenta a constantes amenazas como incendios, avasallamientos y deforestación
Ante esta realidad, la Fundación FCBC se convierte en aliada fundamental en la lucha por la preservación de este rincón natural. El proyecto de silvicultura no solo busca restaurar áreas deforestadas, sino también cambiar la percepción de las comunidades, presentando al bosque como una fuente sustentable y rentable de recursos.
En medio de la vastedad del Área Natural de Manejo Integrado Municipal Laguna Marfil, donde la deforestación avanza como fuego voraz, las acciones de manejo silvicultural se fortalecen como un escudo protector. La reforestación, el corte selectivo y la declaración de zonas como áreas de reserva comunal son estrategias cruciales para contrarrestar los estragos de incendios y deforestación.
Así, en este rincón amenazado por la extinción, la silvicultura se revela como la voz de la esperanza, una herramienta esencial para la protección y conservación de los ecosistemas y la fauna de Laguna Marfil. La unión de esfuerzos entre comunidades teje un relato de resistencia y resiliencia en medio de la adversidad, donde la cosecha de mangaba se convierte en el símbolo tangible de una esperanza que florece contra viento y marea.
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