
En el corazón del Chaco tarijeño, el cielo se abrió como un presagio: el ojo de Dios miró en silencio el bosque herido, implorando acción antes de que continúe la destrucción.
En el río Pilcomayo, las redes vuelan como alas de esperanza mientras los pescadores weenhayek resisten entre brisas, aves y árboles caídos. Este fotorreportaje captura la belleza, la lucha y la fragilidad de un río que se niega a morir. Un viaje visual por su belleza indomable y por la vida que depende de su cauce y del bosque que aún está en sus riberas.
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