
Nota de redacción:
El pasado 12 de septiembre, Revista Nómadas publicó la crónica La capibara solitaria del Canal Isuto: entre la viralidad y el olvido ambiental en Santa Cruz de la Sierra. La nota, que buscaba poner el foco en el bienestar del animal y la crisis ambiental urbana, desató un intenso y apasionado debate entre nuestros lectores sobre un aspecto no menos importante: su nombre. ¿Era correcto decir «capibara» o debimos escribir «capiguara»?
Agradecemos profundamente cada comentario y mensaje, pues demuestran un interés genuino por nuestra fauna y su identidad. Para enriquecer esta conversación, invitamos al naturalista Javier Coimbra a que nos ilumine con una profunda investigación etimológica. Su texto explica el origen común de ambos términos, que se remonta a las lenguas tupí y guaraní, y detalla cómo la evolución de la lengua y la transcripción fonética dieron lugar a las variaciones que hoy debatimos. Creemos que, más allá de la fascinante discusión por el nombre, lo que importa de verdad es lo que este animal representa: la resiliencia de la vida silvestre que forcejea por sobrevivir en nuestra ciudad y la urgente necesidad de reflexionar sobre cómo habitamos y afectamos los espacios que compartimos con ella. A continuación, el texto de Javier Coimbra que les invitamos a leer:
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Asistimos actualmente a frecuentes debates acerca del nombre de este animal, que se fundamentan entre la tradición y costumbres locales, o modas introducidas por los medios de comunicación y redes sociales, pero que no toman en cuenta el origen lingüístico de ambas palabras, que resulta ser el mismo.
El nombre está compuesto por palabras del tupí y el guaraní: “capim” ( tupí) o “capi´i” (guaraní) que quieren decir “pasto”, y “guara” que significa “que devora”. En resumen, es el animal que come pasto, por su hábito alimenticio de comer los pastos que bordean los cuerpos de agua.
En general, “guara” se refiere a cualquier animal que se destaca por devorar algo o por su ferocidad, como el famoso yaguara o yaguareté (el tigre), el aguara, (el zorro), o la propia palabra “guaraní” que significa guerrero.
Y entonces “capivara”, de dónde viene?
Recordemos que el guaraní era una lengua sin escritura, y los colonizadores realizaron su transcripción fonética de acuerdo con el criterio de quien hacía la transcripción, y las reglas ortográficas de la época.
Es así que existen registros de diversas formas de escritura, como “capiguara”, “capihuara”, “capiuara”, “capiwara”, y en algunos casos, “capivara”.
¿Pero porqué “capivara”, si tiene otro sonido?
Eso se explica por la historia lingüística del castellano. En el castellano medieval y hasta por lo menos el siglo XVI, la V funcionaba tanto como consonante como vocal, y era intercambiable con la U, una herencia del latín. Recordemos que todavía el nombre de esta letra es UVE, o sea, la V que es U.
Debido a las confusiones que esto provocaba en lo ortográfico, a partir del siglo XVII se consolidó la separación entre la vocal y la consonante, pero durante la colonia, para los cronistas lo mismo les daba escribir “capiuara” que “capivara”, ya que se pronunciaban igual.
Con el tiempo, cuando la memoria ya se había perdido, ocurrió el fenómeno llamado “hipercorrección”, que es corregir erróneamente algo porque se desconoce la causa. Al leer en los documentos históricos la palabra “capivara”, se “corrigió” la pronunciación según la ortografía moderna. Y pronto alguien también “corrigió” Capivara por Capibara, ya que no se justificaba el uso de la V en una lengua que no tenía un sonido diferenciado entre V y B.
Un ejemplo de este fenómeno lo tenemos muy cerca con el nombre de la planta medicinal “vira vira”, que es una transcripción antigua del quechua “uira uira”. En realidad, siempre debió pronunciarse “uira uira”, pero con el tiempo se acomodó la fonética a la ortografía moderna, e incluso ahora algunos pretenden que debería escribirse “bira bira”. De nuevo, la memoria histórica perdida.
¿Entonces, cual es el nombre correcto? No hay nombre correcto cuando el uso generalizado consolida un nombre determinado. Es el uso el que valida una palabra y su significado. Sin embargo, cada región tiene identidad y tradiciones culturales, que son muy válidas, pero que se van perdiendo por influencias culturales ajenas. Es decisión de sus habitantes mantenerlas, o perderlas.
En Santa Cruz, siempre se utilizó la palabra capiguara. La pronunciación suena más como “capiuara”, pero eso es por nuestra tendencia a suavizar las consonantes, al igual que pronunciamos “aua” y no “agua”.
Ahora le corresponde a usted decidir cuál palabra usar.
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Nota de Redacción:
En Revista Nómadas, reconocemos la riqueza lingüística y cultural detrás del nombre de este emblemático roedor. Las formas capibara, capiguara e incluso capivara —esta última resultado de curiosas evoluciones fonéticas— ninguna es incorrecta. Cada variante responde a contextos históricos, geográficos y culturales específicos:
- Si se busca precisión científica o un alcance general: capibara (aceptada globalmente).
- Si se valora la identidad local y la tradición cruceña: capiguara (arraigada en el habla popular).
En Revista Nómadas, optamos por capibara como forma de equilibrio entre rigor periodístico y acceso universal, siempre respetando las otras variantes que enriquecen nuestro idioma. Lo fundamental, más allá del nombre, es que la conversación gire en torno a su protección y la conservación de su hábitat.
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Sobre el autor
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Diego Javier Coimbra
Diego Javier Coimbra Molina es un cruceño que se autodenomina naturalista, ya que sus temas de interés principales están enfocados en la naturaleza. Tiene amplios conocimientos de la flora nativa del oriente boliviano, principalmente en sus aspectos etnobotánicos por la relación cultural que existe entre los habitantes y la vegetación. Adicionalmente, también es aficionado a la exploración lingüística y la manera en que los humanos expresan su visión del mundo a través del lenguaje. Trabaja en la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano en temas de valoración económica de recursos silvestres de la Chiquitania, y ha publicado diversas obras de difusión, como la Guía de Frutos Silvestres Comestibles de la Chiquitania, la Almendra Chiquitana, guía para su aprovechamiento, manejo y cultivo, y Pautas para la propagación y reconocimiento de especies nativas del Bosque Chiquitano.