
Periodismo de investigación, grandes revelaciones
En las riberas del río Pilcomayo (Tarija, Bolivia), comunidades indígenas, productores y defensores e instituciones ambientales impulsan la creación de un corredor ecológico. Buscan frenar la deforestación y preservar un ecosistema vital antes de que sea demasiado tarde.
En las riberas del río Pilcomayo (Tarija, Bolivia), comunidades indígenas, productores y defensores e instituciones ambientales impulsan la creación de un corredor ecológico. Buscan frenar la deforestación y preservar un ecosistema vital antes de que sea demasiado tarde.
El gran humedal boliviano se ha convertido en un panteón de tierra seca. De nada le ha valido ser un área protegida y sitio RAMSAR de interés mundial. ¿Cómo es posible que más de 5.000 hectáreas de espejo de agua y su ecosistema, —vitales para el planeta— desaparezcan de la faz de la tierra, sin que nadie lo pueda evitar?
La cadena de efectos causada por la deforestación y el fuego en la Amazonía ha entrado en actividad: los suelos se secan, las recargas de agua de las nubes se ven afectadas. En los últimos 30 años la temperatura aumentó en promedio un grado centígrado. Ese uno por ciento que parece un grano de arena, no lo es. Es una montaña enorme de problemas.
Más de 200 familias de menonitas compraron 14.400 hectáreas de bosque en los Bañados de Isoso que colindan con el área protegida nacional. Para deforestarlas, construyeron en silencio, sin autorización del Gobierno ni estudio sobre el impacto ambiental, un puente de 150 metros de largo sobre el río Parapetí, que les costó medio millón de dólares. Ya metieron 15 orugas y deforestaron 3.000 hectáreas.
El Bosque Seco Chiquitano sufre la codicia de agroindustriales y de los interculturales La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), reunida en
Más de 4.4 millones de hectáreas de bosques de seis territorios interconectados y protegidos por ley —en Santa Cruz (Bolivia)—, sufren los efectos directos o colaterales de la tala indiscriminada, los avasallamientos, el tráfico de tierras, la expansión de la frontera agrícola y los incendios forestales. Revista Nómadas realizó una expedición por cielo, ríos y tierra para conocer el corazón de una biodiversidad inmensa y a los grandes enemigos que están arrasando con la vida en esta parte del planeta.
Más de 4.4 millones de hectáreas de bosques de seis territorios interconectados y protegidos por ley en Santa Cruz (Bolivia), sufren los efectos directos o colaterales de la tala indiscriminada, los avasallamientos, el tráfico de tierras, la expansión de la frontera agrícola y los incendios forestales. Revista Nómadas realizó una expedición por cielo, ríos y tierra para conocer el corazón de una millonaria biodiversidad y a los grandes enemigos que están arrasando con la vida en esta parte del planeta.
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