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La Amazonía continúa revelando sus misterios y tesoros. Recientemente, se han descubierto ciudades perdidas, ocultas en la densa selva, que han sido denominadas “ciudades jardín”. Un ejemplo de ello es un asentamiento con estructura circular en la región del Alto Xingu, en Brasil.
Los arqueólogos han señalado que estos sitios amazónicos pueden compararse con los sistemas urbanos de la civilización Maya en México y Guatemala. Para su hallazgo, los investigadores emplearon tecnología de mapeo 3D con escaneo Lidar (detección y rango de luz), lo que permitió identificar estas antiguas metrópolis ecológicas, caracterizadas por la presencia de jardines, pesquerías y huertos.
Después de extensas investigaciones de campo y a pesar de la vastedad y complejidad de los bosques amazónicos, los investigadores han logrado combinar múltiples conjuntos de datos obtenidos mediante tecnología Lidar. Esto les ha permitido identificar vestigios de un antiguo y majestuoso mundo perdido, revelando entre 10.000 y 24.000 asentamientos precolombinos a lo largo de la cuenca amazónica.
A pesar de las investigaciones, los escaneos remotos aún deben ser verificados en el terreno. Vinicuis Peripato, director del equipo de expertos del Instituto Nacional Brasileño de Investigación Espacial, sostiene que las civilizaciones amazónicas ancestrales construyeron grandes centros urbanos y moldearon su entorno de acuerdo con sus necesidades y preferencias. Para ello, desarrollaron jardines, pesquerías y huertos agroforestales dentro de sistemas complejos y sostenibles, cuya estructura podría aportar valiosas lecciones para el desarrollo de las ciudades modernas.
El investigador resalta que este estudio aporta hallazgos significativos para diversas disciplinas, más allá de la arqueología. Además, indica que los ecólogos están analizando las diferencias entre los bosques vírgenes y aquellos modificados por la intervención humana.
En un principio, los exploradores creían que la Amazonía era una vasta extensión verde inalterada. Sin embargo, las investigaciones han revelado que fue un centro de intensa vida urbana, un entorno construido del cual ya existían indicios, como lo reflejan las crónicas del fraile, dominico Gaspar de Carvajal, quien acompañó al explorador español Francisco de Orellana en su travesía desde los Andes hasta la Amazonía en 1541.
Lejos de ser un territorio de pequeños pueblos aislados, Carvajal relató con asombro haber encontrado extensos asentamientos con una densidad poblacional significativa a lo largo de las riberas de los ríos.
Los hallazgos científicos en la Amazonía son numerosos. Entre ellos destacan las excavaciones en la antigua ciudad fortificada de KuhiKugu, ubicada en el Alto Río Xingu, en Brasil, realizadas por el antropólogo de la Universidad de Florida Michael Heckenberger.
Estos estudios revelaron una sorprendente red de ciudades jardín de baja densidad, caracterizadas por casas con jardines, amplias carreteras, plazas centrales y una residencia palaciega diseñada para un líder o jefe.
Años después, se revelaría el misterio de los Llanos de Mojos, en el suroeste de la Amazonía boliviana. En 2022, la arqueóloga Karla Jaimes Betancourt, de la Universidad de Bonn, junto a su equipo, presentó evidencia de asentamientos monumentales con hasta 1.400 años de antigüedad. Estos incluían estructuras piramidales de 21 metros de altura, carreteras radiales, anillos de fosos y murallas defensivas.
En 2024, un grupo de investigadores, bajo la dirección de Stéphen Rostain, del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, reveló los vestigios de una metrópolis ajardinada con 2.000 años de antigüedad en el valle de Upano, Ecuador.
A estos hallazgos se suma el misterio de la tierra negra o´terra preta`, un tipo de suelo fértil encontrado en diversos sitios de la selva amazónica, a pesar de que los suelos naturales de la región suelen ser pobres. Un ejemplo de ello se encuentra en la comunidad de Versalles, en el Beni, junto al río Memoré.
Los primeros pueblos indígenas que habitaron Versalles y muchos otros sitios amontonaron sistemáticamente los residuos de sus alimentos y desechos orgánico, y así crearon vastas franjas de suelo fértil , cientos de miles de kilómetros cuadrados en toda la cuenca con suelo negro, que fue mejorado por el ser humano hace miles de años atrás, y que ayudó a sostener poblaciones en tierras pobres que eran de arcilla o arenosas.
Gracias a la tecnología digital y la inteligencia artificial, los equipos de científicos han logrado detectar rastros de antiguas ciudades en la cuenca amazónica, revelando que eran mucho más grandes, pobladas y sostenibles de lo que se imaginaba.
El equipo de Lidar se instala en un avión o dron y emite más de un millón de pulsos de láser por segundo, midiendo el tiempo que tardan en rebotar. Los analistas procesan estos datos para reconstruir una imagen tridimensional minuciosamente detallada del paisaje. Posteriormente, aplican un proceso de “deforestación virtual”, eliminando digitalmente la vegetación para exponer las estructuras ocultas bajo la selva.
Peripato, director del Instituto Brasileño de Investigación Espacial, destaca que Lidar ha revolucionado el campo académico. “La selva amazónica tiene una escala continental. Incluso si contáramos con presupuestos generosos, inspeccionar toda la cuenca a pie llevaría años y requeriría una fuerza laboral inmensa”, señala. Luego añade: “Con las herramientas de teledetección, es posible escanear vastas áreas y revelar estructuras ocultas bajo los árboles y el suelo”.
A través del modelado estadístico, los investigadores estiman que cerca de 24.000 estructuras de tierra podrían permanecer ocultas bajo la selva amazónica.
El mundo reconoce que la biodiversidad en la Amazonía se ha mantenido gracias a sus habitantes, quienes, según Eduardo Neves, de la Universidad de São Paulo, no solo han salvaguardado el medio ambiente, sino que también lo han transformado.
Neves enfatiza la importancia de incorporar el conocimiento histórico y las prácticas desarrolladas por los pueblos indígenas amazónicos hace milenios. “El futuro de la Amazonía radica en comprender su pasado”, concluye el científico.
Este texto se basa en un artículo escrito por Mac Margolis en Rio de Janeiro y Belem, Brasil, publicado el 6 de febrero de 2025 en The Guardian
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Sobre el autor
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Juan Burgos Barrero
Juan Burgos Barrero nació en Santa Cruz, 1950. Es licenciado en periodismo por la universidad Complutense de Madrid. Máster en Didáctica y Tecnología Educativa por la universidad Nacional de Panamá. Consultor, corresponsal en el extranjero de diversos medios de comunicación y atesora una larga trayectoria periodística. Ha publicado cuentos, ensayos y reportajes periodísticos. Ha vivido en Europa, Asia, Estados Unidos y Centro América. Publicó su primer cuento Hay mucho pan que combatir, en el libro Premios Clarín y Buñuel, España. Su último libro Estudio de Caso, Metodología de la Investigación Científica.