El reciente fallecimiento de Daniel Robison ha dejado un vacío inmenso en la lucha por la conservación de los bosques en Bolivia. Conocido cariñosamente como El Gringo, Daniel fue más que un activista; fue un guardián incansable de la naturaleza, dedicando su vida a proteger los tesoros verdes de su país adoptivo. Su legado es un faro de esperanza y un llamado a seguir luchando por el medio ambiente.
Daniel Robison nació en Caranavi en 1960, hijo de misioneros extranjeros que llegaron a Bolivia hace décadas. Aunque sus raíces eran extranjeras, él se consideraba boliviano de corazón. Se graduó de la secundaria en 1978 en Winfield High School, en Winfield, KS. En 1984, obtuvo su título en Conservación de Agua y Administración de Recursos Naturales en la Kansas State University. Posteriormente, en 1987, culminó sus estudios en Agroecología y Suelos Tropicales en la University of Reading del Reino Unido.
Residió en Rurrenabaque, donde dedicó su vida a la conservación de recursos hídricos, luchando incansablemente contra la minería y la contaminación de las aguas de Bolivia. Fue también una figura clave en la oposición a la construcción de las represas del Chepete y El Bala, proyectos que amenazaban con devastar vastas áreas de bosque y comunidades indígenas.
Su amor por los bosques y su compromiso con la tierra que lo vio crecer eran inquebrantables. Daniel no solo se enfocaba en la preservación de la flora y fauna locales, sino también en educar y empoderar a las comunidades indígenas, quienes son los guardianes naturales de los bosques. Trabajó estrechamente con diversas organizaciones locales, promoviendo prácticas sostenibles y fomentando una mayor conciencia sobre la importancia de proteger el entorno natural.
Residió en Rurrenabaque, donde dedicó su vida a la conservación de recursos hídricos, luchando incansablemente contra la minería y la contaminación de las aguas de Bolivia.
A lo largo de los años, Robison fue una figura central en numerosos proyectos de conservación, logrando movilizar a voluntarios tanto locales como internacionales. Su carisma y pasión eran contagiosos, inspirando a muchos a unirse a la causa ambiental. Además, su habilidad para combinar conocimientos científicos con sabiduría tradicional le permitió implementar soluciones innovadoras que respetaban tanto el ecosistema como las culturas locales.
Su mayor recompensa era ver el impacto positivo de sus esfuerzos en la biodiversidad de la región y en las vidas de las personas con las que trabajaba. A pesar de los desafíos y los peligros inherentes a su labor, nunca flaqueó en su misión de proteger los bosques bolivianos.
El legado de Daniel Robison perdurará en las selvas que ayudó a salvar y en los corazones de aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo. Nos deja un ejemplo inspirador, un testimonio del poder de la dedicación y del amor por la naturaleza. Su vida nos enseña que la lucha por la conservación es una tarea continua, y que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de continuar con su noble causa, asegurando que los bosques y ríos de Bolivia sigan siendo un refugio de vida y belleza para las generaciones futuras.
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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Nómadas.
Sobre el autor
Julio Jordán Zamora
Es comunicador audiovisual con formación en la Universidad Nur y la Universidad Católica Boliviana – Diakonia. Especialista en marketing digital y comunicación, cuenta con más de 20 años de experiencia en desarrollo de marcas, edición de audio y video, community management, y producción de eventos y música. Ha trabajado en Israel, España, Colombia y Panamá. Además, pasó seis años como A&R en Sony Music Entertainment y es fundador de Yanderesa, empresa de marketing digital desde 2005. Julio Jordán es parte del equipo de Revista Nómadas.