1. Los buenos vientos de la Amazonía
Existe un lugar en este mundo donde la vida fluye como en un cuento mitológico: los nativos conviven sin problemas con el jaguar y los lagartos de mirada verde, los espacios de unos y de otros se respetan bajo el amparo de la ley de la selva; los árboles cobijan a los monos, a los papagayos y a los insectos con el calor de abuelos centenarios. La lluvia no empieza ni termina porque la lluvia siempre está ahí, moviéndose de aquí para allá en las nubes de vientre amarillo. Amazonía. Así la llaman, así se la conoce. Está ubicada en América del Sur, en la piel de nueve países: en Brasil, Bolivia, Colombia y Venezuela, en Ecuador, Guayana, Perú, Surinam y en Guayana Francesa. Casi 8,5 millones de kilómetros cuadrados, un territorio que casi dobla la extensión de la Unión Europea. Este Edén amazónico respira con sus pulmones de gigante y produce el 20% del aire puro del planeta que recorre el mundo llevando vientos de vida.
2. El ojo exterior de la humanidad
Un ojo de alta resolución que navega en el Espacio puso su mirada en la Amazonía. Vio que de su cuerpo salían bocanadas de fuego y tomó fotografías a lo largo y ancho de la región, sin dejar lugar y momento sin registrarlo todo y registrarlo bien. El trabajo se llevó a cabo en el marco del Proyecto Mapeo y monitoreo del uso de la tierra e incendios en la Amazonía para la Red Amazónica de Información Socioambiental Georeferenciada (RAISG), cuyo objetivo es analizar el pulmón verde como un organismo integral que el planeta necesita. Lo que ese ojo de gran alcance vio y registró, ahora son documentos que permiten saber el estado de salud del cuerpo amazónico, de ese Edén donde la vida fluye como en un cuento mitológico. Y los resultados, no son alentadores.
3. Los incendios nunca estuvieron en cuarentena
Los resultados de la mirada profunda del satélite que observó con su ojo delator el cuerpo amplio de la Amazonía, ahora forma parte sustancial del Informe Regional de Quemas 2019-2020, titulado: Dinámica del fuego según su origen y causa a través de sensores remotos, que realizó RAISG.
En el informe de la RAISG están los resultados de la detección y análisis de áreas quemadas, dentro de todo el territorio amazónico de los nueve países miembros. Quedaron evidencias de que los virus de la deforestación y de los incendios no estuvieron en cuarentena. Solo un dato para confirmar el tamaño del problema: la cantidad de bosque amazónico incendiado durante el año pasado equivale a 13 veces al tamaño de la ciudad de Nueva York. Un total de 231.994 Km2 de selva y otros espacios de la naturaleza ardieron bajo el dominio de las llamas. Las huellas del fuego no se borran. Los incendios están perdiendo su capacidad de retención de carbono que es imprescindible para la vida en el planeta.
4. Pueblos indígenas en exilio obligatorio
Los incendios forestales en la Amazonía no los provocan los indígenas, pero son ellos los que caen en primera línea de fuego. Más de 300 naciones originarias habitan la extensa geografía y no están seguros en su propia casa ante el avance de la deforestación y de las quemas, por más que vivan en áreas protegidas que en teoría cuentan con la coraza de normas municipales, departamentos y nacionales. Muchos pueblos nativos se ven obligados a salir en estampida como lo hacen las aves cuando sienten que el peligro les toca la puerta. En el camino del exilio obligatorio también se encuentran con monos y con jaguares, con serpientes y con zorros y con otros animales que avanzan con la mirada extraviada y sin ningún horizonte. El éxodo avanza con una marcha fúnebre que el mundo no ve, o no quiere verlo.
5. Haga algo antes de que sea tarde, autoridad
El tiempo corre, el fuego avanza, los plazos para curar el cuerpo enfermo de la Amazonía —golpeado por las deforestaciones y los incendios— se acortan. La comunidad científica internacional y las instituciones medioambientales que saben del tamaño del problema, elevan la voz de alerta y anuncian que la región amazónica se aproxima como iceberg lento al Punto de no retorno, es decir, a ese momento en que ya todo será tarde y que haga lo que se haga después, salvar este pedazo de mundo será imposible. Por eso, el llamado a que las autoridades actúen de una vez, camina con sus campanas de advertencia en las ventanas del poder, para que despierten, para que apliquen políticas urgentes, para que no se hagan las dormidas.