
En Bolivia, donde la deforestación avanza sin pausa, Carolina Descarpontriez decidió plantar una idea: que la educación podía crecer entre los árboles. Así nació el Bosque Escuela Jekuaá Urubó, camino a Tarumatú, (Santa Cruz, Bolivia) un espacio donde niños, jóvenes y familias aprenden a cuidar la vida con las manos en la tierra.
Jekuaá enseña sobre el bosque y es un lugar donde se siembran árboles y también conciencia, donde la naturaleza deja de ser paisaje para convertirse en maestra. Ese trabajo acaba de ser reconocido fuera del Bolivia. El 25 de noviembre, en Lima, Carolina recibirá el Premio Internacional Colibrí de Liderazgo Sostenible, un homenaje a quienes inspiran un futuro posible en medio de la crisis ambiental.
Descubre en esta entrevista cómo Carolina Descarpontriez convirtió un sueño en acción y creó el Bosque Escuela Jekuaá, un espacio de educación, conciencia y esperanza en Santa Cruz, y conoce por qué su trabajo acaba de ser reconocido con el Premio Internacional Colibrí de Liderazgo Sostenible.
P. ¿Qué significa para ti, Carolina, ¿recibir el Premio internacional Colibrí de liderazgo sostenible en reconocimiento al trabajo que realiza desde el Bosque Escuela Jekuaá?
R. Este reconocimiento nos llena de mucha alegría, ya que significa la valoración y validación de que nuestro sueño, llevado con mucha pasión, lo están poniendo en valor fuera de nuestras fronteras de Bolivia. Nos motivada en gran manera para seguir adelante, seguir sembrando la semillita de un conocimiento transformador y más humano con nuestro entorno.
P. ¿Cómo nació la idea del Bosque Escuela Jekuaá y cuáles fueron los principales desafíos para ponerlo en marcha en Santa Cruz?
R. La idea del Bosque Escuela Jekuaá nació del deseo de reconectar, en primer lugar, a mis hijos con la naturaleza. Quería que encontraran en el entorno natural un ejemplo vivo de resiliencia para sus propias vidas. Al ver la respuesta tan positiva que tuvieron, decidimos abrir las puertas a más niños, y así empezamos a profundizar el aprendizaje a partir de sus preguntas y experiencias.
Esa dinámica nos llevó a desarrollar un nuevo modelo de educación ambiental, práctico y lúdico, que fomenta la creatividad de niños y jóvenes, integrando la currícula nacional para servir también como apoyo a las unidades educativas.
Con el tiempo, ampliamos nuestra labor hacia programas familiares, donde fortalecemos los valores y los vínculos entre sus miembros. Posteriormente, diseñamos espacios para universitarios, adaptados al pensum de sus materias ambientales. Finalmente, creamos programas para empresas, en los que los participantes viven una experiencia transformadora: se conocen a sí mismos mientras conectan con la naturaleza, estableciendo analogías entre los ecosistemas y la vida cotidiana, y comprendiendo el valor de nuestros entornos naturales y la urgencia de su conservación.
Los principales desafíos para poner en marcha el Bosque Escuela Jekuaá fueron, en primer lugar, la creación del material y el diseño de experiencias lúdicas que realmente lograran conectar con los participantes, permitiéndoles a su vez conectar con nuestro mensaje. También implicó un proceso constante de capacitación, para aprender a transmitir los contenidos de manera vivencial y significativa.
Luego llegó la pandemia, un momento difícil que nos obligó a reinventarnos. Junto con las personas de la comunidad, nos unimos y apostamos por el “aprender haciendo”. Esa etapa nos brindó más experiencia, fortaleza y creatividad para seguir desarrollando contenido valioso, tanto para nosotros como para compartirlo con los demás.

P. En un contexto donde la deforestación avanza con fuerza en Bolivia, ¿cómo logra Jekuaá ser un espacio de resistencia y educación ambiental?
R. Excelente pregunta, y muy pertinente para el contexto nacional, donde la deforestación —ya sea por ganadería, expansión agrícola, minería o incendios— representa una de las mayores amenazas ambientales. En ese escenario, Jekuaá, nuestro Bosque Escuela, se convierte en un espacio de resistencia viva. No solo por conservar árboles, sino por formar conciencia ambiental y comunitaria desde la raíz.
En primer lugar, promovemos la resistencia a través de la educación práctica, enseñando con el bosque, no sobre el bosque. Niños, jóvenes y adultos aprenden directamente en el entorno natural: sembrando, cuidando, observando y comprendiendo el papel esencial de las plantas y los animales en nuestra subsistencia. Esta experiencia genera una relación afectiva y de respeto con la tierra, transformando la mentalidad extractivista en una de cuidado.
“Solo se protege lo que se ama, y solo se ama lo que se conoce.”
Asimismo, impulsamos la restauración ecológica comunitaria, creando programas de restitución de árboles junto a comunidades y escuelas. A través de estas acciones, fortalecemos los vínculos con la naturaleza y promovemos la autenticidad de nuestro ecosistema mediante:
- La reforestación con especies nativas.
- La recuperación de suelos y fuentes de agua.
- La creación de viveros escolares y comunales.
- El monitoreo participativo de la biodiversidad.
Cada actividad educativa se convierte así en una acción concreta contra la deforestación, contribuyendo a su reversión, aunque sea en pequeña escala.
Por otro lado, en Jekuaá concebimos la educación ambiental como una forma de transformación social. Rompemos con la enseñanza tradicional encerrada en aulas, promoviendo valores como:
- La autonomía y la cooperación —no la competencia—, estableciendo analogías entre la vida de los árboles y la nuestra.
- La soberanía alimentaria, mediante el cultivo, el compostaje y el reciclaje.
- La cosmovisión andino-amazónica, que reconoce a la naturaleza como sujeto de derechos y no solo como recurso.
De esta manera, el Bosque Escuela se convierte en un semillero de liderazgo ambiental local, donde niños, jóvenes y comunidades se transforman en guardianes de la naturaleza y agentes de cambio.
Jekuaá es también un espacio de esperanza frente a la crisis ambiental. En un contexto donde la deforestación avanza, representa un acto de resistencia cultural y espiritual que demuestra que otra forma de habitar el territorio es posible, une educación, conservación y comunidad y también inspira a otras escuelas, familias y municipios a replicar el modelo.
P. ¿Qué impacto ha tenido el Bosque Escuela en Santa Cruz, especialmente en niños, jóvenes y familias que participan de sus actividades?
R. El Bosque Escuela ha tenido un profundo impacto en Santa Cruz, consolidándose como un espacio de transformación integral que educa, sana, une e inspira. A través de sus experiencias, fortalece los valores humanos y reconecta a nuestros visitantes con ellos mismos y con la naturaleza.
Hemos ido más allá del aprendizaje académico tradicional, promoviendo también un crecimiento personal y emocional. En este proceso, muchos participantes han logrado superar miedos profundos, como el temor al entorno natural o a la oscuridad, redescubriendo la confianza, la calma y el respeto por la vida en todas sus formas.
P. ¿Cuáles son sus próximos sueños y metas para fortalecer Jekuaá y seguir contribuyendo a un modelo de vida más sostenible en la región?
R. Nuestros sueños y metas para fortalecer el Bosque Escuela se enfocan en convertir este espacio en un centro vivo de aprendizaje, conservación, investigación y comunidad, donde se genere conocimiento con alto contenido de valor y se promueva que cada persona, desde donde esté, pueda crear soluciones ambientales y ampliar poco a poco sus propias fronteras, sin poner límites a la imaginación ni a los sueños de quienes desean construir un mejor lugar para vivir.
Aspiramos a ser un modelo de educación ambiental que inspire a otros a replicarlo, un lugar donde se viva el respeto por los demás y por la naturaleza, y que motive a las nuevas generaciones a cuidar y amar la vida. Queremos que niños, jóvenes y adultos aprendan a proteger el bosque desde la experiencia directa, no solo a través de los libros, sino tocando la tierra, sembrando, observando y comprendiendo la interdependencia de todos los seres vivos.
También buscamos recuperar la sabiduría ancestral, integrando los saberes de los pueblos originarios andino-amazónicos: sus rituales, su medicina natural, su agroecología y su profundo respeto por los ciclos de la naturaleza. De esta forma, construiremos una comunidad comprometida con la acción climática y con el equilibrio del planeta.
Nuestro mayor anhelo es que el Bosque Escuela no sea solo un lugar físico, sino un movimiento vivo que inspire a más familias, escuelas y comunidades, para que la biodiversidad sea reconocida y valorada como el patrimonio esencial de nuestra existencia.
En el camino hacia esa visión, nos proponemos reforestar y cuidar el territorio plantando especies nativas, restaurando suelos degradados y protegiendo fuentes de agua; crear programas educativos permanentes con talleres, visitas, campamentos y cursos para estudiantes, docentes y comunidades; formar guardianes del bosque capacitando a jóvenes y líderes locales en educación ambiental, agroecología y gestión sostenible; desarrollar infraestructura ecológica con aulas abiertas, senderos interpretativos, huertos y espacios de investigación construidos con materiales naturales; vincularnos con instituciones, universidades, ONGs y gobiernos locales para fortalecer redes de apoyo técnico y financiero; y finalmente, medir y compartir nuestros resultados documentando los logros en reforestación, participación y biodiversidad, para difundirlos como un ejemplo de resistencia frente a la deforestación y al cambio climático.
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