
En Bolivia, el bosque cae en silencio, pero no por falta de ruido. Lo que sobra es discurso: sobre desarrollo, soberanía alimentaria, productividad. Pero entre tanto eslogan, los árboles desaparecen, las fuentes de agua se contaminan y los territorios indígenas se fragmentan bajo el peso del agronegocio, la codicia legalizada y la complicidad institucional.
En nuestro aniversario de Revista Nómadas, justo hace 4 años que, desde nuestra trinchera periodística, hemos revelado reportajes que han logrado una incidencia que ha salvado miles de hectáreas de selva y evitado que los desmontes y otros atentados a la naturaleza sigan avanzando. Entre varias historias, hemos revelado la construcción de un puente clandestino sobre el río Parapetí, ejecutado sin permisos y a costa de la destrucción de una región tan frágil como los bañados de Isoso. Hemos investigado para frenar la entrada de una minera que pretendía devastar un área protegida, y seguimos el rastro de los traficantes de tierras y de jaguares, de la deforestación descomunal que arrasa con bosques primarios y de los avasallamientos que perforan sin piedad los pulmones verdes del país.
Cada investigación que publicamos fue una pieza más en esta resistencia informada: hemos sacado a la luz lo que se intenta enterrar, incomodando a los poderosos, y tendido lazos entre las víctimas del extractivismo y una sociedad que necesita despertar.
Pero no es suficiente. Cada vez que denunciamos un desmonte, otro se abre paso con sigilo. Cuando frenamos un avance de los destructores, otro se reconfigura en la sombra. Mantener viva la presión y la fiscalización constante es una tarea titánica. La impunidad es terca, y sin una ciudadanía informada y activa, la destrucción encuentra nuevas rutas para avanzar.

Pero nosotros no nos resignamos a ver ese despojo como un hecho natural ni inevitable. Por eso, este 2025, hemos decido, sin descuidar el resto de nuestro trabajo y compromiso por otras regiones y ecosistemas, profundizar más investigación en San Ignacio de Velasco (Santa Cruz, Bolivia), el actual epicentro de la deforestación en Bolivia. Allí convergen las fuerzas más brutales del modelo agroextractivo: concentración de tierras, impunidad ambiental, especulación financiera, contaminación por agroquímicos y una presión creciente sobre territorios indígenas. En un país donde se desmontan más de 300.000 hectáreas al año y donde los incendios arrasaron más del 10% del territorio nacional solo en 2024, San Ignacio no es una excepción: es la norma llevada al extremo.
Este editorial marca el inicio de una campaña de periodismo investigativo y de denuncia que busca ir más allá de los síntomas. Queremos mostrar los engranajes del modelo: quiénes se benefician, quiénes lo financian, cómo se articula, quién calla y por qué. Lo haremos con lo que mejor sabemos hacer: datos duros, periodismo narrativo, visualización crítica y testimonios del territorio. Porque creemos en el derecho a saber.
Sabemos que los tiempos no son fáciles. La censura no siempre es explícita. El financiamiento independiente escasea. Las redacciones se achican. Pero también sabemos que hay una comunidad creciente —lectores, periodistas, activistas, y defensores, ciudadanos comprometidos— que no ha perdido la capacidad de indignarse ni el deseo de actuar. A ellas y ellos, les hablamos hoy.
Por eso hoy, en nuestro cuarto aniversario, lanzamos nuestra campaña de financiamiento ciudadano. Porque sin una ciudadanía activa y comprometida, el periodismo libre no puede sostenerse. Y porque todo lo que hemos logrado —cada denuncia, cada investigación, cada cobertura en zonas de riesgo— ha sido posible gracias a un equipo pequeño, con recursos limitados, pero con una convicción profunda: la de seguir contando lo que otros prefieren silenciar.
Esta campaña busca sumar el apoyo directo de nuestra comunidad lectora. Tu donación —única o mensual, del monto que puedas— es clave para sostener y ampliar este esfuerzo colectivo. Nos permitirá investigar a fondo, viajar a los territorios donde ocurre la devastación, dar voz a quienes resisten, producir reportajes, crónicas, documentales y seguir generando contenidos rigurosos y de alto impacto.
Además, nos comprometemos a informar periódicamente sobre en qué y cómo invertimos el dinero recibido. Queremos que cada persona que done, sepa con claridad que está aportando a un periodismo ético, transparente y comprometido con las causas que realmente importan.
Queremos que sientas que, al donar, no solo estás financiando periodismo: estás defendiendo los bosques, el agua, la vida. Estás ayudando a luchar para evitar que miles de hectáreas desaparezcan con todo su ecosistema. Estás apostando por un modelo en el que la verdad no dependa de intereses mezquinos ni del silencio institucional.
Te invitamos a que seas parte de esta campaña.
Para que nadie nos calle.

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