
En un mundo dominado por el fast fashion y la producción masiva de prendas que terminan contaminando el planeta, la diseñadora boliviana Verónica Zapata ha elegido un camino distinto. El de la moda con conciencia. Vegetariana desde hace más de treinta años y defensora de los animales desde su infancia, ha convertido su pasión por la naturaleza en el eje central de su trabajo creativo. Su propuesta combina reciclaje, innovación textil y respeto por las comunidades indígenas, para demostrar que la belleza puede ir de la mano con la sostenibilidad.
Desde los incendios que arrasaron la Chiquitanía hasta la deforestación que amenaza los bosques del país, Verónica Zapata ha asumido un compromiso ambiental que trasciende las pasarelas. Sus colecciones, confeccionadas con materiales reciclados, telas autóctonas y detalles artesanales, son una respuesta a la urgencia ecológica global. En esta entrevista, la diseñadora reflexiona sobre los desafíos de la moda sostenible, la educación del consumidor y el futuro de una industria que busca reconciliar la estética con la ética.
– ¿Qué fue lo que despertó en usted la necesidad de vincular la moda con la protección del medioambiente?
– El relacionar la moda con la protección del medioambiente es algo en lo que vengo trabajando desde siempre. Soy vegetariana desde hace más de 30 años, debido a mi amor por los animales. Mi madre es movima y mi padre trabajaba entre el Beni y Santa Cruz, por lo que siempre tuve animalitos bajo mi cuidado desde niña. Atendía desde loros hasta cardenales y todo tipo de animales que podía rescatar.
El amor a los animales me llevó a adoptar el vegetarianismo, pero también a preocuparme por el calentamiento global y la gran deforestación que existe en nuestro país. En especial, la situación se agravó con los incendios en la Chiquitanía, lo que me impulsó a seguir apoyando desde mi hogar, ya que no estoy capacitada para ser bombera, pero sí para ayudar en el rescate animal.
A partir de ahí, decidí enfocar mi trabajo en la moda hacia la ayuda animal y el rescate. Desde la época de los incendios en la Chiquitanía también realizamos flores “mistela” para colaborar con la emergencia de 2019 y otras posteriores. Así ha sido durante todos estos años: seguir apoyando, sobre todo frente al calentamiento global y la deforestación. Bolivia está entre los países más deforestados del mundo, y eso nos obliga a actuar desde donde podamos.

– ¿Cómo traduce los conceptos de sostenibilidad y reciclaje en sus diseños?
– Mis diseños buscan siempre un enfoque de reciclaje y el uso de materiales ecológicos. En esta colección, lo que se pretende es mostrar que se pueden crear prendas recicladas y combinarlas con piezas de alta costura.
La moda boliviana no contamina como el fast fashion o la moda en serie, que produce de forma masiva y genera los grandes botaderos de ropa, como los que existen en Iquique o en Ghana, África. Lo que busco es que cada prenda que realizo, tanto con telas nuevas como con materiales reciclados, sea un diseño único que pueda usarse varias veces. No es una moda masiva.
En esta colección se trató de mostrar que es posible combinar materiales reciclados —como jeans, cuya manufactura usa muchísima agua— con materiales ecológicos y sintéticos, como plásticos y resinas. Además, incluí distintos sombreros inspirados en animales, para rendir homenaje a la flora y fauna boliviana.
Busco que se recicle, que se cree vestuario nuevo, pero al mismo tiempo que se integre la moda actual, siempre considerando que las prendas sean únicas y no de fabricación masiva.
– ¿Qué materiales son sus aliados principales a la hora de crear piezas ecológicas?
– Mis aliados principales son los telares indígenas, con los que vengo trabajando desde hace más de 15 años. Además, utilizo materiales naturales y, por supuesto, trato de aprovechar hasta los más pequeños detalles de reciclaje. Con los pedazos de tela que me quedan elaboro nuevas prendas, rescatando materiales y colaborando con el medioambiente.
He utilizado mucho el jean, botones reciclados y botellas plásticas, por ejemplo, para crear la base de un top adornado con monedas de 10 centavos que ya casi no se usan. De esa manera busco dar un enfoque ecológico a mis diseños.
Pero lo más importante, creo, es poder crear prendas nuevas con materiales que tengan una larga vida útil, como el jean y otras telas resistentes. En cuanto a innovación textil, estamos haciendo pruebas para crear nuevos materiales a partir de elementos del medioambiente. Mi principal aliado es, sin duda, los materiales reciclados de mis propias telas, además de la innovación en tejidos y el uso de materiales autóctonos de nuestras comunidades indígenas.

– En un mundo dominado por el fast fashion, ¿cómo seducir al consumidor para que valore prendas responsables y duraderas?
– Creo que todo empieza por hacer conocer y mostrar lo que sufren los animales y los seres vivos —del mar y de la tierra— a causa de los desechos de la industria de la moda. Nuestro planeta se está quedando sin agua, y para fabricar un solo jean se utilizan más de 40 litros de agua.
La clave está en concientizar a las personas, capacitarlas y hacerles entender que el fast fashion no produce nada bueno. Estas prendas suelen estar hechas con materiales dañinos para la piel y para el medioambiente, y además pasan de moda rápidamente.
Hay que crear prendas tan especiales y únicas que el consumidor se dé cuenta de que, al comprarlas, está colaborando con el medioambiente. El cambio pasa por la concientización, por dar a conocer y mostrar que se puede estar más cómoda —física y emocionalmente— sabiendo que esa prenda no está dañando al planeta.
– ¿Podría compartir un ejemplo concreto de cómo ha reutilizado materiales para darles una nueva vida en su colección?
– Las faldas de jean están hechas a partir de pantalones enteros que se cortan y se rearman con los retazos del mismo material. Los tops tejidos, por su parte, están confeccionados con tiras de telas licradas tejidas a crochet. Incluso los botones se reúnen cuando están desapareados para adornar distintas partes de un jean o de otras prendas.
También reutilizo pedazos de bordados y desechos textiles para hacer detalles en imanes o terminaciones de prendas. Cada pieza tiene siempre un detalle reciclado, pero también incorpora elementos nuevos o de alta costura —aunque sea una “alta costura artesanal”— porque no se trata de una moda masiva, sino de una moda hecha a mano, con dedicación.
– ¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrenta al producir moda sostenible en comparación con la convencional?
– El diseñador de moda boliviano, en general, ya hace una moda sostenible, porque no existe una manufactura masiva en el país. Nuestra industria es pequeña y artesanal, lo cual nos obliga a innovar constantemente.
A veces nos encontramos con el problema de que el material que queremos no existe en el mercado local, y tenemos que inventarlo o crearlo nosotros mismos. Eso hace que el proceso sea más artesanal, pero también más auténtico.
Creo que el mayor desafío es demostrar que una prenda hecha con detalles reciclados puede ser completamente nueva y de alta calidad. Por ejemplo, uso saldos de telas nuevas —no usadas— o retazos de tejido para crear tops u otras piezas.
Otro reto importante es la falta de conocimiento del público. Hay que culturizar a la gente sobre la sostenibilidad, el cuidado del medioambiente y del agua. Cuando las personas entienden de qué se trata, comienzan a valorar y preferir este tipo de moda.

– ¿Qué rol cree que debe tener la educación del consumidor en la lucha contra el consumismo?
– Creo que la educación es fundamental. Es lo único que puede eliminar el consumismo y formar personas con gustos y compras responsables.
Ya estamos viviendo los efectos del calentamiento global: los calores sofocantes, la deforestación y los incendios que el año pasado quemaron más de 14 millones de hectáreas solo en Santa Cruz, sin contar los otros departamentos.
Cuando una persona entiende que está usando una prenda sostenible, hecha con alta costura boliviana y a medida —una prenda que nadie más tendrá—, ya está dando un paso importante. Pero lo principal es mostrar con imágenes lo que realmente significa el fast fashion: los botaderos de ropa, la contaminación en lugares como Iquique o en África.
Eso fue lo que a mí me hizo reflexionar y me impulsó a reciclar mis propios retazos de tela, reutilizar otras piezas y crear moda ecológica que, además, pueda usarse en el día a día. Es una forma de aportar, como diseñadora boliviana, a una moda más consciente y con un enfoque ambiental.
– ¿Cómo se imagina el futuro de la moda si las prácticas sostenibles se convierten en la norma?
– Creo que el presente y futuro de la moda estará en la creación de nuevos materiales a base de reciclaje. En Europa, por ejemplo, ya se están fabricando telas y cueros ecológicos a partir de algas. En Santa Cruz, la yuca se está usando para crear materiales biodegradables.
También será clave reciclar hasta el último retazo de tela y evitar el uso de químicos en los procesos. Cuanto más orgánico sea un material, más fácil será reciclarlo y lograr que sea biodegradable.
He visto que grandes diseñadores del mundo ya están trabajando con materiales reciclados o colecciones reeditadas. Si no lo hacemos así, la contaminación de la industria de la moda seguirá siendo enorme, especialmente por la producción masiva.
El futuro está en las prendas únicas, en los diseños dinámicos y exclusivos. Hoy ya no están de moda las grandes marcas, sino los diseñadores emergentes que crean piezas no masivas, con identidad propia. La gente busca estilo personal, prendas únicas que combinen calidad, ética y belleza.
Innovar, evitar la contaminación, usar materiales orgánicos y reciclados, producir de manera no masiva: ese es el camino. El futuro de la moda pasa por respetar el medioambiente, crear nuevos materiales no contaminantes e incluir el trabajo artesanal y las tradiciones de distintas etnias del mundo.
Como en el pasado, se trata de tener estilo propio, pero con conciencia: menos cantidad, más calidad.
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