
Bajo el cielo de Montegrande, late el corazón de Loma Santa: la primera área protegida indígena de la Amazonía boliviana. Aquí, en agosto, danzas ancestrales y un encuentro de caciques celebraron la materialización de un sueño milenario.
Desde el cielo, el dron captura la inmensidad de este pulmón verde, pero en tierra, son los guardabosques —vigilantes día y noche— y las trancas comunitarias las que tejen la verdadera protección. Mujeres y hombres T’simanes, portando frutos de la selva e instrumentos de caza, danzaron su historia nómada mientras el bosque seguía respirando.
Esta es la puerta a la Loma Santa que los abuelos soñaron.

Una tranca vigilante se alza cerca del Puesto de Control en Montegrande, barrera física y simbólica que resguarda el territorio de ingresos no autorizados.

Guardianes del día y la noche, los guardabosques protegen el Territorio Indígena Multiétnico con mirada alerta. Su labor: evitar que extraños dañen la naturaleza y todo lo que habita en ella.

Hombres y mujeres T’simanes danzaron la historia nómada de su pueblo, movimientos ancestrales que narran su viaje eterno por las tierras bajas.

Portando arcos, flechas, los T’simanes exhibieron las herramientas que permiten su vida en equilibrio con el bosque.

Cargados de frutos cosechados con sus manos, los T’simanes llegaron a Montegrande ofreciendo los dones que la selva les brinda.

Desde el cielo, la vista de dron descubre la inmensidad de la selva amazónica: verde infinito que late como pulmón del mundo y corazón del territorio protegido.