En las entrañas del Gran Paisaje Chaco-Pantanal de Bolivia, se encuentran, Nancy Barba, una guardaparque del Parque Nacional Otuquis, que se levanta cada día con la misión de proteger uno de los ecosistemas más ricos y frágiles del planeta. Su trabajo, tan vital como los ríos que alimentan el Pantanal, que en la parte boliviana vibra en las tierras orientales de Santa Cruz, se enfrenta a desafíos que pocos pueden imaginar. Mientras el sol despunta, Nancy se prepara para un día más en la lucha contra los elementos y las amenazas humanas.
En Bolivia, —según lo confirma la Fundación Nativa— los Parques Nacionales Kaa-Iya, San Matías y Otuquis, junto a otras áreas protegidas de carácter subnacional e indígena, abarcan alrededor de 9.5 millones de hectáreas. Sumadas a los espacios transicionales que conectan estas áreas, pero que no tienen ningún carácter de protección, conforman un territorio de aproximadamente 12 millones de hectáreas, destacando a Bolivia como la nación con la porción del Chaco mejor conservada.
En Paraguay, la Reserva de la Biosfera del Gran Chaco Paraguayo, que incluye las áreas centrales de Defensores del Chaco, Teniente Enciso, Río Negro, los Parques Nacionales Médanos del Chaco, la Reserva Natural Privada Campo Iris y las Reservas de Cerro Chovoreca y Cerro Cabrera Timané, junto a otras áreas de dominio público/privado y zonas de transición y amortiguamiento, totaliza alrededor de 7 millones de hectáreas.
Este vasto bloque de comunidades naturales del Chaco y zonas con los Bosques Chiquitanos, el Cerrado y el Pantanal, conforma una selva de más de 19 millones de hectáreas. En este mosaico de bosques, arbustos, sabanas y humedales, habitan más de 3,400 especies de plantas, 500 especies de aves, 150 mamíferos, 120 reptiles y 100 anfibios, manteniendo la biodiversidad funcional del Gran Chaco.
Todo un universo de vida que también está a merced de varias amenazas.
Nancy Barba se levanta cada día para recorrer el Parque Nacional Otuquis.
Los incendios forestales son un enemigo constante, particularmente en los meses de sequía. “Los incendios que ingresan de los países vecinos hacia el área protegida en los meses de sequía, y la mucha acumulación de combustible en el pantano, son desafíos enormes,” explica Nancy. A medida que el calor aumenta, también lo hace el riesgo de que una chispa se convierta en una catástrofe. En estos momentos, la destreza y el coraje de los guardaparques son la primera y última línea de defensa para el Pantanal y aunque en estos días el calor se ha ido y el frío gobierna los escenarios, los recuerdos de los incendios queda latente en el aire.
Los riesgos personales no son menores. Nancy habla con una serenidad que solo la experiencia puede proporcionar. “En lo personal, uno de los riesgos es el tema de la salud por la contaminación de los incendios, humaredas y cenizas” cuenta. Trabajar en el Gran Paisaje Chaco-Pantanal, entre dos fronteras, significa estar siempre en alerta, no solo ante la naturaleza, sino también ante los conflictos humanos que se infiltran en esta vasta extensión de biodiversidad.
A pesar de los desafíos, Nancy y sus compañeros guardaparques continúan con su misión, aunque no sin dificultades. “Las necesidades más importantes son infraestructura y equipamiento del campamento, equipos completos para apagar incendios forestales, vehículos adecuados para el pantano, agua, construcción de pozo artesiano y equipos de protección para los guardaparques,” detalla Nancy. La falta de recursos adecuados no disminuye su determinación, pero sí limita la eficacia de su labor en el extenso y complejo terreno del Pantanal.
Pero cada día ella y sus compañeros luchan con todas las fuerzas.
El potencial del Parque Otuquis, por ejemplo, como área protegida es inmenso. Declarado sitio RAMSAR, sus humedales son un tesoro ecológico de importancia mundial. Nancy ve en su trabajo una oportunidad para maximizar ese potencial. “Contando con la logística necesaria, nosotros los guardaparques podemos hacer un trabajo de protección más eficaz y realizar educación ambiental a la gente del lugar y a los visitantes,” dice con convicción. La educación ambiental es clave para Nancy, quien cree que la conservación no solo depende de los guardaparques, sino también del apoyo y la comprensión de las comunidades locales y visitantes.
Es importante el rol de los guardaparques, que cumplen una gran labor para conservar la biodiversidad, destaca Marcos Uzquiano.
Mientras recorre el parque, Nancy observa con ojos atentos y corazón comprometido. Los humedales, hogar de una asombrosa variedad de flora y fauna, vibran con vida. Los sonidos de los pájaros y el susurro del viento en los pastizales crean una sinfonía natural que ella conoce bien. Cada día, cada hora, Nancy y sus compañeros trabajan para asegurar que esta sinfonía no se silencie, que los ecosistemas sigan respirando y prosperando.
Al final del día, mientras el sol se oculta y el Pantanal se sumerge en la penumbra, Nancy reflexiona sobre su labor. “El Gran Paisaje Chaco-Pantanal es un tesoro invaluable. Protegerlo es un deber que va más allá de nosotros, es un legado para las futuras generaciones,” concluye. En la tranquilidad de la noche, los humedales descansan, sabiendo que aún hay quienes están dispuestos a luchar por su supervivencia. En ese rincón de Bolivia, el latido del Pantanal continúa, fuerte y resiliente, gracias a la dedicación de sus guardianes.
Marcos Uzquiano, presidente de la Asociación Boliviana de Guardaparques y Agentes de Conservación, es una voz firme y apasionada por la naturaleza. Para él, la importancia estratégica de las áreas protegidas en Bolivia no es solo una cuestión de biodiversidad, sino un pilar fundamental para el desarrollo integral y sustentable del país. Sus palabras, cargadas de convicción, resuenan con la fuerza de alguien que ha dedicado su vida a la protección de estos tesoros naturales.
“La gran biodiversidad que encierran nuestras áreas protegidas es incalculable,” afirma Uzquiano, señalando no solo los valores naturales, sino también los culturales que estos territorios resguardan. El Gran Paisaje Chaco-Pantanal, en particular, es un refugio crítico para especies emblemáticas como el jaguar. En su vasta extensión, los majestuosos felinos encuentran un santuario donde pueden vivir y prosperar lejos de las amenazas que enfrentan en otros lugares. La relevancia de este paisaje para la conservación del jaguar y otros seres vivos es inmensa.
La labor de los guardaparques en esta región es vital. Cada día, hombres y mujeres como Nancy Barba se enfrentan a desafíos muy importantes para proteger la biodiversidad y salvar ecosistemas críticos. “Es importante el rol de los guardaparques, que cumplen una gran labor para conservar la biodiversidad,” destaca Uzquiano. Su trabajo no solo implica patrullar extensiones de bosque y combatir incendios forestales, sino también educar a los visitantes sobre la importancia de la conservación.
Los guardaparques son también pilares fundamentales durante las largas jornadas porque se enfrentan al fuego incluso arriesgando sus vidas. Foto: Wilder carrillo.
Sin embargo, la tarea de los guardaparques no es fácil ni exenta de riesgos. Los incendios, la contaminación, y las amenazas políticas son solo algunas de las adversidades que enfrentan. A pesar de esto, su compromiso y dedicación son inquebrantables. “Es clave que el Estado pueda reforzar el compromiso y la importancia que merecen los guardaparques,” insiste Uzquiano. El apoyo estatal, en términos de recursos y reconocimiento, es esencial para que estos héroes anónimos puedan continuar con su valiosa labor.
En el Gran Paisaje Chaco-Pantanal, la presencia de los guardaparques es una constante de esperanza. Equipados con conocimientos y una profunda conexión con la naturaleza, estos defensores del medio ambiente trabajan incansablemente para proteger un legado que va más allá de las fronteras nacionales. Cada jornada, enfrentan las llamas de los incendios con valentía y luchan contra la deforestación que amenaza con desmantelar el frágil equilibrio de este ecosistema.
La visión de Uzquiano para el futuro es clara: un Bolivia donde las áreas protegidas son valoradas no solo por su belleza, sino por su importancia ecológica y cultural. En este escenario, los guardaparques son vistos como custodios indispensables de un patrimonio que pertenece a todos. La conservación del Gran Paisaje Chaco-Pantanal es una tarea monumental, pero no imposible. Con el compromiso adecuado, tanto de las autoridades como de la sociedad civil, es posible asegurar que este refugio de biodiversidad continúe siendo un bastión de vida.
Mientras el sol se pone sobre las vastas llanuras del Pantanal, bañando el paisaje en tonos dorados y anaranjados, el eco de las palabras de Uzquiano resuena con fuerza. “Proteger la biodiversidad es proteger nuestro futuro,” enfatiza. En cada rincón de este magnífico territorio, la lucha por la conservación continúa, impulsada por la determinación y el amor de quienes han hecho de esta causa su misión de vida. El Gran Paisaje Chaco-Pantanal, con su riqueza inigualable y su belleza indescriptible, sigue latiendo gracias al esfuerzo incansable de sus guardianes.
Antonio Bejarano, guardaparque del Parque Nacional Otuquis, vive cada día con la misión de proteger uno de los ecosistemas más frágiles y ricos del planeta. “Los y las guardaparques somos agentes de conservación,” dice con convicción, mientras describe la amplia gama de tareas que realiza. Desde el control y vigilancia de las áreas protegidas hasta la atención a visitantes y la colaboración con los pobladores locales, Bejarano y sus colegas son los guardianes de este santuario natural. Su labor no se limita a la mera protección; también se involucran en actividades de educación ambiental en colegios y apoyan investigaciones científicas que se desarrollan en la zona. Además, enfrentan un desafío constante: los incendios forestales que cada año amenazan con devorar el Parque Nacional Otuquis.
En lo personal, uno de los riesgos es el tema de la salud por la contaminación de los incendios, humaredas y cenizas. En lo profesional, las amenazas políticas también son un reto, cuenta Nancy.
La capacitación de Bejarano y sus compañeros en el combate de incendios forestales es vital, especialmente en un ecosistema como las sabanas del Pantanal, donde los pastizales ligeros actúan como combustible natural. “Estamos también capacitados para el combate de incendios forestales,” afirma, subrayando la recurrencia de estos eventos en Otuquis. Los incendios no solo destruyen la flora y fauna, sino que también ponen en peligro la estabilidad del delicado equilibrio ecológico de la región. La experiencia y preparación de los guardaparques son esenciales para mitigar estos desastres y asegurar la supervivencia de este invaluable paisaje.
Bejarano enfatiza la necesidad de que la población tome conciencia y apoye activamente la conservación del medioambiente. “Es muy importante que la población crea conciencia y pueda apoyar el cuidado del medioambiente,” insiste. Su trabajo no es solo para el presente, sino para el futuro de todo el mundo. Los guardaparques como él no solo protegen el Parque Nacional Otuquis para ellos mismos, sino para las generaciones venideras. En su compromiso diario, Bejarano refleja la esperanza de que, con el apoyo y la concienciación de todos, este hermoso rincón del planeta pueda seguir siendo un refugio seguro para la biodiversidad que alberga.
Juan Carlos Catari, un biólogo que conoce bien estas tierras, subraya su importancia: “La importancia del Gran Paisaje Chaco-Pantanal es alta, así como sus necesidades. Los guardaparques son un nexo entre la naturaleza y las autoridades de turno, ya que son ellos los que están en el monte y las pampas… son ellos los que caminan bajo el sol, para mandar un reporte a su coordinador y éste envíe los datos a una autoridad que está en una oficina con aire acondicionado“.
Sin embargo, el compromiso de los guardaparques enfrenta una serie de obstáculos que ponen en riesgo su efectividad y, por ende, la conservación de este invaluable paisaje. “Las autoridades no se preocupan en que este nexo sea constante, y este reporte tenga buenos datos, dada la carencia de suministros, capacitación técnica, sueldos bajos, e inestabilidad laboral,” señala Catari con una mezcla de frustración y preocupación. A esto se suma el hostigamiento de avasalladores y la falta de apoyo legal del gobierno hacia sus guardaparques, dejándolos vulnerables en una lucha desigual. Así, en medio de la majestuosidad del Chaco-Pantanal, los guardianes de la biodiversidad continúan su labor esencial, a pesar de las adversidades que los acechan tanto desde el entorno natural como desde la indiferencia institucional.
En el inmenso y enigmático Gran Paisaje Chaco-Pantanal, los guardaparques se mueven como sombras, dedicados a una labor que a menudo pasa desapercibida pero que es vital para la conservación de este ecosistema único. Algunos de ellos, prefiriendo mantener sus nombres en el anonimato debido a las constantes amenazas que acechan a las áreas protegidas, han compartido sus experiencias. “Realizamos una gran labor, estamos entregados cien por ciento a nuestro trabajo en la protección del bosque,” dice uno de ellos, sus palabras impregnadas de una pasión que trasciende el miedo.
La amenaza de los incendios forestales es una constante en su vida. Cada año, estos desastres naturales llegan más temprano, exigiendo una preparación y una respuesta rápidas. “Nos preparamos constantemente para actuar rápidamente en contra de los incendios forestales,” afirma otro guardaparque. Su entrenamiento no es solo físico, sino también mental, ya que cada nueva temporada de incendios trae consigo desafíos impredecibles. La lucha contra el fuego se convierte en una batalla diaria, librada con valentía y determinación.
En la espesura del bosque, estos guardaparques patrullan incansablemente. Saben que cada paso que dan, cada reporte que envían, es crucial para la protección de la biodiversidad que el Gran Paisaje Chaco-Pantanal alberga. “Estamos comprometidos con la naturaleza, porque sabemos lo que está en juego,” comenta uno de ellos. Su conexión con el entorno es profunda, casi espiritual, y se refleja en cada acción que emprenden.
A pesar de su entrega, las amenazas no solo provienen de la naturaleza. Existen intereses oscuros y fuerzas que buscan explotar y despojar estas tierras de su riqueza. “Hay amenazas que nos preocupan, pero no podemos detenernos,” confiesa un guardaparque, su voz firme a pesar de las amenazas que llegan de poderes relacionados a la extracción ilegal de los recursos naturales.
El silencio del Pantanal al caer la noche es interrumpido por el eco lejano de los pasos de los guardaparques que están atentos a cualquier amenaza. Los guardaparques, héroes silenciosos, continúan su vigilia. En sus corazones arde una llama de esperanza y resistencia, una llama que no se apaga a pesar de los obstáculos. “La protección del bosque es nuestra vida, nuestra misión,” coinciden. Y así, en la vastedad del Gran Paisaje Chaco-Pantanal, su labor sigue siendo una luz en la oscuridad, una promesa de que la naturaleza tendrá siempre sus defensores, aunque, muchas veces, sus nombres permanezcan en las sombras.
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