Las mujeres de la Chiquitanía realizan una valiosa labor en las cuadrillas de emergencia y primera respuesta a los incendios forestales. Muchas mujeres decidieron contribuir como bomberas a la salvaguarda de sus comunidades y municipios a partir los incendios de 2019, que arrasaron más de tres millones de hectáreas en la región. Su contribución es crucial para detener la pérdida del bosque Chiquitano y todas las formas de vida sustenta, especialmente este 2024, en el que los incendios forestales han sido catastróficos, afectando mayoritariamente a territorios indígenas y áreas protegidas.
Conversamos con Marina Justiniano sobre su experiencia como bombera voluntaria. Marina forma parte del directorio de la Organización Regional de Mujeres Indígenas Chiquitanas (ORMICH) y ha sido fundadora y expresidenta de la Organización de Mujeres de Comunidades Indígenas Chiquitanas – Robore (OMCICH-R). Luchadora incansable y comprometida con el cuidado y la defensa de la naturaleza, de los territorios indígenas y de los derechos de las mujeres, nos comparte su opinión sobre las causas de los incendios que están devastando la Chiquitanía y cómo las mujeres indígenas chiquitanas se han capacitado para estar en primera línea protegiendo sus comunidades de los incendios forestales.
– Los incendios forestales en Bolivia, este 2024, empezaron muy temprano, desde julio, y durante más de cuatro meses han quemado más de 10 millones de hectáreas. En algunos casos, hay quienes buscan la criminalización del uso del fuego por parte de las comunidades. ¿Cuál es su análisis de lo que está pasando en la Chiquitanía?
– Muchas gracias por darme la oportunidad de poder charlar, poder expresar nuestro dolor, nuestros sentimientos por todo lo que pasa en la Chiquitanía, especialmente nosotras las mujeres que somos las que más sufrimos. En mi pensar, cuando charlamos entre bomberos, tanto hombres como mujeres, porque estamos al frente, exponiendo nuestra vida, somos de carne y hueso y sentimos dolor. Y pensamos que esto son cosas a propósito contra nosotros, los indígenas, porque siempre nos achacan a nosotros que somos los que quemamos.
Sin embargo, esa ha sido nuestra cultura de años, de las vivencias de nuestros ancestros. Como gente humilde del monte, del campo, siempre se ha chaqueado (corte y quema de la vegetación para cultivar) para sembrar, porque nosotros no sembramos con máquinas, con arados, sino lo hacemos de forma manual, con hacha, con palo. Entonces, hay que chaquear para poder sembrar, para que de ahí nos podamos sustentar. Y ahora en este tiempo que aparece tanta gente que cultiva grandes extensiones, que eso ya es a maquinaria, no es pues manual. Entonces, no podemos compararlo con las extensiones de kilómetros, de leguas de deforestación para sembradíos de soya de los grandes agroindustriales. Y me parece que ahora se está viniendo eso del fuego que aparece en un lado, en otro lado, a propósito como para querer quitarnos nuestras tierras de nosotros, la gente humilde, a nosotros los indígenas. Porque ahora donde queman ese campo, ese bosque, y donde está quemado, llega la gente y se asienta.
O ya sea que también, si nos queman nuestro territorio, y ¿qué hace la gente? migrar, porque no hay para el sustento de la familia. Dejan, abandonan esa tierra, entonces el migrante viene y se asienta. Y ya a la vez no tenemos derechos, y si reclamamos, no nos oyen, nuestras voces no son oídas. Entonces me parece que ese es el propósito de quemar: Incendiar silenciosamente, despojarnos de nuestras tierras, de nuestros territorios, que año a año hemos vivido ahí. Porque, como digo yo, han sido nuestras culturas, nuestros conocimientos y todo lo que nos han dejado nuestros ancestrales, que se están perdiendo poco a poco, pero pensamos rescatarlos de vuelta.
– ¿Cree que esta opinión que usted tiene, se comparte en las ciudades? ¿Cree que hay oportunidades para tejer alianzas y fomentar la solidaridad entre las ciudades y lo que está pasando en los territorios indígenas?
– Bueno, yo creo que los de la ciudad piensan de otra manera porque tienen otra forma de vivir, es otra vida. Nosotros vivimos en el monte, en el campo, es otra situación. Y no creo que piensen igual que nosotros, por eso digo que siempre dicen: “Ah, los indígenas son los que hacen el fuego, los indígenas son los que queman”.
Nosotros pensamos así porque nosotros lo vivimos, lo sufrimos, en cambio el de la ciudad, trabaja, tiene a manos llenas, tiene los sacos llenos, como dice, va a la tienda, saca y come y toma y bebe y todo. En cambio, nosotros no, porque tenemos que trabajar nuestras tierras, para que de ahí haya para la economía, para el sustento de la familia y si hay para vender, se venden, pero no en grandes cantidades. Mucha gente ha emigrado por motivo de esa situación, por trabajo, entonces también ellos (en las ciudades) deberían de pensar y conocer. Como decimos, que nos escuchen, que nos apoyen, ¿no? No desconocer, sino que haya un apoyo.
– ¿Qué le inspiró a aprender el trabajo de bombera voluntaria?
– La necesidad. A pesar de mis años, tengo 68 años, pero tal vez mi caparazón es de vieja, pero mi corazón, mi alma, mi espíritu es de joven. Me gusta inspirar, me gusta ayudar, me gusta siempre contribuir. En mi comunidad llegaron a capacitar y no había hombres, éramos puras mujeres las que fuimos a ese taller a ver qué era, porque no sabíamos qué era. No había hombres, pero estábamos nosotras las mujeres que somos todo en la casa, en el campo, en el monte. Tenemos capacidad y quisimos demostrar que nosotras también podemos. Les dije – es una necesidad que haya equipos de bomberas, de mujeres, que nos capacitemos. Porque qué tal, así como ahorita no hay hombres, se han ido todos a trabajar fuera, y quienes estamos en la comunidad somos las mujeres. Y qué tal que llegue un incendio, ¿cómo nos vamos a defender si no sabemos? Entonces, se quedaron y nos capacitaron, nos dieron clase y ya de ahí empezamos.
– ¿Quienes les capacitaron como bomberas?
– De Nativa, una ONG que también está en Roboré. Entonces, dijimos, nosotras las mujeres también podemos estár al frente. Nosotras somos capaces. Lo que hacen los hombres también nosotras lo podemos hacer. Y así nos capacitamos y yo, como era presidenta de la Organización de Mujeres en el municipio de Roboré, entonces hice mi equipo de bomberas ahí de la Organización de Mujeres.
– ¿Cuántas mujeres fueron capacitadas como bomberas?
– Cinco. Estaba Sofía, que está en la foto, es mi compañera de cuadrilla con la que siempre salimos juntas las dos. Estaba Josefa, Arabel, Cambia, y mi persona. Somos las cinco de la Organización de Mujeres. Como somos de distintas comunidades, ya han hecho sus cuadrillas de bomberos también en distintas comunidades, ya se han animado. Ya casi en todas las comunidades hay cuadrillas de hombres y mujeres. Ya se animaron y va bien porque siempre, no solamente las mujeres servimos para ir a apagar el fuego porque, por ejemplo, en esta última quema yo casi no participé por mi edad. Pero ya cuando toca los rastrillajes (en los que se evidencia si el incendio ha remitido y se rescata y ayuda a la fauna afectada) nos toca ir a nosotras las mujeres. Pero también podemos ir a cooperar, por ejemplo, a cocinar o a llevar un balde de agua, chicha, refresco para repartirle a los que están al frente. Ahí estamos cooperando, estamos ayudando.
– ¿Cuáles son los principales retos y dificultades de ser mujer bombera en primera línea de los incendios?
– Hay dificultades a veces cuando el fuego es muy fuerte. Entonces los que van son más que todo los hombres. Pero cuando ya se aplaca el fuego, entonces ya las mujeres entramos en los rastrillajes. Vamos a ver dónde hay fuego, si quedan las brasas, o palos prendidos, entonces vamos a apagar eso. Pero no vamos solitas, vamos con el grupo con hombres, porque ellos van equipados, todos vamos equipados con nuestras herramientas, a lo que nos toque. Entonces si hay madera, todavía, o palos caídos, hay que hacer la senda. Los hombres van picando con sus máquinas y nosotros las mujeres vamos apartando.
– ¿Qué se dice de las mujeres que hacen este trabajo? ¿Hay creencias o dichos en la región para las mujeres que son bomberas?
– Mire que hasta ahora no. Solo nos felicitan, que como mujeres estamos al frente, que como mujeres estamos yendo, estamos acompañando. Porque es una lucha, como digo, nosotros las mujeres somos las guardianas de la naturaleza y de todo ser vivo. Desde el que se expresa hasta el que no se expresa.
“Nos felicitan, que como mujeres estamos al frente, que como mujeres estamos yendo, estamos acompañando”
– ¿Qué oportunidades le otorga el ser mujer bombera?
– Oportunidades de proteger nuestra flora, nuestra fauna y nuestra familia.
– ¿Cree que hay oportunidades para que sus conocimientos indígenas, en el uso del fuego y sus prácticas ancestrales, sean la base para el manejo de los incendios forestales, tanto antes, durante, como después de los incendios?
– Yo creo que, cuando hay un incendio en un lugar, el que tiene que estar adelante, no es la gente que llega de fuera a apoyar. Porque no tienen conocimiento del monte, no conoce a qué rumbo va a ir el fuego, cómo va a ir, aunque sea capacitado, estudiado y todo, más que nosotros. Porque nosotros no tenemos ese conocimiento, no tenemos esos estudios, como gente que viene de otros países, los grandes bomberos. Pero, sin embargo, nosotros conocemos nuestro monte, nuestro territorio, y sabemos cómo está y qué rumbo puede tomar el fuego, dónde hay peligro, dónde no hay. Los dueños de la casa conocen su casa, y el que viene de afuera no conoce. Y a veces no nos dan valor. Porque luego dicen, los comunarios de ahí ayudaron, apoyaron. Pero vinieron de tal parte los bomberos… y les dan gracias, les felicitan y todo eso. Y a nosotros como dueños de la casa no valoran ni agradecen nuestra labor.
– Y más allá de los incendios forestales, como mujer indígena, ¿qué significa el fuego para usted? ¿Cómo lo utiliza en su vida cotidiana, en su día a día?
– Tenemos dos pensamientos del fuego. Fuego bueno y fuego malo. El fuego bueno, porque nosotros como indígenas, para nuestro cultivo, para nuestro chaqueo, lo usamos. Sabemos controlarlo. Y también para nuestro uso cotidiano, diario, también, porque cocinamos a leña, y es una comida riquísima, que la apreciamos y que mucha gente dice: “Ah, yo quiero un horneado, por ejemplo, hecho al horno a leña, dicen, es otro sabor”. Una comida, así sea, una sopita, un locrito, es otro sabor hecho a leña. Y para nosotros es bueno. Y es malo cuando se sale de control el fuego. Eso es malo para nosotras. Porque arrasa con todo, no mira, es atrevido, es malo. Nos devora a todos. A todos digo porque si nosotras, como bomberas, muchas veces estamos apagando acá, que no es un fuego tan alto, pero cuando nos damos cuenta una chispa, una fruta, por ejemplo, el totaí, esa cala revienta y ¡fum! Se va, y se extiende más el fuego. Y sin darnos cuenta nos rodea también. Hay que tener mucho cuidado en eso. Hay que tener precaución. Por eso te decimos que hay fuego bueno y fuego malo también. Acecha nuestras vidas.
– ¿Cómo utilizaban el fuego sus madres, sus abuelas? ¿Y cómo lo utilizan ustedes ahora?
– Bueno, como digo, en el chaqueo, en la casa hacemos hornilla y ahí ponemos nuestros palos de leña para cocer nuestra alimentación. Y así antes también hacían nuestros abuelos, nuestros ancestrales. Y la quema igual se hacía también, pero como digo, ellos sabían porque se cuidaban para que el fuego no se fuera de control, abrir brechas a ambos lados. Y se hacía una minga (trabajo comunitario en los pueblos indígenas). O también se conocen los tipos de quema, porque hay también contrafogueo. Entonces en medio de la quema vienen y se encuentran esos fuegos y ahí se apagan. Entonces no salen ni para acá ni para allá, porque en ambos lados se vienen para acá y los salen para allá. Tampoco se puede quemar cuando está venteando, solo cuando el tiempo está calmado.
Además, cuando se limpian los barbechos, los árboles grandes, frondosos, de todo eso se aprovechan las maderas, ya sea para leña para nuestro fuego. Antes tampoco usaban un cerco de alambre. Toda esa madera se sacaba para cercar, para el palo y cercar con esa misma que se chaqueó, los palos gruesos. Y lo que servían de maderable para hacer las casas también se apartaba para su uso.
Se mira donde no hay muchas plantas medicinales para quemar, porque eso hay que cuidar también. Las plantas medicinales con las que nos curamos, es nuestra forma de vida, nuestra salud. Igual las frutas silvestres, que esa es una alimentación tanto para nosotros como para los animales. Y como somos artesanas, recolectamos semillas. Y si no cuidamos, pues es lo que nos pasa ahora. Estamos ya pobres en los remedios medicinales porque está todo quemado. Llega el fuego, no pregunta si sirve, si no sirve o qué pasa. Y tampoco hay semillas porque todo se ha quemado. Las aves migran. Las pocas que quedaron, migran al pueblo. Ya no son silvestres, casi que ya son, como decimos, aves mansas, porque llegan a buscar de la necesidad. El poco de fruta que hay, ellas se la comen.
Y bueno, pues hay que cuidar la vida para que nuestros sucesores también conozcan. No sea solamente una leyenda, o lo conozcan en dibujitos. Hay que cuidar para que nuestros nietos y bisnietos, conozcan. Y también ojalá ellos también lo sepan cuidar. Por eso ahora digo que hay que tomar en cuenta la juventud a la niñez. Especialmente incentivar, enseñar. Porque ellos son el futuro. Solo Dios sabe qué va a pasar más después. Pero que ellos conozcan.
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Autores
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Isabel Díaz Reviriego
Es investigadora en la Universidad de Leuphana de Luneburgo, Alemania. Investiga sobre la pluralidad de conocimientos, prácticas de manejo y formas de vivir con la naturaleza desde una perspectiva feminista. Desde 2022 colabora con la Organización Regional de Mujeres Indígenas Chiquitanas (ORMICH) para entender y apoyar a la visibilización de las experiencias cotidianas de las mujeres indígenas con los cambios socioambientales en la Chiquitanía.
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Marién González Hidalgo
Es investigadora en la Universidad Sueca de Ciencias Agrarias (SLU). Está especializada en estudios de ecología política y análisis de impactos psicosociales de conflictos ambientales. Actualmente lidera un proyecto con perspectiva feminista sobre los incendios forestales.