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Tara fue rescatado en septiembre de 2024 por una familia de la comunidad Santa María, en la región de Guarayos (Santa Cruz, Bolivia). Aunque el fuego no llegó directamente a esta zona, el humo tóxico sí lo hizo, cobrando la vida de decenas de perezosos y otras especies. Tara fue encontrado aferrado al cuerpo sin vida de su madre, exhausto y deshidratado, hasta que finalmente cayó al suelo. Fue entonces cuando la familia lo llevó a la Comunidad Inti Wara Yassi (CIWY), un santuario que se convirtió en su refugio y centro de rehabilitación.
El proceso de recuperación de Tara no fue fácil. Bajo la supervisión de la veterinaria española Irene González, el equipo comenzó a trabajar en su rehidratación, administrándole suero subcutáneo y monitoreando sus signos vitales. Sin embargo, los desafíos no terminaron ahí. Tara presentaba anemia, trauma psicológico y dificultades para ganar peso, lo que hacía que su recuperación fuera un camino lleno de incertidumbre.
Para ayudarlo a recuperar su instinto salvaje, Tara estuvo en tres recintos: uno que era el de cuarenta, para evitar cualquier riesgo fitosanitario; otro cerca de la clínica, para garantizar el monitoreo de la veterinaria; y posteriormente el que estaba en la selva. Este espacio le permitió estar en un entorno más natural, lejos del contacto humano constante. Lucas Hulot, un veterinario francés, recuerda cómo uno de los mayores retos fue identificar las hojas que Tara prefería, como las del ambaibo, toborochi, pacay y cacao, para asegurar su alimentación y bienestar.
Cinco meses después de su rescate, el equipo de biólogos y veterinarios del Santuario Ambue Ari, que cuenta con 1.000 hectáreas de terreno seguro, determinó que Tara estaba listo para ser liberado. Su estado de salud es óptimo, y ahora forma parte de un espacio donde conviven animales silvestres y especies en rehabilitación, lejos de las amenazas de la caza y los incendios.
La historia de Tara es un testimonio de supervivencia y el esfuerzo colectivo que requiere la conservación de la vida silvestre. Veterinarios y biólogos trabajaron incansablemente para devolverle la libertad a este pequeño perezoso, demostrando que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza y la dedicación pueden marcar la diferencia.
El sueño de quienes luchan por la conservación es que, algún día, animales como Tara puedan vivir libres en su hábitat natural, sin enfrentar los peligros del tráfico ilegal, la caza furtiva o los incendios forestales. Mientras tanto, Tara sigue siendo un símbolo de que, incluso en medio de la devastación, la vida encuentra una manera de abrirse paso.
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