
Las voces del bosque seco chiquitano han comenzado a escucharse más allá de sus fronteras de Bolivia. Con la fuerza de los árboles que resisten los incendios, con la firmeza de las mujeres que luchan incansablemente, el documental “Mi cuerpo, mi territorio: la lucha de las mujeres indígenas chiquitanas por su casa grande”, ha sido seleccionado para participar en el Festival Internacional de Cine del Medio Ambiente SUNCINE, en su 32ª edición, que se celebrará entre el 30 de octubre y el 23 de noviembre de este 2025, en Barcelona y Calafell, España.
Esta noticia no solo emociona: hace historia. Porque SUNCINE no es cualquier festival, es el festival de cine medioambiental más antiguo del mundo, nacido en 1993, con un recorrido que lo ha convertido en referente mundial del documental ambiental. Su misión va más allá del entretenimiento: combina arte, educación y activismo. Con un formato “multipantalla”, sus películas llegan a millones de personas a través de televisiones públicas, salas de cine, plataformas de streaming como CaixaForum+ y, sobre todo, a miles de escuelas e institutos donde el cine se convierte en herramienta de conciencia y transformación.
Este año, “Mi cuerpo, mi territorio”, ha sido seleccionado dentro de la prestigiosa Sección Monarca, dedicada a los documentales de alto impacto social y ambiental. Será proyectado de forma gratuita en toda España a través de la plataforma online del festival y muestras itinerantes en Europa y América Latina.
El documental es el resultado de una alianza creativa y comprometida entre Revista Nómadas y el proyecto BioKultDiv de la Universidad Leuphana de Lüneburg (Alemania), junto a la Organización Regional de Mujeres Indígenas Chiquitanas (ORMICH). La dirección estuvo a cargo del periodista y documentalista Roberto Navia, con la cámara sensible y poderosa de Karina Segovia, la edición y diseño sonoro de Andrés Navia, la voz en off de Carla Arana, el guion afinado por Isabel Díaz Reviriego, y la identidad visual del cartel diseñada por Jan Hanspach. A esto se suman los aportes valiosos de Maicol Albert (Fundación NATIVA) y Alejandro de los Ríos, que ayudaron a sostener este proyecto hecho con compromiso y ternura.
Pero quienes verdaderamente sostienen esta historia son seis mujeres indígenas chiquitanas que, desde distintos rincones de la Chiquitanía, luchan con el alma. Rosa Pachuri, presidenta de la ORMICH, es el pilar de una organización que alza la voz de las mujeres. Marina Justiniano, bombera y autoridad indígena, desafía el fuego con manos de justicia. Dorys Chacón y Seferina Tomichá Surubí, tejedoras de cultura y resistencia. Eva Melgar, de la OMIR, y Aylín Vaca Díez, cacique de Género y Juventud de la CICOL, completan este círculo de fuego y palabra.
Tras su estreno en Concepción, San Ignacio de Velasco y Santa Cruz de la Sierra, donde generó intensos conversatorios con comunidades y defensores del territorio, “Mi cuerpo, mi territorio” da ahora un salto internacional, llevando consigo una historia tan íntima como universal. Porque donde haya bosques, mujeres, lenguas vivas, agua, dignidad y lucha, hay un espejo que nos interpela a todos.
Este viaje al corazón de Europa no es solo un reconocimiento cinematográfico: es un acto de justicia poética y política. Un mensaje claro de que las historias contadas desde la raíz pueden florecer en cualquier tierra. Y que cuando las protagonistas son mujeres que cuidan la vida, el cine deja de ser solo imagen para convertirse en movimiento.

Hoy, las mujeres indígenas chiquitanas entran al SUNCINE con la frente en alto, llevando en sus voces el canto del monte y la memoria de los pueblos. Y el mundo —al fin— las escucha.
“Para mí, esto es una verdadera alegría, un sueño hecho realidad. Es el fruto del trabajo colectivo de todas las mujeres indígenas chiquitanas, para que nuestras voces sean escuchadas a nivel internacional”, expresa Rosa Pachurí, presidenta de la Organización Regional de Mujeres Chiquitanas (ORMICH).
Para ella, este documental no solo representa una obra audiovisual, sino un acto profundo de memoria y reivindicación. “Es un sueño, porque ahí se escuchan nuestras voces, nuestras emociones más profundas, en ese momento en que nuestra Casa Grande ardía. Lo que sentimos las mujeres está plasmado ahí: el dolor, la resistencia, el amor por nuestra tierra”, afirma. Y agrega: “Es un relato contado desde la vivencia, desde el sentir de cada mujer que decidió defender su casa, su biodiversidad… y también el planeta, porque lo que ocurre en la Chiquitanía afecta a todo el mundo”.
Pachurí destaca además la importancia de que este mensaje haya comenzado a cruzar fronteras: “Estamos agradecidas de que esto se escuche no solo a nivel nacional, sino también internacional. Que en otros países se sepa lo que vivimos en la Chiquitanía, lo que aún estamos viviendo en Bolivia”.
Y concluye con una invitación abierta: “Por eso, queremos que más personas se sumen a esta causa. Desde donde estén, desde donde nos escuchen, pueden hacerlo a través de este documental que lleva nuestras voces al mundo”.
Desde Alemania, donde vive Isabel Díaz Reviriego, dice, con emoción: “Es un honor y una gran alegría que nuestro corto documental haya sido seleccionado para participar en un festival tan prestigioso. Esta selección significa mucho para mí como investigadora comprometida con las mujeres que inspiran este trabajo, ya que reconoce las historias de vida, las luchas y la determinación de las lideresas indígenas chiquitanas por transformar su realidad cotidiana, y permite que su voz llegue más allá de las fronteras de Bolivia”.
Es, además—enfatiza— un estímulo para seguir generando espacios de encuentro y diálogo de saberes, donde voces diversas y experiencias que con frecuencia son invisibilizadas puedan ser escuchadas, valoradas y tenidas en cuenta en procesos de toma de decisiones que afectan directamente los modos de vida y los territorios indígenas de la Chiquitanía.
Para Karina Segovia, la selección de Mi cuerpo, mi territorio por parte de SUNCINE es un hito profesional y un reconocimiento profundamente personal y para todo el equipo de enorme talento y profesionalismo. Como directora de fotografía del documental, Karina caminó durante días enteros por el territorio chiquitano, acompañando a las protagonistas, buscando no solo la mejor luz, sino también el alma misma del paisaje y de las mujeres que lo habitan. “Que un festival de primer nivel y con tanta trayectoria como SUNCINE valore nuestro trabajo es una reafirmación de que las historias nacidas desde lo más profundo de los territorios también pueden —y deben— ser vistas en las pantallas del mundo”, reflexiona Karina. Su mirada, sensible y comprometida, ha logrado capturar no solo imágenes, sino emociones, resistencias y esperanzas.
Para Roberto Navia, director del documental, la selección en el festival de cine ambiental más antiguo del mundo representa una validación profunda y estética de una manera de hacer cine que nace desde el periodismo comprometido y se transforma en testimonio audiovisual. “Es una gran alegría y también una gran responsabilidad. Este reconocimiento no es solo para nosotros como equipo creativo, sino para las mujeres chiquitanas que confiaron en nosotros sus historias, sus silencios y su valentía”, afirma Roberto. Estar en SUNCINE, añade, “es una señal de que el cine hecho con el corazón, desde el territorio y en comunidad, tiene la fuerza suficiente para derribar fronteras y dialogar con el planeta entero”.
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