
El aroma a tierra húmeda se sintió entrar en la Casa Melchor Pinto, de Santa Cruz de la Sierra, el pasado 22 de abril, cuando cinco mujeres de la Chiquitanía y la Amazonia boliviana, tomaron la palabra. Sus manos —hábiles en el arte de transformar frutos en sustento— sostenían ejemplares del flamante libro Mujeres que cuidan el bosque, una obra que cuenta sobre sus vidas con los ciclos del monte. La presentación, liderada por la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), y apoyada por la Cooperación Española, de Suecia y la Unión Europea, fue el reconocimiento a un trabajo silencioso que se está dando, cada vez con mayor fuerza, en las entrañas de la naturaleza y las comunidades indígenas.
La presentación del libro fue arropada por un conversatorio donde asistieron las mujeres que cuentas sus historias en la obra. A viva voz, compartieron su día a día sobre cómo logran aprovechar del bosque sin lastimarlo. Por el contrario, haciendo que el sus labores sean una fortaleza para ayudar a protegerlo.
Todas las historias tuvieron concentrados a los asistentes. Laida Costaleite, con 64 años recorrer Quituquiña (San José de Chiquitos) en busca de totaí. Recuerda que el fruto era medicina en manos de mi madre. Y en el salón donde su voz revolotea como un ave, es fácil imaginar el tacú donde molían el remedio para la fiebre que de vez en cuando afectaba a los familiares de Laida. Su relato fluye hacia el presente, donde lidera a un grupo que extrae aceite sin dañar las palmeras. Cuando las primeras gotas doradas brotaron de la prensa, supo que estaba rescatando algo más que un fruto olvidado.
La voz de Laida es una música constante. Mientras habla, también sonríe y a veces se ríe y provoca que uno quiera salir en busca del bosque, allá donde ella vive y hace del totaí se haya convertido en una fuente valiosa de ingresos.
Esa conexión entre tradición y emprendimiento se repite en María Antonieta Castedo, a quien cariñosamente le dicen “Chachi”, cuya voz resuena con la autoridad de ser la presidenta de la “Asociación de productores árbol de la vida lpias” y del grupo de mujeres de la comunidad. Mientras explica cómo el pesoé —una semilla que su comunidad usaba contra quistes— se convirtió en sustento, sus palabras revelan un doble desafío. El trabajo implica que caminen para recolectar los frutos y también remarca que los hombres de la comunidad, que al principio dudaban, ahora son aliados en la asociación. El proyecto, que comenzó con talleres de FAN, es ahora una importante defensa contra la deforestación.
La transición hacia nuevas generaciones se hace visible con Érica Pérez, de 29 años, quien equilibra su rol como segunda cacique en Yorobobá con la crianza de tres hijos. Ella y todas las mujeres de su comunidad sabe que el copaibo les enseñó que se puede extraer el aceite del árbol maravilloso, sin lastimarlo.
Años antes, cuenta, se cortaban los árboles para extraer ese líquido que es una medicina muy importante para la salud humana, peor ahora, gracias a las capacitaciones que han recibido, ya saben la técnica para perforar el tronco, colocarle un tubito y así permitir que el aceite y el agua salgan de las venas del árbol.
El aceite, logran transformarlo en pomadas para aliviar dolores, en gotas que ayudan a relajarse, en champú que son cotizados por quienes valoran la naturaleza y sus frutos que permiten tener una vida fusionada al medioambiente.
Su historia de superación —estudió agropecuaria mientras criaba a su hijo— inspira a las jóvenes de su comunidad: Sabe que el bosque da oportunidades para salir adelante, y que la única condición es que hay que cuidarlo como se protege a un ser querido.

La almendra chiquitana escribió un capítulo especial en esta red de esfuerzos. Yuliana Chamo, habitante de la comunidad de San Ceferino, en el municipio de San José de Chiquitos, encontró en los árboles que su abuelo le mostraba y que ella veía con asombro desde que era una niña, una razón para cuidarlos y defenderlos.
De su boca salen palabras que invitan a valorar la almendra chiquitana, un alimento que es una delicia y con el que se puede, además, preparar sabrosos platos. Recuerda que, antes, solo era una comida apetecida por el ganado, pero que ahora, han descubierto que es una gran oportunidad para que las mujeres generen ingresos económicos y se empoderen en una comunidad que cada vez las necesita más.
Mayerlin Hurtado, líder de la comunidad de Altagracia, en el territorio indígena Tacana Cavineño, transportó a los que estaban presente en la presentación del libro, hasta el bosque amazónico de Beni, donde ella y sus compañeras de la Asociación Indígena de Recolectores Muije, recolectan la almendra que cae desde lo alto de las copas de esos árboles esbeltos que producen esos frutos cotizados alrededor del mundo.
Con pasos seguros, cuenta que con el trabajo duro —salen a las 5:00 a recolectar los frutos— su asociación está creciendo, puesto que de los tres contenedores que exportaron a un comienzo, lograron vender al exterior hasta ocho contenedores.
Mariela Mendía no logró llegar a Santa Cruz desde Porvenir (Bajo Paraguá), debido a que las lluvias complicaron el camino, pero su testimonio plasmado en el libro Mujeres que cuidan el bosque, está presente como testigo de un mundo en el que la producción de asaí ha cambiado la vida de muchas mujeres y familias gracias a los frutos de la palmera y al trabajo amigable con el medioambiente.
Natalia Calderón, directora ejecutiva de Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), afirma, con solvencia, que estas mujeres no son casos aislados, sino, son eslabones de una cadena de valor que une conocimiento ancestral con comercio justo, y que son un requisito indispensable cuando se habla de desarrollo sostenible.
También puso énfasis en que el rol de las mujeres, en los bosques, es fundamental y que es muy necesario visibilizarlas y que no es posible pensar en un futuro sin ellas.
La autora de las historias en la obra, es Jenny Elizabeth Pimentel y las ilustraciones fueron producidas por Adriana García Herbas. Detrás de este libro está el apoyo y compromiso de la Cooperación Española, Suecia y la Unión Europea, que creyeron en el poder transformador de estas mujeres.
El libro, impreso en papel FSC® como testimonio de coherencia, revela un modelo donde la sostenibilidad tiene rostro femenino.
Al terminar el conversatorio, muchos de los presentes, con el libro en mano, acudieron a saludar y conversar con las cinco mujeres que llegaron a Santa Cruz, para contar sus historias.
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DATOS SOBRE LA OBRA
Título del libro: Mujeres que cuidan el bosque.
Elaborado por: Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)
Puedes descargar gratis el libro digital, haciendo clic AQUÍ
El libro en físico lo puedes conseguir en las oficinas de la FAN: Km 71/2, Doble Vía a la Guardia, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
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