Hubo un tiempo en que existía en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, un humedal que era la casa de capiguaras, de peces y de otros animales silvestres que vivían sin sobresaltos porque la mano dañina del hombre todavía no había llegado con sus modales de barbarie.
El 2014 construyeron la avenida G77 que nace en el octavo anillo de la prolongación Mutualista y muere 11 kilómetros más allá, en el aeropuerto internacional Viru Viru. La construyeron para que pase la caravana de mandatarios de Estado y representantes de 133 países, que llegaron para la cumbre internacional G77 más China que se desarrolló en Santa Cruz.
Después de que se fueron los invitados, la propiedad de la tierra de toda esa zona subió de valor y empezó a ser poblada en lo que dura un suspiro. Llegaron las urbanizaciones, condominios, barrios y también los loteadores. La basura proliferó y no tuvieron peor idea que depositarla en esa laguna donde saludables capiguaras jugaban como niños.
La laguna fue achicándose con cascote de las construcciones, plásticos, botellas, bolsas y cosas peores que los humanos tiraban con evidente entusiasmo. La sociedad cruceña se enteró a través de las redes sociales. El concejal Fede Morón se movilizó para buscar respuesta. Informó que la Gobernación y la Dirección de Medioambiente del Municipio, coordinan acciones para rescatar a las capiguaras y limpiar el tamaño del desastre.
Por las redes sociales, la sociedad cruceña también se enteró que apareció alguien que dijo ser el dueño de ese humedal y que empezó a colocar postes y encerrar con alambre la excasita de un puñado de vida silvestre que ahora está ya convertida en una obra nefasta del hombre, de muchos hombres.