En este momento de crisis, el silencio y la pasividad ante la destrucción sistemática de nuestros bosques se convierten en una forma de complicidad. Somos testigos de cómo los crímenes contra la Amazonía y el Bosque Seco Chiquitano, que abarcan departamentos como Santa Cruz, Beni y Pando, se perpetran sin piedad y sin respuesta adecuada de quienes debieran protegernos. En lo que va del año, los incendios han arrasado con más de 10 millones de hectáreas, una devastación que no solo ha afectado el ecosistema, sino también la dignidad y el futuro de nuestras comunidades. Esas tierras han sido incendiadas de forma metódica y organizada por intereses oscuros y violentos, mientras las autoridades responsables parecen ser cómplices o permanecen indiferentes ante este crimen.
Lo que está ocurriendo en Bolivia no es un accidente ni un hecho aislado. Es un ataque genocida, una conspiración orquestada por quienes buscan apoderarse de tierras a través del fuego, destruyendo flora y fauna, y exterminando comunidades bajo el pretexto del progreso agrícola. Algunos empresarios y autoridades se frotan las manos mientras la tierra se consume en llamas, esperando aumentar su control sobre nuevas fronteras agrícolas, sin una visión sostenible ni una conciencia de la devastación que están sembrando.
“Si no actuamos, si no respondemos con la fuerza que esta emergencia requiere, somos tan responsables como aquellos que encienden las llamas.”
Es fácil señalar a los responsables visibles: los incendios, los empresarios, las autoridades que miran hacia otro lado. Pero la verdad más dura de todas es que, como padres y como ciudadanos, también llevamos una parte de esta culpa. No hemos hecho lo necesario para defender lo que nos pertenece, para proteger el futuro de nuestros hijos. Somos cómplices ennuestra pasividad, en nuestra inacción, al permitir que un acto de terrorismo contra la vida misma continúe sin respuesta. Si nuestros hijos estuvieran bajo ataque, ¿acaso no haríamos todo lo posible por defenderlos? Entonces, ¿por qué callamos ahora? Si no actuamos, si no respondemos con la fuerza que esta emergencia requiere, somos tan responsables como aquellos que encienden las llamas.
Es hora de despertar. No podemos seguir esperando que las autoridades, que claramente están aliadas con los perpetradores de este desastre, tomen medidas. La responsabilidad es nuestra. Nos enfrentamos a un momento crítico, donde la única opción moral es actuar. Este es un llamado a la conciencia, un grito de auxilio para que reaccionemos ante esta emergencia humanitaria. Cada hectárea quemada es un crimen no solo contra la naturaleza, sino contra toda una población que sufre las consecuencias. Es hora de tomar las acciones necesarias, por duras que sean, para detener este genocidio ambiental y humano que amenaza con consumir todo lo que amamos. Si no lo hacemos, seremos recordados no por nuestras excusas, sino por nuestra cobardía.
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Sobre el autor
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Julio Jordán Zamora
Julio Jordán es comunicador audiovisual con formación en la Universidad Nur y la Universidad Católica Boliviana – Diakonia. Especialista en marketing digital y comunicación, cuenta con más de 20 años de experiencia en desarrollo de marcas, edición de audio y video, community management, y producción de eventos y música. Ha trabajado en Israel, España, Colombia y Panamá. Además, pasó seis años como A&R en Sony Music Entertainment y es fundador de Yanderesa, empresa de marketing digital desde 2005. Julio Jordán es colaborador de Revista Nómadas.