
El río Pilcomayo serpentea por el Chaco como un hilo de vida que une pasado y presente. Para los pueblos indígenas que habitan sus riberas, no es solo agua: es un ser sagrado, un sustento, una memoria viva. Sin embargo, el río Pilcomayo enfrenta amenazas crecientes: cambios climáticos, contaminación, extracción de áridos y deforestación que erosionan su equilibrio y el de las comunidades que dependen de él.
Desde Villamontes (Tarija), Pablo Rivero Fernández, Capitán Grande del pueblo weenhayek, alza la voz con la sabiduría de sus ancestros y la preocupación de quien ve el futuro en riesgo. Como líder indígena, representa a su pueblo en la defensa de su territorio y cultura, abogando por un proyecto de ley que proteja las riberas del Pilcomayo. En esta entrevista, comparte su visión, su lucha y un mensaje claro: el río es vida, y cuidarlo es un deber colectivo.

– Estamos en un lugar muy especial, hermoso. Me siento afortunado por estar en este río ancestral, igual que con una persona muy importante que lucha, que protege la cultura y también el medio ambiente. Pablo, muchas gracias por esta entrevista.
– Muy buenos días. El agradecido soy yo… El agradecido somos todos los de Villamontes, porque nos da mucho orgullo que Villamontes empiece a cobrar importancia a nivel nacional e internacional. ¿Por qué? Porque Villamontes se caracteriza mucho por esta cuenca importante del Pilcomayo, por el suelo que pisamos, que pisaron nuestros abuelos, mis ancestros. Aquí es una concesión de pesca, por si acaso, desde el puente ferroviario, y así está dividido en concesiones. Soy Capitán Grande del pueblo weenhayek. Nuestra vocación de servicio a la comunidad es ser interlocutores ante las instituciones y organismos que velan por los derechos y por la vida de los pueblos indígenas.
– ¿Cómo se organiza el pueblo weenhayek para defender al Pilcomayo?
– De acuerdo a la Constitución, somos considerados como una nación indígena con territorio, población y soberanía. A medida que se han desarrollado las normativas, existen leyes especiales que regulan nuestra forma de vida. Practicamos nuestros procesos propios, contamos con una estructura como movimiento indígena y, como parte de la plataforma por la territorialidad, tenemos demandas sociales muy claras. Una de nuestras actividades principales es la pesca, junto con otras actividades como la artesanía.
– Y cómo es la temporada de pesca?
– Es muy importante, especialmente de abril hasta mediados de septiembre. Pero somos conscientes de que han influido muchos factores en el devenir de la pesca: climatológicos, sociales, cambios en la sociedad misma. Siempre decimos que “un desarrollo mata a otro desarrollo”; esa es una gran realidad que enfrentamos.
– Qué cambios han notado en los últimos 40 años?
– Si retrocedemos 40 años, el Pilcomayo no es lo que es ahora. Antes era muy caudaloso, profundo y tenía mucha agua; pero el clima ha cambiado, y eso ha afectado la pesca. Las especies ahora son más pequeñas y escasas. En estas épocas de pesca, a veces hay una pausa anormal, cuando antes la pesca fluía sin interrupciones entre abril y septiembre. Eso preocupó tanto a técnicos que comenzaron a seguir el tema.
– También se está trabajando del proyecto ecológico para proteger las riberas del río. ¿Qué piensa usted de esa propuesta?
– Estoy de acuerdo totalmente. Queremos cuidar el Pilcomayo, pero también sus contornos, porque las grandes crecidas afectan a las comunidades ribereñas. Vecinos en la frontera con Argentina y Paraguay tuvieron que desplazarse durante inundaciones. Hace falta un área protegida. Existe un proyecto de ley, pero el escenario político está tenso en la Asamblea Departamental. Esperamos que una nueva directiva lo apruebe, y luego elevarlo a nivel nacional.

– Qué significa el río para el pueblo weenhayek?
– Para nosotros, el Pilcomayo no tiene un uso deportivo o comercial. Es parte de nuestra cosmovisión, venerado y respetado a través de nuestros chamanes. El río es sagrado, es vida. Si atentamos contra el Pilcomayo, es como atacar a un padre o a una madre. Por eso hay que protegerlo.
– Usted mencionó también “un desarrollo mata a otro desarrollo”. ¿En qué sentido?
– Dado que Villamontes crece y crecen las construcciones, se demanda más árido: arena, grava, ripio. Las islas del río, son extraídas por dragueros. Esto rompe el equilibrio del río y provoca erosiones. Eso también pone en riesgo las comunidades ribereñas.
– Para finalizar, ¿qué mensaje le da a los que colaborarán con el proyecto del corredor ecológico del río Pilcomayo?
– Hago un llamado al corazón de todos para que esta normativa, tanto en asambleas como a nivel nacional, no sea solo un discurso de intelectuales, sino una acción colectivamente asumida. Debemos ser nosotros, la gente, quienes empujemos esta ley. Estaremos atentos.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).