Podcast 1:
Escucha aquí la conversación con el biólogo, Juan de Dios Garay.
Un cóndor negro con pizcas de plumas blancas tenía la costumbre de posarse en la cornisa de la Prefectura de Tarija (Bolivia). Ahí tomaba el sol del Valle Central a sus anchas, abría sus alas con aires de grandeza y a menudo bajaba hasta la plaza Luis de Fuentes para jugar con los niños. Un mal día de hace varias décadas—empujado por las piruetas de sus vuelos— se enredó entre las cuerdas del mástil del centro de la plaza y cuando un grupo de humanos, amigos suyos, lo libraron del enredo, ya había sucumbido a la dictadura de la muerte.
—Siempre me acuerdo de ese lamentable episodio— rememora el alcalde de Tarija, Johnny Torres, aquella escena que le contaba una y otra vez su papá y que a él le marcó para siempre.
Ahí tomaba el sol del Valle Central a sus anchas, abría sus alas con aires de grandeza y a menudo bajaba hasta la plaza Luis de Fuentes para jugar con los niños.
—Cuando sea grande quiero hacer algo para proteger a los cóndores— se había dicho a si mismo varias veces aquellos años de niño.
En febrero de este 2021, se enteró no solo de la muerte de otro cóndor, sino, de 34. Todos cayeron el mismo día y en el mismo lugar: en una pendiente de Laderas Norte, a 30 km al Sur de Tarija y en la provincia Cercado, en las faldas de una quebrada mansa, en un bosquecillo de quebracho blanco en peligro de extinción. Los cuerpos estaban pico abajo, uno al lado del otro, cerca de la osamenta de un cabrito que había servido de banquete de las aves minutos, o acaso segundos antes de morir. No tenían ni señales de golpes ni heridas de bala en el cuerpo. Ninguna señal de violencia.
—Era como si a los 34 se les hubiera acabado la vida de un rato a otro en el mismo momento y en el mismo lugar— recuerda Juan de Dios Garay, el biólogo de la Fundación Nativa que fue uno de los primeros que llegó al bosquecillo donde ocurrió el hecho, a ese lugar de 57 hectáreas que los habitantes de Laderas Norte habían donado décadas atrás al municipio de Tarija para que se convierta en un santuario para proteger al quebracho blanco, una especie en peligro de extinción que era propia del Chaco y que nadie sabía cómo llegó a habitar el sueño chapaco.
Tarija despertó con la noticia de la muerte masiva de los cóndores el 4 de febrero de este 2021. Con fotografías en su celular, un dirigente de Laderas Norte había hecho la denuncia ante la Policía Forestal y de Medio Ambiente (POFOMA) y un sargento las posteó en sus redes sociales. La noticia estalló en el ciberespacio, se hizo viral y Laderas Norte rompió su rutina: se llenó de policías y fiscales, de representantes de los gobiernos nacionales y municipales, de periodistas y protectores de la vida silvestre.
Comunarios de Laderas descansan tras horas de trabajo en el campo.
Podcast 2:
Escucha aquí la conversación con Rosa Ortiz, corregidora de Alto Potreros (Tarija).
De un rato a otro, la comunidad empezó a tener interés nacional y su nombre a ser conocido más allá de Tarija.
La comunidad no había vuelto a vivir un episodio de interés público desde el 2005 cuando una avioneta se estrelló en la serranía de San Telmo, en Cieneguillas, uno de los tantos cerros que existen en la zona y cuyo impacto causó la muerte de las cuatro personas que iban en la nave bimotor. Los campesinos de Laderas Norte veían el movimiento de rescatistas, autoridades y de algunos familiares que continuaron llevando flores durante muchos meses después de la tragedia para colocarlas cerca del lugar del impacto, en una zona que casi siempre está envuelta en una neblina espesa.
Pero aquella vez Laderas Norte no sonó en las noticias. Los campesinos veían el movimiento de personas y de vehículos desde las puertas de sus casas y algunos se dieron tiempo para ayudar en las faenas de enseñarles el camino para trepar las serranías.
***
—Es muy probable que hayan muerto tras terminar de comer— dedujo Juan de Dios Garay, tras que vio a los cóndores tendidos en la pendiente. Se dejó llevar por la posición de los cuerpos, por la cercanía con los restos que quedaban del chivo. Se los imaginó picoteando la última carroña, después, ya saciados, alzando el vuelo final y a los pocos segundos desplomándose a metros del suelo, atolondrados por no sé qué motivo, empujados por algún dolor.
Juan de Dios Garay los contó uno a uno. Le hubiera gustado creer que solo estaban durmiendo. Los observó y registró como un investigador en el escenario de un crimen que se llenó de personas cubiertas con ropa de protección sanitaria de color blanco, que representaban a la Policía, al Viceministerio de Medioambiente, a la Fiscalía y a la Alcaldía de Tarija. Juan de Dios también estaba embutido en ese uniforme blanco, como un astronauta en un territorio ahogado por la pesadez del ambiente y el olor a putrefacción que ya despedían las 34 aves y el cuerpo de un perro negro que había muerto con un pedazo de carne atorado en la garganta.
Las investigaciones que prometieron los representantes de todas esas instituciones, avanzó hasta descubrir la causa de la muerte masiva de los animales.
—Fueron envenenados con Carbofurano, dijo en su informe la comisión investigadora después de la autopsia de ley.
Se supo entonces que el Carbofurano es uno pesticidas más letales del mundo prohibido en Canadá y en países de la Unión Europea. Se supo también que en Bolivia se lo vende y se lo compra sin restricciones y que algunos agricultores lo utilizan no solo para matar las plagas de sus cultivos, sino también para aniquilar a los animales que son considerados por ellos como enemigos.
Se supo que el cadáver del chivo había sido embadurnado con Carbofurano, que ese cuerpo envenenado lo pretendían utilizar como señuelo para que los pumas que estaban matando a los terneros de algún campesino de Laderas Norte, lo coma y se vaya de este mundo.
Pero no fue un puma el que cayó en la trampa.
Treinta y cuatro cóndores con hambre olfatearon desde las cumbres a la carroña, no detectaron el veneno, se lo comieron en pocos minutos y a los segundos de alzar vuelo con el estómago lleno, se derrumbaron uno tras otro y sus cuerpos quedaron inmóviles a orillas de esa quebrada indefensa.
Lo que no lograron descubrir los investigadores fue quién o quiénes fueron los campesinos que compraron el veneno y taconearon al chivo muerto con él. Sí llegaron a la conclusión de que el envenenamiento se había dado el 20 de enero, es decir, 15 días antes del 4 de febrero que el día en Tarija, Bolivia y el mundo se enteraron de la matanza.
A pocas semanas antes de ese ecocidio, —en diciembre del año 2020— “el cóndor andino (Vultur gryphus) había sido reclasificado y pasó de ser una especie de Casi Amenazada a Vulnerable, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), por el rápido declive de su población, debido a una variedad de amenazas, incluida la persecución directa por parte de los humanos, la intoxicación por plomo y el deterioro de la calidad del hábitat, a través del envenenamiento deliberado de cadáveres o carroña. La población de cóndores en Sudamérica según cifras de la UICN, es de 6700 individuos. Esta ave emblemática de Sudamérica habita en por lo menos siete países de la región: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela”. Así se dio a conocer en los documentos técnicos que se vienen elaborando para la creación del área protegida.
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Podcast 3:
Escucha aquí la conversación con el alcalde de Tarija, Johnny Torres.
Cornelio Quispe, cuenta muchas de las 105 familias de la comunidad emigran durante el año, escapando de las inclemencias de la sequía. También cuenta que una oveja y un ternero son las joyas más valiosas de los pocos habitantes que apostaron a quedarse, a pesar de que el agua es un bien escaso en este lugar donde los humanos comparten las montañas con el cóndor andino desde tiempos inmemoriales.
Cornelio es el secretario general de Laderas Norte y uno de los que —al igual que muchos vecinos de la comunidad— lamenta la muerte de los 34 cóndores en enero de este año.
A gran parte de la vegetación de Laderas Norte se la conoce como la zona de los bosques de niebla, cuyos árboles están llenos de musgos y conforman un habitad especial a una altura de 2.600 metros sobre el nivel del mar.
—El envenenamiento de las aves enlutó a toda Laderas Norte— dice a los pies de una colina, metido en una neblina espesa, observado por las casas vacía que están por aquí y por allá.
Sus palabras se fusionan con la niebla. Dice: La vertiente no abastece. Se siente la sequía. La época de lluvia solo dura dos meses. La gente se va a partir de mayo. Emigran en busca de trabajo.
Recuerda a muchos vecinos con sus maletitas en una mano y la tristeza en la cara. Familias enteras de camino al norte argentino o a Santa Cruz de la Sierra. Hombres y mujeres y niños bajando por las colinas y perdiéndose en el horizonte.
—Cuentan que en esos lugares se venden hasta las piedras— dice, sorprendido de la fama que tienen esos lugares que para él quedan al otro lado del mundo.
Cornelio Quispe prefiere sus montañas y la incertidumbre del hambre que cualquier momento puede golpear la puerta.
A veces el año va bien: los cabritos crecen como la manzanilla en el campo y los terneros ganan peso en un suspiro. Pero de pronto —dice— aparece el puma o los perros salvajes en la madrugada y se comen al ganado menor que los campesinos atesoran en sus corrales.
—La economía familiar se reciente cuando algún bicho nos mata a un cordero o a un ternero — lamenta Cornelio Quispe, que explica que el ganado que crían les garantiza la provisión de leche, pero también está ahí para cualquier emergencia o enfermedad familiar que pueda presentarse.
Cornelio asegura que no sabe quién puso el veneno en el cadáver del chivo que terminaron comiendo los 34 cóndores, pero quiere que el país sepa que no fue una acción de la comunidad, que puede que haya sido un vecino atormentado por la pérdida de su ganado a causa del acecho de los pumas o de los perros salvajes, que desde todo punto de vista es condenable lo que pasó, que el luto en Laderas Norte por las aves envenenadas continúa y que todas las familias están dispuestas a convertirse en guardianas y protectoras del cóndor andino.
Comunario de Laderas Norte, en asamblea, trabajan en los trámites para que la zona sea Área Protegida Municipal.
—Vamos a protegerlo con nuestras vidas si fuera posible— ha dicho el dirigente de Laderas Norte, en una de las cumbres desde donde la niebla impedía ver con claridad el vuelo de la majestuosidad de estas aves.
La mejor herramienta para cuidar de los cóndores y a otros animales silvestres y conseguir —además— un beneficio para la comunidad, es elevar a Laderas Norte a la categoría Área Protegida Municipal.
Eso lo saben los vivientes de esa comunidad y sus dirigentes, el alcalde municipal de Tarija, Johnny Torres y también los concejales. Lo saben porque lograron una sinergia de conocimientos que la Fundación Nativa supo unificar para reunir en una mesa a todos los actores políticos, institucionales y vecinales para conseguir ese propósito.
De las pendientes de las montañas ascienden los árboles mojados eternamente por la lluvia horizontal y las ramas altas mostrarán sus caparazones de musgos de diferentes tonalidades de verdes.
—Esta cruzada por los cóndores, el medioambiente y las comunidades, —explica el director de Nativa, Iván Arnold— empezó a paso decidido el 22 de febrero de este 2021, cuando la Fundación recogió la propuesta de las autoridades y de la sociedad civil, sobre la creación de un área protegida de 50.000 hectáreas aproximadamente, la misma que, además se vinculará con el Área Protegida Nacional y Reserva Nacional de Flora y Fauna de Tariquia.
El objetivo es claro y potente —revela Iván Árnold: la conservación de los altos picos de anidamiento de cóndores, la protección de ecosistemas frágiles como los pastizales de neblina, del bosquecito de quebracho blanco en el Valle Central de Tarija y las cabeceras de cuenca, afluentes de la reserva de Tariquía y de uno de los principales ríos de la provincia O’Connor de Tarija.
Además, Iván y varias autoridades municipales y del medioambiente saben que el municipio de Tarija está emplazado mayormente en el Valle Central, y que, sin embargo, muy pocos conocen que este municipio también cuenta con una importante porción de bosque nublado o bosque Tucumano– Boliviano, aledaño a la Reserva Nacional de Flora y Fauna Tariquía.
Este bosque, al igual que su vecina Tariquía, son conocidos como las “Fábricas de Agua” del departamento, porque prestan un servicio ambiental esencial para la ciudad de Tarija y todas las comunidades que se encuentran en el Valle Central, abarcando también otros municipios como Uriondo, Padcaya y San Lorenzo.
Esta propuesta de creación del área protegida —según varias fuentes de la Alcaldía, del Concejo y del medioambiente del municipio de Tarija— da la inmejorable oportunidad y posibilidad de proteger este bosque, y de esta manera, evitar que se siga degradando por la actividad inescrupulosa de algunos malos ciudadanos que viven del tráfico ilícito de la madera y que por supuesto se oponen a la creación de cualquier área conservación que pueda poner en riesgo su interés particular.
El camino recorrido en procura de este objetivo avanza a pasos de liebre. En lo que va del año se realizaron reuniones con las cabezas del Viceministro de Medioambiente, Biodiversidad, Cambio Climático y Gestión y Desarrollo Forestal; la Alcalde municipal de Tarija, la Secretaría de Medioambiente y técnicos del municipio; con el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP); y con comunarios de Laderas Norte. Con un acuerdo inicial a la propuesta de Nativa, la rueda del proceso empezó a girar para concretar un informe técnico y jurídico que permita contar con los argumentos legales, institucionales, sociales, culturales, biológicos, ecológicos, ambientales, económicos y productivos, con base científica, para demostrar la importancia de declarar área protegida municipal a Laderas Norte y a toda la zona donde anidan los cóndores.
Además, se están realizando las gestiones ante la cooperación internacional para buscar financiamiento que permita iniciar el proceso de gestión del área y un plan de manejo tras que se promulgue la nueva ley. Para que prosperen esos financiamientos, el principal respaldo es contar con una Ley Municipal de Creación del Área Protegida Municipal de Laderas Norte.
Ese objetivo ya está en camino.
El alcalde Johnny Torres, desde su despacho ubicado al frente de la plaza Luis de Fuentes, en esa plaza donde se enredó entre las cuerdas del mástil el cóndor al que su padre le había tomado cariño cuando era niño, dijo que tiene “la mayor voluntad para apoyar a la creación del área protegida”.
—El envenenamiento de los cóndores causó una conmoción muy fuerte. No hubo un solo ser humano que haya lamentado semejante situación. Vamos a proteger a la población de cóndores de Laderas Norte. Vamos a empezar por una ley municipal y después buscaremos elevarla a escala nacional. Los cóndores son un orgullo y los vamos a cuidar— prometió el alcalde de Tarija.
En Laderas Norte el proceso de consolidación del área protegida ha causado esperanzas para mejorar la economía de las familias y también una gran oportunidad para demostrarle al mundo que lamentan mucho la muerte de los 34 cóndores.
Paúl Castellanos, Secretario de medio ambiente y gestión de la cooperación del Gobierno Autónomo Municipal de Tarija (GAMT), también resaltó su compromiso para que se lleven todas las gestiones para consolidar a Laderas Norte como área protegida.
—El título de área protegida incentivará el turismo comunitario, ayudará a subsanar las pérdidas por las muertes de nuestros animales de corral perpetradas por algunos felinos. Así, todas las personas viviremos en paz con los animales de la zona— dice Antolino Barrientos, ex dirigente de Laderas Norte.
La amistad entre Antolino y los cóndores no empezó con buen pie. Cuando era niño, su papá lo regañaba porque había días en los que regresaba a casa con un cabrito menos. Algún cóndor hambriento bajaba como un relámpago y lo convertía en su banquete.
Podcast 4:
Escucha aquí la conversación con Iván Arnold, director de la Fundación Nativa.
El alcalde de Tarija, Johnny Torres, se comprometió en apoyar el proceso para que Laderas Norte se convierta en Área Protegida.
—Yo lo tenía estigmatizado como un animal perjudicial. Pero cuando fui al cuartel, entendí que el Cóndor estaba en nuestro Escudo Nacional y recién le empecé a tener cariño. Descubrí que, colocando banderas rojas en los lugares donde pasta el ganado y en los corrales, los cóndores no se acercan. Ahora disfruto cuando los veo volar. Parecen uno aviones.
Antolino Barrientos recuerda el día en que vio a las aves muertas. Dice que sintió pena, que no sabía qué pudo haber pasado. Ahora que ya sabe que fueron envenenados, asegura que no han podido dar con el nombre del autor, ni de cómo se consiguió el Carbofurano.
—No tenemos la identidad del culpable, pero sí el compromiso de cuidar a todos los cóndores que quedan vivos— se comprometió.
Iván Árnold, con números en las manos, dice que se estima que en el mundo hay entre 7.000 y 10.000 cóndores, en Bolivia superan los 1.000 y en Tarija, cerca de 300.
—Con la matanza de los 34 se eliminó al 15% de la población de cóndores en Tarija— estima el director de Nativa.
El proceso de creación del área protegida va tan bien que se ha creado una comisión conformada por vecinos de Laderas Norte que recibió la visita de todos los involucrados en este proceso, quienes caminaron por los lugares de pastoreo, de cultivos y cerca de donde anidan los cóndores y otros espacios importantes, con la finalidad de conocer un poco más de las actividades que desarrolla la comunidad y las características naturales de la zona.
Revista Nómadas participó en una de las primeras reuniones que se llevó a cabo en Laderas Norte y otra en Alto Potreros. Los dirigentes abrieron el debate en una de las aulas de la escuela sobre lo que implicará vivir en un territorio que tiene el status de área protegida municipal.
Coincidieron en que el objetivo es que no vuelva a ocurrir un ecocidio como el que se ha vivido hace poco, que hay que sacar algo positivo de esta experiencia tan negativa, que en memoria de esas aves se debe crear un lugar para proteger al cóndor y a otras especies. Además, resaltaron el valor de crear un área protegida que vincule el Valle Central de Tarija con lo que hay detrás de la cordillera, el bosque tucumano boliviano y la selva de neblinas y que para eso hay que cubrir todas las altas cumbres que son nidos y hábitat de los cóndores.
Iván Arnold sabe que con la creación de un área protegida se producen los efectos multiplicadores: la comunidad internacional vuelca su mirada a la zona, se aplica un plan de manejo a largo plazo, se incentiva la producción ecológica y explota el turismo comunitario y, con ello, la generación de recursos del que se pueden beneficiar todas las familias.
Entre los procesos que se están cumpliendo está el de llegar hasta las comunidades para conocer sus aspiraciones y avanzar hacia la consulta previa. Y después de trabajar en una ficha técnica ambiental y legal, elevar la propuesta al Concejo de Tarija para que se trabaje en una Ley de Creación del Área Protegida y que finalmente la promulgue el alcalde municipal.
El camino es un hilo de tierra serpenteado que se agarra de las montañas y que mira de rato en rato al precipicio, alejado de toda preocupación.
—Las voluntades políticas están convergiendo.
Y esas voluntades también están consolidadas en el Concejo Municipal de Tarija. Raquel Ramos, representante de la Comisión de Medio Ambiente, como también Daniel López, miembro de la Comisión de cultura y turismo, han manifestado que están ocupando buena parte del tiempo en los trámites necesarios que se deben hacer para constituir, mediante ley, el área protegida.
La nueva área protegida que se está gestando, está siendo trabajada bajo el amparo de la Ley Marco de Áreas Protegidas del municipio de Cercado, que fue promulgada a comienzos de año y una de sus mentoras fue la exconcejala Raquel Ruiz.
— Siempre quisimos cuidar nuestra campiña tarijeña, los usos y costumbres del campo y la seguridad alimentaria— remarca, la exautoridad que recuerda que durante los tres años que estuvo en el órgano deliberante, se declaró concejala ambientalista.
Verónica Sanjinés es especialista en la creación de áreas protegidas. Desde el departamento legal de Nativa, ella es la punta de lanza en todo el proceso que ya marcha a pasos de gigantes.
—Da muchos beneficios que un lugar se convierta en un área protegida. Se garantiza la riqueza natural, las fuentes de agua, se capacita a los vecinos para que estén preparados para posibles atentados al medioambiente, como los incendios. Son la alternativa para mejorar la calidad de vida de las personas— enfatiza y remata: Al proteger y salvar a los cóndores, también se salvan y protegen los campesinos de Laderas Norte.
Verónica Sanjinés coincide en que la muerte masiva de los cóndores es un daño terrible para la especie. Ella también ha estado conversando con los comunarios de Laderas, quienes han lamentado que su zona sea poco atendida por las autoridades, que el sustento que tienen son sus animales, que son como su billetera, un dinero guardado que monetizan cuando los venden para cubrir alguna necesidad.
— Lo que sucede es que es una zona donde los pumas bajan de las cumbres y se comen a sus animales. Eso afecta a su economía. Ante ello, tienen una práctica nociva: utilizan tóxicos letales. Pero ahora, tras lo ocurrido con los 34 cóndores, se ha generado conciencia. Piden que se les ayude a encontrar la forma de resarcir su pérdida económica. El turismo comunitario y la producción agroecológica puede ser su nueva billetera— explica Verónica Sanjinés.
Abelino Quispe Castro vive en Alto Potreros, a una hora y media de Laderas Norte. El camino es un hilo de tierra serpenteado que se agarra de las montañas y que mira de rato en rato al precipicio, alejado de toda preocupación. En el trayecto aparecen campesinos arreando ovejas y vacas y las cabras bajarán a tropel de las montañas, se paran al borde de las cornisas con la pericia de ser las mejores equilibristas del mundo.
De las pendientes de las montañas ascienden los árboles mojados eternamente por la lluvia horizontal y las ramas altas mostrarán sus caparazones de musgos de diferentes tonalidades de verdes. La bruma hace muy bien su trabajo: abraza el horizonte con sus brazos de madre.
—Aquí vivimos 650 personas entre niños, adultos y ancianos. Nos dedicamos a la producción de maíz, de papa, de arveja, de durazno, de manzana y de ciruelos. También a la ganadería. Cada familia tiene vaquitas, ovejitas, chivitas.
La voz de Abelino Quispe se mueve entre los pasillos de la alegría y de la desilusión.
Dice que aquí la tierra es fértil, que los árboles dan frutos sabrosos, que todo va bien hasta que llegan al mercado de Tarija. Lamenta que ahí la producción no vale nada, que les quieren pagar solo un puñado de monedas, que así no conviene porque no da ni para pagar el transporte.
Recuerda que el camino entró hace seis años, que eso no fue de mucha ayuda porque igual el colectivo tarda en llegar y que los fletes son caros, que por eso siguen moviéndose como lo hacían sus abuelos: a veces a pie, a veces en lomo de burro.
Lo de los cóndores aclara que pasó en Laderas, que no tiene tanto conocimiento. Solo sabe lo que la gente comenta: que algún vecino envenenó el cuerpo de un chivo para que lo coman los pumas que habían matado a su ganado, pero que los cóndores llegaron primero.
—Por allá tiene su casita— dice, y apunta la cima de las montañas. —Ahí anida el cóndor. Sé que esta ave está en el Escudo Nacional. Ya no veo volar a muchos desde que ocurrió aquella matanza.
Rosa Ortiz, la corregidora de Alto Potreros, endulza sus días con la miel que producen las abejas nativas con el polen de las flores del monte.
—Esa miel es muy buena para todo. Especialmente para la salud.
Así, con miel y con los alientos que producen sus manos, logró criar a sus seis hijos que gozan de buena salud. No fue fácil para ella. Su esposo salió de casa hace 16 años y no ha regresado desde entonces. A veces, suele mirar por la ventana para ver si su silueta joven de aquellos tiempos aparece por entre el sendero que sigue igual. Pero el hombre que había elegido como compañero de vida sigue ausente.
—Me ha abandonado. Me dejó con mis hijitos chiquitos. Los he criado con ayuda de mi papá y de mi mamá. Ahora ya están mozos. Dos viven en Argentina y ya tienen esposas.
Cuenta que los cóndores anidan en la cumbre que tiene el nombre de El filo del gacho. Su papá era el que le narraba durante las noches, al calor del fuego de la cocina, que en Alto Potreros vivía un argentino al que le decían El gaucho, que ese hombre un día subió a la cima de la montaña montado en una mula y que la mula vio algo que la asustó y ambos de despeñaron.
En honor a ese hombre esa montaña se llama El filo de gaucho.
—Los cóndores a mí me gustan, no me hacen daño. En el cerro matan a los terneritos. Pero hemos comprobado que, poniendo banderas rojas en diferentes lugares y campanita en el cuello del ganado, los cóndores ya no atacan.
El director de Turismo de la Alcaldía de Tarija, Rolando Vacaflor Gabriel Arana, ha visitado también Laderas Norte y Alto Potreros. Ha estado en una asamblea con los campesinos y les ha dicho que preservar el medioambiente está entre las prioridades del gobierno municipal y que convertir a la zona en un área protegida es un objetivo por el que se trabajará hasta conseguirlo.
—El turismo traerá ingresos económicos a los comunarios. Ellos podrán ofrecer servicios de gastronomía, posada, paseos por lugares emblemáticos donde se puede avistar a los cóndores y habilitar una zona para manejar en bicicleta y realizar caminatas al aire libre— proyecta la autoridad.
Juan de Dios Garay es biólogo de profesión y trabaja en Nativa. Él fue uno de los primeros profesionales en medioambiente que acudió al levantamiento de los cuerpos de los 34 cóndores. Los contó uno a uno entre medio de la tragedia. Lo recuerda como si hubiera sido ayer.
Dice que los cóndores cumplen varios roles muy importantes en la naturaleza, entre ellos, el de limpiar las osamentas de los animales muertos en las pendientes de las montañas. Así, evitan que se contaminen las fuentes de agua de la que beben otros animales y también los humanos.
Irónicamente —recuerda Juan de Dios— el cadáver del chivo embadurnado con veneno fue colocado a metros de un afluente de agua y varios cóndores cayeron muertos a centímetros de esta fuente de vida.
Ahí permanecieron por 14 días.
El biólogo ahora está en el mismo lugar donde en febrero de este año parecía un campo de batalla con los cuerpos de las aves por aquí y por allá. Juan de Dios Garay habla de ellos con asombro y con mucho conocimiento porque los ha estudiado: “Utilizan los picos de las cumbres orientadas en el naciente, para tomar los rayos del sol de la mañana. Eso les ayuda en su digestión”.
Quiere que el país y el mundo sepan que Laderas Norte es un lugar privilegiado, que aquí es la capital de la lluvia horizontal y explica que se trata de un fenómeno natural que ocurre en los bosques nublados y de gran altitud.
—Las lluvias horizontales son el resultado del choque de la niebla con los árboles y toda la vegetación presente en estas áreas— detalla.
Es más, a gran parte de la vegetación de Laderas Norte se la conoce como la zona de los bosques de niebla, cuyos árboles están llenos de musgos y conforman un habitad especial a una altura de 2.600 metros sobre el nivel del mar.
Juan de Dios Garay pone énfasis en que Laderas Norte es la casa de los cóndores, pero también de los gatos de monte, de los pumas y de los venados, de una diversa vegetación, de insectos y de microrganismos que cumplen un papel fundamental en la cadena de la vida.
Gilberto Barrientos es uno de los 10 miembros de la Comisión para la creación del área protegida que se ha conformado en Laderas Norte. No esconde su emoción. Dice que se está avanzando a paso firme y rápido, que cuando se consiga ese objetivo tendrán una herramienta para atraer proyectos municipales, departamentales, nacionales e internacionales, que aspiran a lograr muchas cosas que hasta ahora no se pudieron conseguir, como proteger las fuentes naturales de agua, luchar contra la sequía y los avasalladores que les amenazan con ingresar al territorio para talar indiscriminadamente.
El secretario de la comisión de Medioambiente del Concejo de Tarija, Daniel López, coincide en que se está avanzando en muy buenos términos. Explica que fueron meses de trabajo intenso, que se encontró buena coordinación entre los campesinos de Laderas Norte, la Fundación Nativa que está haciendo el relevamiento técnico para la ley, el Gobierno municipal de Tarija y su persona, en representación del Concejo municipal, cuyo rol será materializar una normativa.
—Con esta declaratoria de área protegida podremos proteger no solo a los cóndores, sino también a otros animales, a la flora, el agua, el quebracho blanco que es una especie endémica y a las familias que viven en la zona.
Daniel López también explica que la comunidad ha tenido que pasar por varias etapas de concientización para entender el fin mayor y los alcances de vivir en un área protegida, que los técnicos de Nativa realizaron recorridos hacia los picos más alto de las montañas para poder definir el tamaño del área protegida que es muy probable que supere las 50.000 hectáreas previstas inicialmente.
—Una vez se realice la evaluación final, inmediatamente el proyecto de la nueva norma ingresará al plenario del Concejo para se pueda contar con la aprobación de la nueva área protegida municipal.
En Laderas Norte, los comunarios aguardan ese momento, mientras afianzan su compromiso de velar por la vida de los cóndores, porque saben que protegiendo a estas aves emblemáticas de Bolivia también ellos se benefician.
Los comunarios de Laderas Norte también se comprometieron a cuidar a los cóndores.
Esta crónica periodística ha sido elaborada en alianza entre la Fundación Nativa y Revista Nómadas.
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DIRECCIÓN Y TEXTOS: Roberto Navia. FOTOGRAFÍAS: Karina Segovia INFOGRAFÍA Y DISEÑO: Marco León Rada. DESARROLLO WEB: Richard Osinaga. PRODUCCIÓN DE SONIDO: Andrés Navia. REDES SOCIALES: Lisa Corti.