En la más absoluta soledad y sin ayuda de autoridades departamentales y nacionales, siete guardaparques se enfrentan a las bocas de fuego para combatir el incendio que cada día se come un pedazo de bosque del Parque Nacional Noel Kempff Mercado.
“Necesitamos agua y energizantes para recuperar el cuerpo cansado”, dice Guillermo Lino, uno de los guardaparques que el pasado viernes salió del campamento de Piso Firme, junto a seis compañeros, y navegó el río Paraguá para poder llegar a Porvenir y de ahí caminar cuatro kilómetros, para encontrar a las llamas.
Guillermo Lino y sus valientes guerreros, se las ingenian para intentar aplacar la bravura del incendio. Con una motobonba sacan agua del río Paraguá, cargan en un pequeño tanque y de ahí llenan sus mochilas y se internan en el mismísimo infierno en el que se ha convertido esta parte del Noel Kempff, que es Patrimonio de la humanidad.
Pero teme que este ritmo de trabajo no sea sostenible por más tiempo, porque el combustible para que funcione la motobomba se terminará en cualquier momento, y también, los cuerpos cansados de los guardaparques, que no reciben la alimentación ni la hidratación adecuada, podrían desfallecer si no son atendidos lo antes posible.
Algunos vecinos de Porvenir, conocedores del sacrificio de los guardaparques y de la tragedia ambiental provocada por los incendios en el Noel Kempff, los acompañaban y les ayudan a sofocar el fuego.
Cuando cae la jornada, todos retornan al campamento de Porvenir, cansados y tristes, con la angustia latiendo en el corazón porque saben que atrás se han quedado las bocas de fuego que, mientras ellos estén intentando conciliar el sueño, seguirán mordiendo la selva y rompiendo la noche.
El humo oscurece las entrañas del Parque Noel Kempff Mercado.
Los vecinos de Porvenir ayudan a que los guardaparques recorran 17 km para poder llegar al río Paraguá y de ahí cruzar a la zona de los incendios.