
El calor no da tregua en el Chaco. Durante semanas enteras, el termómetro supera los 45 grados. Pero entre el monte seco y los árboles espinosos, todavía se oye el zumbido de las abejas, el canto de las aves y el bramido del ganado que baja al río. Ese paisaje, que a simple vista parece árido, está vivo. Y vive, en gran parte, gracias a quienes han aprendido a leerlo sin arrasarlo.
Uno de ellos es Abdón Sánchez Ruiz, ganadero de Villamontes (Tarija). El oficio del campo le corre por la sangre. Desde hace dos décadas impulsa una ganadería que no tala ni arrasa, sino que convive con los árboles, los frutos silvestres y el agua del Pilcomayo. En esta entrevista, habla de una forma de producir alimentos sin matar al bosque, de la urgencia de frenar los desmontes y de cómo el monte chaqueño aún tiene lecciones que dar.

– ¿Abdón, ¿cómo se define usted en pocas palabras?
– Mi nombre es Abdón Sánchez Ruiz. De profesión soy auditor, pero también soy ganadero, actividad que heredé de mis abuelos y mis padres. Hace unos 20 años inicié formalmente mi propio proyecto ganadero y desde entonces vengo desarrollándolo con mucho compromiso.
– ¿Cómo comenzó su relación con la ganadería y con el entorno natural?
– Cuando empecé, mi intención era desmontar y sembrar forraje. Pero al instalarme en la propiedad, me di cuenta de que los recursos ya estaban ahí, en la propia naturaleza. Comprendí que no era necesario desmontar, sino todo lo contrario: había que preservar el bosque, porque ahí estaba el alimento que el ganado necesitaba.
– ¿Cuál es la relación entre la ganadería y el ecosistema del Chaco?
– El Chaco tiene un clima duro. Las lluvias son escasas, y la fuente principal de agua en esta región, al menos en el margen derecho donde está ubicada mi propiedad, siempre ha sido el río Pilcomayo. Hay una convivencia muy estrecha con la naturaleza y con el río. Casi todas las propiedades ganaderas colindan con él, y en muchos casos el cauce ha cambiado tanto que los mojones de las propiedades han quedado dentro del mismo río. Incluso ha arrasado con casas y comunidades enteras en otros tiempos.
– ¿Cuántos ganaderos hay actualmente en la región?
– Solo en el municipio de Villamontes hay, con seguridad, más de 1.500 ganaderos. En el margen derecho del río Pilcomayo, donde se encuentra la filial 12 de Agosto, tenemos 85 familias dedicadas a la ganadería. Esta filial agrupa a tres comunidades campesinas: El Quebracho, El Carmen y Pioneros del Chaco. Todas ellas viven principalmente de la ganadería.
– ¿Y en el margen izquierdo del río también hay actividad ganadera?
– Sí, por supuesto. Aunque yo estoy asentado en el margen derecho, en ambos lados del río se desarrolla la actividad ganadera. Hay filiales y comunidades diferentes, y probablemente en el margen izquierdo haya incluso más familias ganaderas por ser una zona más amplia. Hacia el sur ya se llega al municipio de Yacuiba y hacia el norte, a Chuquisaca. Hay propiedades ganaderas hasta a 80 kilómetros del río.
– Usted menciona que hay una ganadería que convive con el bosque. ¿Cómo funciona eso?
– Aquí el forraje es natural y nace del monte y el agua viene del río: desmontar es destruirnos. En época de lluvias hay pasto verde en abundancia. Durante el otoño y el invierno, las hojas secas de los árboles sirven también de alimento. Y en otras épocas del año hay árboles que dan frutos silvestres, como el mistol, el algarrobo, el chañar, la tusca, la algarrobilla, entre muchos otros. También crecen frutos como el meloncillo y la sandía. Todo esto forma parte de la dieta natural del ganado.

– ¿El agua también proviene del río Pilcomayo?
– Sí. Algunas propiedades cuentan con pozos o atajados, pero estos últimos se llenan solo en época de lluvias y generalmente no alcanzan a abastecer durante todo el año. Ya para octubre, muchos de ellos se secan. Por eso, desde esa fecha en adelante, todas las propiedades cercanas al Pilcomayo dependen directamente del río como fuente de agua para el ganado.
– Según los planes de uso de suelo, el Chaco es apto para ganadería, no tanto para agricultura. ¿Es así?
– Así es. El clima, el tipo de suelo y el ecosistema del Chaco están más adaptados a la ganadería. Nuestros animales han desarrollado adaptaciones al calor extremo y a las sequías. Los animales son alimentados con pastos y frutos naturales.
– ¿Qué razas de ganado se crían en la zona?
– Tenemos animales mestizos, criollos mejorados y cruces con razas como Brahman y Brangus. También hay ganaderos que han invertido en genética y tienen cabañas especializadas. En Villamontes tenemos incluso campeones nacionales. Esa genética adaptada está ya en el Chaco, y la mayoría de los productores busca mejorar su ganado sin perder su capacidad de adaptación al clima y al forraje local.
– El Chaco es una región dura. ¿Qué condiciones climáticas enfrentan los ganaderos?
– Tenemos temperaturas que superan los 44 y hasta 48 grados bajo sombra. No hablo de un solo día, sino de semanas seguidas con calor extremo y sin lluvias. Por eso es fundamental tener animales resistentes y guardar forraje. Se hace silo, heno o rollo para alimentar al ganado en la época más crítica, cuando ya no hay pasto.
– En los últimos años se ha observado una deforestación acelerada, incluso cerca del río. ¿A usted le preocupa esta situación?
– Muchísimo. Es contradictorio que, sabiendo el valor que tiene el bosque y el río, se sigan autorizando desmontes, y lo peor, tan cerca del Pilcomayo. Ahí hay muros naturales de contención. Cuando se desmonta, el agua degrada la tierra, arrastra sedimentos, y eso afecta al cauce del río. Si no lo cuidamos, vamos a tener menos agua, menos peces, y vamos a perder todo el ecosistema que depende de él.
– ¿Qué ecosistema hay alrededor del río?
– Hay mucha vida. Flora, fauna, humedales, frutos silvestres. También hay apicultura: en el Chaco hay más de 500 apicultores que producen más de 400 toneladas de miel de calidad por año. El mayor productor de miel de Bolivia está aquí. Y el campeón mundial de miel, también. Es miel de mistol, producida justamente en el margen derecho del río Pilcomayo. Todo esto ocurre gracias al microclima que se mantiene gracias al bosque. Por eso es urgente que las autoridades, junto con la sociedad civil, trabajemos unidos para preservarlo.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).