
El municipio de La Paz cuenta con 22 áreas protegidas, que abarcan aproximadamente 37 km², equivalente al 1,24 % de su territorio. Estas áreas resguardan formaciones geológicas, ecosistemas naturales, recursos hídricos y genéticos, así como biodiversidad amenazada o de alto valor.
El marco normativo que respalda estas áreas se sustenta en La ley 1333 del Medio Ambiente reconoce su importancia, condena la ocupación indebida y establece que cualquier uso ilegal no confiere derecho sobre estas áreas.
La riqueza biológica del Valle de La Paz se refleja en 1.348 especies de plantas, de las cuales 938 son nativas, y 180 especies de vertebrados, además de fósiles de plantas y animales. Sin embargo, estos espacios enfrentan la presión urbana, con construcciones ilegales, cambios en el uso de suelo y abandono institucional como la ausencia de guardaparques e incluso el uso indebido y en contra de la norma por parte del mismo Gobierno Municipal.
Frente a este panorama, se vuelve urgente delimitar las áreas protegidas, implementar señalización adecuada y, sobre todo, activarlas social y funcionalmente mediante procesos de apropiación ciudadana como educación ambiental, senderos interpretativos, observación de flora y fauna, y actividades comunitarias que fortalezcan la corresponsabilidad en su cuidado.
Al sur de la ciudad de La Paz, en medio de laderas erosionadas y barrios en expansión, el Área Protegida Municipal de Auquisamaña está experimentando un resurgir. Durante años, este territorio estuvo degradado y olvidado; sin embargo, su recuperación comenzó gracias al trabajo de un grupo de jóvenes investigadores y voluntarios quienes impulsaron el proyecto “Revitalización del Área Protegida Municipal de Auquisamaña” haciendo posible una experiencia inédita de conservación urbana colaborativa.

Para proteger esta biodiversidad, el proyecto realizó un relevamiento científico integral en varias disciplinas, estableciendo la primera línea base de biodiversidad del área. La revitalización también incluyó un componente social activo.
Lo que ocurre en esta área protegida Municipal es más que la recuperación física: es un ejemplo inspirador de lo que otras ciudades bolivianas podrían lograr si apostaran por sus espacios naturales en vez de cederlos al crecimiento desordenado. En un país donde los espacios verdes disminuyen año tras año, este proyecto se convierte en un modelo replicable para otros municipios que buscan equilibrar desarrollo y naturaleza, mostrando que la conservación urbana no es únicamente técnica, sino un verdadero acto de comunidad.
Para profundizar en este proceso y comprender cómo un equipo joven logró impulsar este renacimiento urbano, conversamos con Camila Ramallo, miembro de Ciencia Molotov y responsable de Marketing y Estrategias Digitales del proyecto “Revitalización del Área Protegida Municipal de Auquisamaña”.
Origen del proyecto
“Solo el 17 % de los estudios previos estaban disponibles, y el área mostraba abandono: señalética deteriorada, barandas rotas y un espacio en riesgo ecológico y cultural”, explica Camila Ramallo. “Los vecinos necesitaban información técnica para fortalecer sus demandas. Auquisamaña representa la oportunidad de conectar conocimiento, territorio y comunidad para revitalizar un espacio vital para la ciudad”.
Objetivos y medición del éxito
El proyecto busca recuperar y proteger esta área municipal protegida, fortalecer su conectividad ecológica con otras áreas verdes urbanas y convertirla en un modelo de conservación urbana basado en ciencia y participación ciudadana. “El éxito se refleja en mejoras de infraestructura, actualización de la línea base de biodiversidad, participación ciudadana y reducción de avasallamientos. Será exitoso cuando Auquisamaña sea valorado y gestionado de manera sostenible y replicable en otras áreas protegidas”, afirma Camila.

Actividades y logros
Durante la primera fase:
- Actividades de ciencia ciudadana: Bio-Bingo, club de lectura en braile para personas novidentes, Censo Navideño de Aves, talleres de fotografía y la feria “Vizcachas en Acción” con cerca de 200 participantes.
- Infraestructura: reparación de senderos, barandas, techos y señalética actualizada basada en resultados científicos.
- Difusión: minidocumentales, guías educativas y cómics para acercar la ciencia a la comunidad.
La siguiente fase fortalecerá la conectividad ecológica urbana, el monitoreo técnico y comunitario, y consolidará un Plan de Vulnerabilidad y Conservación que será entregado a la alcaldía.
Participación ciudadana
“La ciudadanía es un actor clave: participa en talleres, monitoreos y eventos de ciencia. La independencia en la generación de conocimiento es esencial para que la conservación sea sostenible a largo plazo”, asegura Camila.
Desafíos
Entre los principales retos están las lluvias intensas, la logística de insumos científicos y la expansión urbana ilegal. Se enfrentan mediante estrategias de participación social, monitoreo ciudadano y alianzas con autoridades. “La protección de Auquisamaña no es solo ambiental, también es un desafío de gobernanza y decisión política”.
Valor ecológico y biodiversidad
Auquisamaña cuenta con vegetación de valles secos paceños y Puna inferior, con especies como Baccharis latifolia, Atriplex rusbyi, Coreocactus y Puya cochabambensis.
La fauna incluye 14 registros de pequeños mamíferos, 41 especies de aves, reptiles endémicos, insectos diversos y bacterias que favorecen la fertilidad del suelo.
Especies prioritarias y protección
Entre las especies más relevantes están:
- Liolaemus aparicioi (sut’uwalla paceña), En Peligro Crítico y endémica del valle.
- Thylamys venustus (comadrejita), de distribución poco conocida.
- Flora emblemática: Puya cochabambensis.
“Auquisamaña es un lugar vivo, y su futuro depende de lo que hagamos hoy. Cada árbol y cada sendero forman parte de un ecosistema que sostiene la ciudad. La conservación no es tarea de especialistas, es responsabilidad colectiva. Participa, respeta, monitorea y sé protagonista. Si cuidamos Auquisamaña hoy, estamos cuidando el mañana para toda La Paz”, concluye Camila.
Reflexión final: esperanza y acción ciudadana
En Bolivia, las áreas verdes siguen cediendo frente al avance urbano y al uso inadecuado del suelo, con consecuencias directas sobre la flora, la fauna y la calidad de vida de las ciudades. En ese escenario, la experiencia de Auquisamaña demuestra que la acción ciudadana organizada —sostenida por la ciencia, la educación y la participación comunitaria— puede recuperar y proteger espacios que parecían perdidos. Pero también evidencia que el respaldo real de las autoridades es indispensable para ampliar y sostener estos esfuerzos.
Pese a los desafíos, los avances del proyecto “Revitalización del Área Protegida Municipal de Auquisamaña” son una señal alentadora: están beneficiando tanto a la biodiversidad como a la ciudadanía paceña. Es una iniciativa replicable en otras ciudades del país porque proteger no es un gesto político ni un recurso demagógico; es un acto de empatía, de responsabilidad y de respeto hacia todos los seres que habitan estos territorios compartidos.
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Sobre el autor
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Cecilia L. Martínez Gutiérrez
Cecilia Martínez Gutiérrez, periodista del Programa de Periodismo Indígena Ambiental de la Fundación ORE - UPSA. Vive en La Paz y dedica su labor independiente a explorar los vínculos entre el medio ambiente y los pueblos indígenas. Encuentra inspiración en el contacto con la naturaleza y en las voces de los pobladores locales o ancestrales, cuyas historias nutren la esencia de la suya y le permiten llevar su legado a otros, tejiendo puentes de empatía y entendimiento.



