
En el corazón del municipio de Sena, en la provincia Madre de Dios, departamento de Pando, se encuentra el Área Natural de Manejo Integrado El Gran Manupare. Este impresionante territorio, que abarca 452.639 hectáreas y fue creado en enero de 2024, ofrece un refugio casi desconocido lleno de vida silvestre y paisajes de ensueño. Aquí, las comunidades locales han logrado que el 97% de su bosque se encuentre en buen estado de conservación, testimonio de su compromiso con la protección y la sostenibilidad de este valioso ecosistema.
Un incendio forestal no puede dejar nada bueno, pero sí las acciones de los bomberos de una comunidad que, en plena acción contra las llamas, descubrieron la existencia de pinturas rupestres en una roca que estaba siendo alcanzada por el fuego.
En los últimos cuatro años, 181 hectáreas del espejo de agua han desaparecido de la represa de San Ignacio de Velasco. Los afluentes de la cuenca también se han secado mientras la tala destruye los bosques para expandir la frontera agrícola y ganadera.
El valle tiene una extensión de 262.000 hectáreas y a pesar de que la deforestación ya se ha metido dentro del área protegida, es capaz de depurar los tóxicos que producen en las urbes.
La producción apícola está cambiando vidas. En diciembre termina el Programa quinquenal de Fortalecimiento de Organizaciones Apícolas, liderada por ADAPICRUZ y la fundación belga Miel Maya. Los resultados apuntan no solo a un aumento en la producción, sino, en todo el proceso y fortalecimiento de asociaciones de San Lorenzo, El Torno, La Guardia, Porongo y Okinawa. Ésta es la historia.
La sabiduría de uno de los pueblos indígenas más olvidados del mundo, recuerda que con cada árbol caído no solo sufren los bosques. Sus pocos habitantes viven en paz pero con temor a los incendios.
Once comunidades indígenas Chiquitanas se han quedado sin su principal fuente de alimentos. La sequía está tragando su laguna y la pesca ha desaparecido.
Más de 4.4 millones de hectáreas de bosques de seis territorios interconectados y protegidos por ley —en Santa Cruz (Bolivia)—, sufren los efectos directos o colaterales de la tala indiscriminada, los avasallamientos, el tráfico de tierras, la expansión de la frontera agrícola y los incendios forestales. Revista Nómadas realizó una expedición por cielo, ríos y tierra para conocer el corazón de una biodiversidad inmensa y a los grandes enemigos que están arrasando con la vida en esta parte del planeta.
Porvenir es una comunidad que ha sido resucitada por una palmera espigada que mide hasta 25 metros de alto a la que se conoce como asaí. Su nombre científico es Euterpe precatoria, pero en las tierras del Bajo Paraguá se la conoce como el milagro que ha devuelto la vida a la comunidad indígena Chiquitana y Guarasugwé.
No hay nada oculto bajo el sol del Bajo Paraguá: cuerpos de árboles tumbados, apilados como un estorbo, listos para que el fuego los consuma; brechas abiertas como heridas en el lomo de un animal y un mar verde que todavía queda.
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