
Bolivia está viviendo su peor crisis ambiental. El 2024 fue un año trágico para el país: del total de 1,8 millones de hectáreas perdidas, cerca del 81% corresponde a bosque primario. Muy por encima de cualquier otro año registrado. Con los 1,5 millones perdidos de bosque primario, Bolivia subió del tercer al segundo lugar solo por detrás de Brasil. Esta cifra una triplicación de la pérdida de bosque primario y en su mayoría se debe a los incendios forestales sufridos la pasada gestión.
Estos datos son producto del nuevo estudio del Laboratorio GLAD de la Universidad de Maryland y Global Forest Watch (GFW) del World Resources Institute. A nivel global, los datos también son desalentadores: la pérdida de bosques globales se disparó a máximos históricos en 2024, impulsada por un aumento catastrófico de incendios. Solo la pérdida de bosques tropicales primarios alcanzó los 6,7 millones de hectáreas, casi el doble que en 2023 y esa cifra abarca un área casi del tamaño de Panamá, a un ritmo de 18 campos de fútbol por minuto.

Lamentablemente, Bolivia está en ese mapa. Está en el segundo lugar: 1,5 millones de hectáreas de bosque primario fueron arrasadas principalmente por los incendios. Eso significa que en 2024 hubo un incremento de 200% de pérdidas arbórea. Lo triste es que Bolivia ahora subió del tercer al segundo lugar de los países más afectados en el mundo. En total, el país perdió 1,8 millones de hectáreas, pero de esa cifra, un 81% corresponde a bosque primario.
Más de la mitad de esta pérdida se debió a los incendios forestales, a menudo iniciados para limpiar tierras para la producción de soya, la ampliación de terrenos para el ganado y el cultivo de caña de azúcar. En 2024, Bolivia sufrió por los mega incendios también debido a la fuerte sequía. Las políticas gubernamentales que promovieron la expansión agrícola empeoraron el problema, dice el estudio publicado en GFW.
Según el estudio, la mayoría de los incendios en los bosques tropicales de Bolivia iniciaron para despejar la tierra para la agricultura a escala industrial, especialmente para la ganadería avanzada –que se cree que es responsable del 57% de la deforestación en el país– y los cultivos de soya, caña de azúcar, maíz y sorgo a escala industrial.

“Los incendios que arrasaron Bolivia en 2024 dejaron cicatrices profundas, no solo en la tierra, sino en las personas que dependen de ella. El daño podría tardar siglos en revertirse. En todo el trópico, necesitamos sistemas de respuesta ante incendios más sólidos y un alejamiento de las políticas que fomentan la deforestación peligrosa, o este patrón de destrucción solo empeorará”, enfatizó Stasiek Czaplicki Cabezas, investigador boliviano, periodista de datos de Revista Nómadas y quien fue invitado para hablar sobre las causas del desastre, como panelista de la conferencia de prensa que dio GFW para la prensa mundial, en días pasados.
Por primera vez, los incendios forestales fueron responsables del 59% de la pérdida total de bosque en Bolivia. Nunca antes se había registrado tanta pérdida asociada al fuego. A su vez, la pérdida sin incendios -es decir, por desmonte- también alcanzó un récord, superando las 700.000 hectáreas.
Aunque el fuego puede ser una herramienta tradicional de gestión de la tierra, las condiciones cada vez más calurosas y secas han convertido muchas de estas quemas en incendios descontrolados, lo que ha provocado temporadas de incendios más largas, y más destructivas.
Bolivia experimentó una de las sequías más severas registradas en 2024: las estadísticas del gobierno muestran que casi el 12% de del país ardió, incluyendo grandes áreas de bosque.
Sin sistemas de alerta temprana ni recursos adecuados de lucha contra incendios, las comunidades indígenas y campesinas sufrieron lo peor de las llamas, mientras que los residentes urbanos padecieron el humo de los incendios forestales.
A principios de 2024, el gobierno levantó las cuotas de exportación de soya y carne vacuna impulsando los incentivos para la expansión agrícola. Y no se espera que el desarrollo agrícola se ralentice. Además, se eliminó todos los impuestos a la importación de productos agroquímicos y maquinaria y se introdujo una tasa conveniente de préstamos de entre dos y cinco años para particulares y empresas afectados por los incendios forestales.
Según el informe de GFW, el epicentro de la crisis ambiental estuvo en el departamento de Santa Cruz. Los municipios más afectados fueron: San Matías, con 182.743 hectáreas afectadas; Urubichá con 306.061 ha; Concepción con 266.179 ha; San Ignacio de Velasco perdió 247.000 ha; y Ascensión de Guarayos con 68.000 ha.
Mientras, Beni alcanzó un nuevo récord en 2024 con 348.000 hectáreas perdidas, frente a las 236.000 del año anterior, que ya había sido su máximo histórico. Los municipios más afectados de este departamento fueron Baures, Guayaramerín, Riberalta y Exaltación.
El departamento de La Paz también batió récord: 83.000 hectáreas arrasadas, más del doble del anterior, cuando en 2023 perdió 38.000 hectáreas. En Pando, la pérdida se duplicó en comparación a años anteriores: 29.000 hectáreas, aunque aún por debajo del récord de 2005, que fue 32.000 hectáreas perdidas.
En todo ese panorama gris hubo un punto positivo: Charagua Iyambae, un territorio indígena guaraní, consiguió contener los incendios forestales. Sus inversiones en sistemas de alerta temprana y aplicación de políticas de uso de la tierra ayudaron a evitar la propagación del fuego por segundo año consecutivo. Esto es una hazaña notable en medio de un desgarrador panorama por la pérdida de bosques primarios.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN EL MUNDO?
En los últimos 25 años, la pérdida de bosque a nivel global ha tendido a aumentar, aunque con fluctuaciones marcadas. Desde 2016, los niveles anuales de pérdida pasaron de entre 18 y 23 millones de hectáreas a situarse entre 24 y casi 30 millones.

En 2024, el mundo batió un nuevo récord: cerca de 30 millones de hectáreas de bosque perdido, una superficie equivalente a la de La Paz + Potosí + Chuquisaca.
Por primera vez en la historia, la causa principal de la pérdida global de bosque fueron los incendios, superando al desmonte, que había dominado en años anteriores.
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