
En la comunidad de Montegrande, puerta de entrada al área de conservación Loma Santa, conversé con Miguel Ángel Fernández, biólogo y responsable de campo de ORÉ. Fernández detalla cómo los pueblos del Territorio Indígena Multiétnico (TIM) gestionan sus recursos naturales e implementan sistemas de control y vigilancia territorial. Su relato ofrece una mirada profunda sobre la relación entre pueblos indígenas, territorio y sostenibilidad ambiental en Bolivia.
– Para que el país y el mundo conozca, ¿puede explicarnos qué es el TIM?
– El TIM, como su nombre indica, es el Territorio Indígena Multiétnico, conformado por cinco pueblos indígenas: Yuracaré, Movima, T’simane, Mojeño Trinitario e y Mojeño Ignaciano. Es un territorio emblemático porque fue protagonista de la lucha territorial de 1990, cuando se marchó contra el saqueo de sus recursos naturales a manos de las empresas madereras. Fue uno de los territorios que marcó el inicio de la lucha por el territorio y la dignidad.
Con los años, se tituló la tierra y se estableció la autonomía indígena. Como forma de ejercicio de esta autonomía, crearon la primera área de conservación indígena en el Beni y en la Amazonía. Si bien hay otras áreas de conservación indígenas autónomas, pero como en Charagua, en el departamento del Beni, esta es pionera.
– Son cinco pueblos en un solo territorio. ¿Por qué Loma Santa?
– Estos pueblos tenían la creencia de un lugar sagrado, donde no había maldad, donde podían cazar, beber agua limpia y vivir tranquilos. El área de conservación recibió ese nombre porque allí nacen la mayoría de los ríos importantes y la fauna es abundante.
En Loma Santa vive principalmente el pueblo T’simane, cuya dieta depende en más del 90% de los alimentos que consiguen del bosque, sobre todo carne de monte. El bosque existe porque los indígenas lo habitan y lo usan de una manera que permite su continua regeneración. Siempre han enfrentado amenazas de madereros e intrusos que quieren avasallar, pero ellos entienden que dependen del bosque para alimentarse.
– ¿Cómo protegen el territorio?
– El pueblo T’simane, ya no tiene más monte a dónde ir, así que decidieron pelear por lo que queda. El área de conservación tienebase comunal: guardabosques voluntarios que vigilan mientras cazan y pescan. Cada comunidad tiene cinco guardabosques, seleccionados por su conocimiento del territorio y su habilidad para desplazarse en los caminos.
No reciben salario; es una voluntad propia de cuidar su hogar. Actualmente hay 60 guardabosques, superando muchas áreas protegidas convencionales. ORÉ los apoya con chalecos, gorras e indumentaria, y capacitaciones constantes. El sistema de control ha funcionado: los incendios han disminuido y la gestión territorial se fortalece con la participación de los guardabosques en cabildos y decisiones comunales.
– Ahora, 19 de agosto, se está llevando una importante actividad aquí en Monte Grande. Se ven a los habitantes de los cinco pueblos indígenas que forman parte del TIM.
– Es el Encuentro de Corregidores del TIM, un congreso donde delegados de cada comunidad toman las decisiones más importantes. La presencia de los guardabosques garantiza la conservación del territorio.
– ¿Qué tema abordan actualmente?
– La ley del sistema de control y vigilancia territorial, que permite activar acciones de conservación a nivel comunal y territorial. El TIM obtuvo su ley de creación como Autonomía Indígena en 2024; antes era un territorio solamente con título colectivo otorgado por el INRA. Se separaron de los municipios Santa Ana de Yacuma y San Ignacio de Mojos para constituir una nueva unidad territorial, con 28 comunidades y cinco pueblos.
– ¿Qué importancia tiene Loma Santa dentro del TIM?
– Vital, porque se ubica en la disputa del fallido proyecto carretero Villa Tunari–San Ignacio de Mojos, y funciona como un tapón. También protege los ríos frente a amenazas de mineros y petroleros, y sirve como reservorio de fauna. Loma Santa tiene su propia ley a nivel gobierno indígena, con autonomía plena para proteger el territorio según normas y costumbres ancestrales, distinta del modelo estatal clásico.
– ¿Qué papel juega el TIM frente a otros corredores ecológicos, como el TIPNIS?
– Es como una puerta más del Corredor de Conservación Vilcabamba-Amboró. Loma Santa contribuye a la preservación cultural y ambiental, creando un bloque de conservación que protege la diversidad biológica.
– ¿Qué comunidades y cuántas hectáreas abarca?
– A los pueblos Yuracaré, Movima, T’simane, Mojeño Trinitario e y Mojeño Ignaciano. El TIM tiene alrededor de 643.000 hectáreas, y sumando otros territorios indígenas áreas protegidas circundantes, suman casi un millón y medio de hectáreas.
– ¿Cuáles son las principales amenazas?
– Ganadería, chaqueos, cambio climático y fenómenos extremos como sequías e inundaciones. En 2023, la sequía y los vientos provocaron incendios grandes, pero gracias a los guardabosques y estaciones meteorológicas, se pudo controlar la situación.
– ¿Algún mensaje final para Bolivia y el mundo?
– La conservación enfocada desde los pueblos indígenas nos garantiza la protección de los bosques y la biodiversidad. Bolivia tiene monte porque hay indígenas que lo habitan; cuando ellos son expulsados, el monte queda desprotegido. El territorio para el indígena es la base de su existencia. La vida en el bosque es saludable, tranquila y sostenible: no necesitan presión social, transporte ni servicios urbanos; disfrutan del tiempo y viven más felices. Esa visión mantiene el bosque y la cultura viva.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).