Estoy harto de escuchar medias verdades y mentiras convenientes sobre una crisis que golpea con fuerza a la mesa de las familias bolivianas: el desabastecimiento y el alza de precios de los alimentos básicos no son casualidades, son el reflejo de problemas estructurales que ya no podemos ignorar.
En las últimas semanas, Bolivia ha sido testigo de una situación alarmante en torno a los alimentos básicos: el desabastecimiento y el alza de precios. Este problema, lejos de ser un fenómeno aislado, refleja profundas tensiones estructurales en la economía y la política alimentaria del país.
El caso del arroz: un pilar en crisis
El arroz, fundamental la dieta boliviana con un consumo anual de aproximadamente 43,7 kg per cápita, ocupa el segundo después de la papa en los hogares del país. Sin embargo, su precio ha experimentado un alza preocupante. Desde mediados del 2015, el arroz de primera mantenía un precio mayorista estable de Bs 300 por quintal. A partir de mayo 2024, los precios comenzaron a subir y en diciembre de 2024, superaron los Bs 485 en mercados mayoristas de Cochabamba y Santa Cruz, llegando incluso a los Bs 525 en La Paz. La variedad económica, que solía costar Bs 200, ahora se vende entre Bs 365 en Santa Cruz y Bs 495 en La Paz. Mientras tanto, EMAPA comercializa de forma limitada y subsidiada la arroba de arroz económico a Bs 50,5, equivalente a Bs 202 por quintal representando un ahorro significativo para una población cuyos ingresos no han crecido y mientras que los costos de vida sí.
La disparidad de precios entre regiones, calidad es y tipos de arroz de suministro indica un posible desabastecimiento regionalizado y serios problemas distribución fragmentan los sistemas de abastecimiento.
La principal campaña de producción de arroz, la de verano, se vio gravemente afectada por la sequía reduciendo la cosecha nacional a 510,000 toneladas, muy por debajo de las 620,000 necesarias para garantizar el abastecimiento interno. Esta sequía está vinculada al cambio climático, exacerbado por el desmonte causada principalmente por el sector ganadero y soyero.
Este déficit, en otros años, se habría paliado con importaciones o contrabando, prácticas comunes en el pasado. Sin embargo, la crisis de dólares y la devaluación del boliviano han cambiado las reglas del juego. Hoy, el dólar en la calle se comercializa a Bs 11 frente a los Bs 6,8 oficiales, haciendo más atractivo contrabandear arroz boliviano a Perú y Brasil.
A pesar de la variabilidad de la producción de arroz boliviano, las importaciones de arroz han disminuido drásticamente desde 2014, pasando de 80 000 toneladas a apenas 2 700 toneladas el año pasado. El 16 de diciembre, el gobierno anunció la importación de 60 000 toneladas de arroz, una medida que, de concretarse y evitar el contrabando, podría aliviar parcialmente el déficit.
Carne y aceite: entre sequía y liberalización
La carne y el aceite vegetal, otros productos esenciales, enfrentan crisis similares. Sin embargo, en su caso, la liberalización de las exportaciones agropecuarias acordada entre el gobierno y el sector agropecuario es la raíz del problema. En teoría el sector agropecuario se auto regularía para limitar sus exportaciones a niveles que no desabastezcan el mercado doméstico.
Las cuotas de exportación de carne boliviana, que debían limitarse a 37 000 toneladas (un aumento frente a las 25 000 toneladas de 2023), fueron eliminadas. El sector ganadero argumento que se autorregularía y tiene la capacidad de exportar hasta 50 000 toneladas anual sin desabastecer el mercado doméstico. No obstante, las exportaciones ya superaron 44,000 toneladas hasta septiembre, con un promedio mensual de 5000 toneladas, lo que proyecta más de 50 000 toneladas para fin de año.
Como era previsible, el sector ganadero y los frigoríficos no cumplieron su compromiso y priorizaron las exportaciones, desabasteciendo el mercado local y aumentando los precios. Aquello fue denunciado por el sector de carnicería que incluso pidió hace un mes la suspensión de las exportaciones de carne boliviana. Desde agosto del 2024, el precio del kilo de carne en gancho, de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, subió de Bs 23 a 31, un incremento del 34% en apenas cinco meses, alcanzando niveles históricos.
En el caso del aceite de soya, la principal causa de la crisis es la sequía que golpeó la campaña de verano 2023-2024, vinculada, como mencioné, al cambio climático y la deforestación provocada por la ganadería y la soya. Este fenómeno redujo la producción nacional en un 27%.
Como resultado, no sorprende que la producción de aceite de soya crudo, de la cual deriva el aceite refinado para el consumo humano, haya disminuido también un 27%. Sin embargo, la proporción de este aceite crudo destinada a la exportación solo se redujo en un 23%, lo que significa que una mayor parte del producto disponible se destinó a mercados externos en lugar de al mercado doméstico. En cuanto a la disponibilidad de aceite refinado para el consumo interno disminuyó en un 10%, lo cual es significativo y tiene un impacto directo en las familias bolivianas.
Adicionalmente, al igual que ocurre con el arroz, la devaluación del boliviano ha incentivado el contrabando de aceite de soya hacia países vecinos, lo que agrava aún más el problema. Todo esto ha contribuido a un incremento en los precios mayoristas, que desde mayo de 2024 han aumentado en un 22%. El gobierno anunció hace unas semanas la suspensión temporal de las exportaciones de aceite crudo de soya, lo cual alivio en cierta medida el desabastecimiento y precios del aceite refinado y por lo tanto acaba de levantar dicha medida.
Conclusión: Un modelo que profundiza la crisis y políticas cortoplacistas e ineficaces
En conclusión, el trasfondo de esta situación está marcado por un modelo agroexportador que ha priorizado los mercados externos sobre las necesidades internas. Este enfoque, alimentado por políticas que flexibilizan las regulaciones y subsidian al sector, ha intensificado la presión sobre la frontera agrícola, la deforestación y los ecosistemas, agravando además las consecuencias del cambio climático. En este contexto, el actual desabastecimiento no solo es una crisis coyuntural, sino el síntoma de un sistema que responde más a intereses de exportación que a la seguridad alimentaria del país.
Mientras tanto, las respuestas gubernamentales han sido limitadas y reactivas frente a problemas previsibles. La venta de productos a precios subsidiados a través de EMAPA han generado largas filas de consumidores, pero no abordan las causas estructurales de la crisis. Es importante subrayar que medidas como cuotas de exportación, bandas de precios o subsidios no son excepcionalidades bolivianas ni de países “socialistas”; son políticas comunes en todo el mundo y necesarias cuando los exportadores no se autorregulan.
En última instancia, este escenario pone en evidencia la vulnerabilidad de Bolivia frente a los efectos combinados de las políticas económicas y el cambio climático. La dependencia de un modelo primario exportador deforestado que ha resultado en un círculo vicioso donde las divisas generadas por las exportaciones no retornan al país, el abastecimiento interno se descuida, y los sectores más vulnerables de la población terminan pagando el precio más alto.
De cara a las futuras elecciones presidenciales, es fundamental cuestionar a quienes prometen mayor liberalización de las exportaciones sin considerar las consecuencias para los hogares bolivianos y para nuestros ecosistemas, asediados por el avance de la frontera agrícola.
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Sobre el autor
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Stasiek Czaplicki
Economista ambiental especializado en cadenas de valor agropecuarias y forestales, con más de 10 años de experiencia. Investigador y activista boliviano enfocado en deforestación y en investigación corporativa y financiera. Cuenta con una amplia trayectoria en ONG nacionales e internacionales, organismos multilaterales y think tanks globales (WWF, FAO, Climate Focus, Oxfam, CIPCA). Actualmente forma parte del equipo de Revista Nómadas donde además de realizar investigaciones periodísticas, ejerce como gerente de proyectos y asesor técnico. Stasiek Czaplicki, junto a Iván Paredes, ha sido galardonado con el Premio al Periodismo de Investigación Franz Tamayo 2024 por el reportaje Bolivia no se baja del podio de países que más monte pierden en el mundo, en el que abordó la alarmante pérdida de bosques en Bolivia durante el 2023.