Roberto Vides-Almonacid, Director Ejecutivo de la FCBC
Roberto Vides —cuando habla— sus palabras empujan un viento amable envuelto en los sonidos de las aves que anidan en el Bosque Seco Chiquitano. Cuando mira, la selva también observa a través de sus ojos y cuentan con solvencia lo que les está pasando a los árboles y a los ríos, a la biodiversidad que cada vez es menos y a los pueblos indígenas que en los últimos tiempos se sienten solos.
Roberto Vides-Almonacid es el Director Ejecutivo de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano en Bolivia. Es biólogo y ecólogo con grados de licenciatura y doctorado en Argentina y con maestría en manejo de vida silvestre en Costa Rica.
Su palabra sobre la salud del planeta es palabra autorizada. Ha desarrollado diferentes trabajos, estudios y proyectos sobre ecología y conservación de la biodiversidad en América Latina y el Caribe y especialmente en los bosques tropicales y subtropicales de Bolivia, Paraguay y otros países de los andes tropicales en colaboración con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En esta entrevista con Revista Nómadas, Roberto Vides responde cada pregunta de manera profunda, amparado por sus conocimientos científicos y los adquiridos en las mismas entrañas del Bosque Chiquitano que él conoce y defiende. Hace un diagnóstico sobre la salud de este ecosistema único en el mundo, describe en detalle cuáles son los enemigos y las amenazas que están hiriendo cada centímetro de la naturaleza.
Roberto Vides hace un diagnóstico sobre las potencialidades de este ecosistema único en el mundo. Foto: FCBC
—¿Cómo está la salud del Bosque Seco Chiquitano?
—A pesar de que estamos en una contingencia, que estamos de paro nacional, lamentablemente no para el impacto sobre el bosque. Pero algo más importante es que el bosque no para. En este momento, lo que aún tenemos de bosque, está trabajando y está trabajando manteniéndonos: el bosque está capturando carbono, emitiendo oxígeno, ayudando al reciclaje de nutrientes y a que los micro climas se mantengan. Está permitiendo que haya agua disponible, ayudando a que maduren las frutas silvestres, se desarrollen los polinizadores, que las maderas sigan creciendo y que puedan ser aprovechadas de una manera sustentable por la sociedad. Es decir, la joya que nosotros tenemos: el Bosque Seco Chiquitano, está trabajando para nosotros, para la humanidad y ese es el enorme valor que tiene.
A nivel nacional e internacional, los bosques secos tropicales se encuentran dispersos por todo el planeta. Originalmente, un poquito más de la mitad de todos los bosques secos tropicales del mundo se encontraban justamente en Latinoamérica. Por lo tanto, América Latina, en sí, tiene una enorme responsabilidad en ese sentido. Pero también hay bosques secos tropicales en África. Muchas veces uno se imagina ya sea las sabanas o las selvas del Gabón, pero no sabe que el Miombo, por ejemplo, es un bosque seco tropical enorme en África que también está sufriendo un impacto enorme, pero también existen en la India, en Asia, en Australia y en Centroamérica. Para poner en contexto esto, yo he vivido y he trabajado muchos años en Centroamérica con sede principalmente en Costa Rica y estuve vinculado a proyectos de la costa Pacífica, justamente en las áreas de bosques secos tropicales. En la década de los 50 y 60, obviamente no era la época que yo estaba, todos estos bosques habían sido prácticamente desmantelados por una conexión que se denominó la Conexión Hamburguesa, para beneficiar a las grandes cadenas de hamburguesas de Estados Unidos. Eso fomentó la deforestación, sobre todo, de los bosques secos tropicales. Uno ve la ganadería en Centroamérica y se da cuenta que está justamente —como en la Chiquitania en Bolivia—en la zona donde se encontraba el bosque seco. Sin embargo, decisiones que fueron tomadas a partir de la década del 80 y del 90, permitieron una recuperación de esos bosques. Yo estuve particularmente en uno de ellos, en el Parque Nacional de Santa Rosa, en Guanacaste, en la costa Pacífica norte de Costa Rica, límite con Nicaragua. Allí pude comprobar el trabajo que un gran biólogo americano que todavía vive, Daniel Janzen y su esposa, otra bióloga muy reconocida, trabajaron en demostrar cómo el bosque que había sido destruido, puede ser recuperado con un esfuerzo enorme. Llegar a ese punto en que prácticamente se ha perdido y se está recuperando de una manera costosa y dolorosa, es lo que no queremos que ocurra en el bosque seco Chiquitano.
El bosque está capturando carbono, emitiendo oxígeno, ayudando al reciclaje de nutrientes y a que los micro climas se mantengan.
—¿Cuál es el gran valor que tiene el Bosque Seco Chiquitano?
—De todos los bosques secos tropicales, desde México hasta el Trópico de Capricornio en el límite de lo que es el Chaco Tropical y el Bosque Seco Chiquitano, este último es el bosque seco más grande y todavía el mejor conservado de todos. El otro gran bloque de bosque seco tropical que hay es la Caatinga, en Brasil, que tiene su particularidad, es distinto al Bosque Seco Chiquitano, pero también técnicamente se lo puede denominar como tal, pero también está fuertemente impactado. En otros países donde hubo bosques secos tropicales importantes representativos, de alguna manera biogeográficamente vinculados con el Chiquitano, hoy prácticamente han desaparecido, hablamos de Ecuador y de Colombia. En Venezuela y Perú quedan todavía algunos remanentes. En algunos países queda ya solo el 2%. Sin embargo, aún, en Bolivia, si uno considera el Bosque Seco Chiquitano, como tal, estamos todavía entre un 70% o hasta un 80% del bosque original. Pero en las próximas dos o tres décadas, la tendencia es que vamos a quedarnos con la mitad o menos de la mitad. Entonces esa tendencia, como ha ocurrido en Colombia, Ecuador, en Centroamérica o en África, es lo que debemos evitar.
También conoce las amenazas que atentan contra la salud del Bosque Seco Chiquitano.
Foto: Claudia Belaunde
Algo en que muchas veces, por los tiempos, uno pierde la perspectiva, sobre todo la sociedad en general, es el hecho de que el Bosque Seco Chiquitano ha funcionado en las últimas eras glaciares del Pleistoceno y en el post Pleistoceno, —cuando los glaciares se expandían y se retraían y había ciclos más húmedos, más secos, más fríos y más calientes— ha funcionado como un amortiguador, manteniendo los ecosistemas húmedos al norte y más secos al sur.
De todos los bosques secos tropicales, desde México hasta el Trópico de Capricornio en el límite de lo que es el Chaco Tropical y el Bosque Seco Chiquitano, este último es el bosque seco más grande y todavía el mejor conservado de todos.
Con el cambio climático, la velocidad con que estos cambios están ocurriendo, es mil veces superior a lo que ocurría en la época de las glaciaciones. Entonces, la diversidad, ya sea de plantas o animales, que antes tenían mucho tiempo para poder desplazarse y acomodarse en las nuevas condiciones bioclimáticas, hoy lo tienen que hacer rápidamente. Pero a eso se suma un problema adicional: los corredores entre los bloques de bosques hoy están cortados por los grandes campos de la agroindustria, por las grandes extensiones de ganadería, por la infraestructura y por la presencia propiamente humana. Entonces, la riqueza natural del Bosque de Seco Chiquitano se enfrenta a un doble desafío: sobrevivir frente al cambio climático y la necesidad de desplazarse en una carrera de obstáculos.
—Para tener el contexto mundial y también local, ¿cuánto de Bosque Seco queda en el mundo y qué lugar ocupa el Bosque Chiquitano?
—El 98% de los bosques secos tropicales del planeta están hoy en peligro y solamente queda alrededor de la mitad de los bosques en buenas condiciones. La mitad de los bosques en todo el planeta está en condiciones aceptables, pero con una muy fuerte amenaza. El Bosque Seco Chiquitano representa hoy, al menos en América Latina, más de un tercio, y yo diría la mitad de la superficie de los bosques secos tropicales, y probablemente, un cuarto a nivel global en buenas condiciones. Eso le da un valor inmenso al Bosque Seco Chiquitano, no solamente a Santa Cruz, a Bolivia y a América Latina, si no a nivel global.
La riqueza que tiene el Bosque Seco Chiquitano —a diferencia de otras regiones como, por ejemplo, los Yungas o la zona del Madidi, donde hay altos endemismos en sí mismos — es que en el Bosque Chiquitano, las especies endémicas están entrelazadas con el Cerrado. Justamente el valor que tiene es esa interdigitación biogeográfica entre especies amazónicas y chaqueñas con su propia identidad. Hay un concepto en ecología y en biología evolutiva que se conoce como ecotonos biogeográficos y evolutivos y el Bosque Chiquitano, es ese ecotono porque las especies están más adaptadas justamente a las fluctuaciones climáticas y por lo tanto, —si se lo conserva adecuadamente— puede tener mayores posibilidades de evolucionar y adaptarse a nuevas condiciones. Es como un semillero de nuevas especies y ese es otro valor casi invisible que pocas veces se lo pone en la mesa o en el conocimiento del público en general.
—Cuánto de Bosque Seco Chiquitano tenemos?
—A nivel de la ecoregión del Bosque Seco Chiquitano, por una definición de varios criterios, estamos hablando que, entre Bolivia, el norte de Paraguay y un pedacito de Brasil, existían 24 millones de hectáreas. A nivel de Bolivia, contamos actualmente con alrededor de 14 millones de hectáreas, que incluyen diferentes tipos de ecosistemas del Bosque Chiquitano, porque no es homogéneo, eso es algo que le da un enorme valor también a esta riqueza natural.
Hay selva, pero también hay sabanas entrelazadas y hay Cerrado. Todo eso forma parte de lo que es el paisaje de Bosque Seco Chiquitano.
—Dónde empieza y dónde termina el Bosque Seco Chiquitano?
—No tienen unos límites muy definidos. Hacia el norte tenemos la selva amazónica. Eso está muy claro. La vegetación amazónica ingresa hacia el Bosque Chiquitano principalmente por los ríos, de norte a sur. Entonces hay áreas donde se entrelaza con la matriz que constituye el Bosque Chiquitano. Geográficamente esto ocurre justo al norte del departamento de Santa Cruz, donde están las Reservas de Ríos Blanco y Negro y donde está la del Bajo Paraguá, en el límite con el Parque Nacional Noel Kempff Mercado. Es ahí donde uno puede encontrar esas grandes extensiones donde se entreteje la Amazonía con el Bosque Chiquitano. Entonces, ahí podemos establecer un límite. Hacia el sur ocurre algo muy parecido. Con el Chaco hay una faja para tomar de referencia: el corredor Bioceánico, entre el Parque Nacional Kaa Iya y el Otuquis, lo que hoy es el Ñembi Guasu, el área que ha sufrido los megas incendios en el 2019. Esto lo describe Gonzalo Navarro, uno de los geobotánicos más relevantes de Bolivia. Con él hemos trabajado en delimitar el área de transición del Bosque Chiquitano hacia Paraguay.
En la Comunidad Colorado, en el marco del proyecto sobre la diversificación de la economía basada en los recursos naturales, en septiembre 2011.
Foto: FCBC
La ciudad de Santa Cruz es el límite oeste de la ecorregión del Bosque Seco Chiquitano, por eso hay un remanente en el Jardín Botánico y remanentes en la misma ciudad. Por eso en la Lomas de Arena hay pequeños bloques. Si se van un poquito más allá, pasando El Torno, podemos decir que ese es el límite, así como las pampas de La Bélgica y Colpa. Yendo más hacia arriba, hacia el este ingresa también en la parte de Brasil, donde hay dos grandes bloques que obviamente están fuertemente impactados, sobretodo en el norte, en Mato Grosso, que es lo que da continuidad a las serranías del Parque Estadual Serra do Ricardo Franco.
En algunos países queda ya solo el 2%. Sin embargo, aún, en Bolivia, si uno considera el Bosque Seco Chiquitano, como tal, estamos todavía entre un 70% o hasta un 80% del bosque original.
— ¿Cuánto del Bosque Seco Chiquitano está protegido?
—No todo el bosque Chiquitano está debidamente representado en el sistema de áreas protegidas. El Área Natural de Manejo Integrado San Matías contiene una parte importante en términos de área de mayor diversidad altitudinal, sin embargo, hay un triángulo de alto valor de biodiversidad que está fuera del ANMI San Matías y del Valle de Tucabaca, en Roboré y que hoy no tiene dueño en términos de conservación, aunque todavía funciona una ex concesión forestal.
En la década de los 80, Conservación Internacional había hecho una evaluación ecológica rápida en la que estableció que el Bosque Seco Tropical más biodiverso de toda América era justamente el Valle de Tucabaca, que es la única área protegida que realmente contiene un bloque importante de alta biodiversidad. El Valle de Tucabaca es un área protegida subnacional. Las demás áreas protegidas contienen solamente fracciones de Bosque Chiquitano, como Santa Cruz la Vieja, la reserva de San Rafael, Laguna Marfil y el Bajo Paraguá que ahora ya con su enorme superficie, es un bloque relevante.
Entonces, solamente entre el 20% y el 30% de todo el Bosque Seco Chiquitano en Bolivia está protegido bajo el amparo de las áreas protegidas. Lo demás está como tierra de producción forestal permanente, como tierras de privados, como tierras originarias, campesinas, indígenas y ante la expectativa de que sea deforestado por la expansión de agricultura o la ganadería.
—¿También hay tierra fiscal?
—Sí, pero son muy pocas las tierras fiscales que contiene el Bosque Chiquitano. Las que hay son, en algunos casos, los remanentes de las ASL (Agrupación Social del Lugar) que hoy están todavía bajo figura transicional de lo que eran las concesiones forestales, que podrían llegar a ser parte del sistema de áreas protegidas. Con eso se incrementaría la superficie bajo protección. De lo que sí estamos convencidos es que debemos buscar alternativas de uso y de ocupación del territorio permitiendo no solamente el desarrollo agropecuario, sin duda, porque es parte de las necesidades de la dinámica de desarrollo de esta región y del país, pero con una visión de mantener las áreas de alto valor para la conservación y la conectividad de los bosques.
Para eso hay que trabajar mucho con el sector privado, pero también con el Gobierno en términos de las normativas. Un instrumento que lamentablemente ha sido perverso para la conservación de los bosques en general en el país pero sobre todo para el Bosque Chiquitano, es el cumplimiento de la Función Económica y Social (FES) y los criterios de definición de Planes de Ordenamiento Predial (POP), en los cuales se privilegia la deforestación a la conservación del bosque.
La resolución que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha emitido en el Congreso Mundial de la Naturaleza celebrado en Marsella (Francia), entre el 3 y el 11 de septiembre de este año, declara prioridad la conservación de los bosques secos tropicales en Sudamérica. Esta resolución, de carácter global y de gran impacto hacia los estados y los organismos multilaterales, nos ayudará para impulsar propuestas técnicas que aporten a modificar las normas de cambio de uso del suelo con un enfoque integral y sostenible.
— Cuál es el uso de suelo del Bosque Chiquitano?
— Donde hay un suelo un poquito más profundo, un poquito más rico, crece el bosque. Cuando el suelo es muy pobre y predominan rocas o suelo realmente arcilloso, crece el Cerrado, las sabanas. Eso demuestra de que es un mosaico diferenciado de tipo de suelo y de capacidad de nutrientes.
Si al bosque uno lo corta y lo aprovecha en cultivos, efectivamente lo pueden hacer dos, tres o hasta cinco años, después se empobrece y se opta por sembrar pasturas para el ganado, después lo que pasará es que se convertirá en áreas prácticamente desiertas porque habrá un proceso de desertificación del suelo.
El bosque nos da soluciones para la producción sostenible de alimentos para la gente, seguridad hídrica, la medicina, la retención del carbono.
Roberto Vides acude a las comunidades porque solo llegando al corazón de le ecorregión es posible conocer la realidad sin restricciones.
Foto: FCBC
Gracias al estudio del proyecto ECCOS de la FCBC y de la FAN, como socia del proyecto, se calculó, por ejemplo, cuánto el área protegida de Tucabaca, de 254 mil hectáreas, mitiga cada año 1.608 millones de toneladas de carbono, equivalente a las emisiones de 832 mil habitantes de Bolivia. Esto tiene un enorme valor debido a las contribuciones que Bolivia debe cumplir en términos de aporte en reducción de gases de efecto invernadero. Pero lamentablemente Bolivia no se adhirió a la Declaración de los Líderes de Glasgow, durante la reciente COP 26 de Cambio Climático, sobre el compromiso de conservar los bosques y a la cual suscribieron líderes de 131 países, cuyos territorios albergan más del 85 por ciento de los bosques del planeta.
Con la no firma de Bolivia a este compromiso, se está hipotecando el futuro no sólo del Bosque Chiquitano sino de todos los bosques del país, porque no hay voluntad explícita de reducir la deforestación.
Pero en las próximas dos o tres décadas, la tendencia es que vamos a quedarnos con la mitad o menos de la mitad. Entonces esa tendencia, como ha ocurrido en Colombia, Ecuador, en Centroamérica o en África, es lo que debemos evitar.
—Confírmeme ese dato por favor: ¿Es en el Bosque Seco Chiquitano donde se está dando la mayor expansión de la frontera agrícola de Bolivia?
—Correcto, es el Bosque Chiquitano donde se está produciendo la mayor expansión de la frontera agrícola. Tenemos un mapa que nos compartió, tal vez de manera poco prudente, no voy a decir el nombre, alguien de una empresa transnacional que compra soya no solamente en Bolivia sino en Argentina, Paraguay Brasil. Nos compartió un mapa que muestra lo que ellos llaman las peceras de expansión de la soya. Esta empresa busca producir soya con cero deforestación a partir del 2030, lo que significa que hasta el 2030 todo lo que ellos tienen identificado como peceras de expansión, pasarían a ser de bosques a campos de soya. Todas estas peceras están en el Bosque Chiquitano hasta sus límites con el Chaco y hasta sus límites con la Amazonia. Es decir, todo lo que es el área del Bosque Seco Chiquitano son “las peceras” y solamente lo que hoy son parte del sistema de áreas protegidas nacionales y subnacionales quedarían libres de deforestación. Todo lo demás, son áreas que van a ser desmontadas para cultivo de soya. Entonces no me cabe la menor duda, en decir que el área de mayor expansión agroindustrial, agropecuaria e industrial, de Bolivia está en la Chiquitania y especialmente va a afectar al Bosque Seco Chiquitano.
—¿Cómo se explica que esté avanzando la deforestación tomando en cuenta que existen normativas que se deberían cumplir?
—Voy a referirme a cuatro casos muy concretos. En el trayecto de la carretera de San Ignacio de Velasco hacia la Laguna Marfil, en toda esa zona hay grandes desmontes y ganado a ambos lados de la vía de tierra. Una de esas haciendas se llama Rancho Dorado. Además, en realidad, son varios ranchos de un solo propietario brasilero de Mato Grosso que compró a través de terceras personas a quienes que eran originalmente de privados bolivianos. Con esta técnica de mosaico, como no se pueden tener más de 5.000 hectáreas, en realidad manejan 30.000, 50.000 100.000 hectáreas; la misma empresa con propiedades de distintos nombres y con distintos “propietarios”. Así es como están realmente generando este encadenamiento de cambio de uso del suelo de una manera voraz y veloz.
Segundo caso. En los alrededores de Alta Vista, un centro experimental que la FCBC tiene en Concepción, hay varias propiedades. Hace tiempo, un empresario vinculado al sistema financiero bancario de Bolivia compró varias propiedades, y nosotros, nos ofrecimos a darle asistencia técnica gratuita para sus planes de ordenamiento predial con la expectativa de que hiciera las cosas bien, como tenían que hacerse. Pero resulta que este empresario acaba de transferir esas propiedades a un solo empresario brasileño que ya tiene todos los permisos para desmontar todo el Bosque Chiquitano que está alrededor del Alta Vista para sembrar soya y otros cultivos comerciales. Ya tiene la maquinaria pesada para iniciar el proceso de desmonte. Entonces, ésta es la manera de burlar la normativa. La actualización de la Ley INRA ha creado, quizás involuntariamente, este mecanismo de adquisición empresarial de grandes extensiones de tierra para la producción agropecuaria.
Tercer caso: Un empresario de una compañía argentina que ha comprado varias propiedades en la Chiquitania, en las zonas de Pailón, Tres Cruces y en Concepción. Cuando yo tuve la oportunidad de entrevistarme con el manager de esa empresa, le dije: “Me imagino que ustedes tendrán propiedades chicas”. Me respondió: “No, nosotros tenemos 12.000 hectáreas, 20.000 hectáreas”. Le volví a preguntar: “Pero ¿cómo hacen si no se permite legalmente?” La respuesta fue la misma: “Figuran fulano, mengano”. Lo manejan como una gran empresa y ellos están haciendo el cambio de uso de suelo.
El cuarto caso: una empresa argentina que se encarga de compra y venta de propiedades en la Chiquitania, y que compra a propietarios bolivianos y se lo vende a los menonitas. Entonces hay todo un negocio de compra y venta donde el intermediario es esta empresa y les arregla todos los papeles. Los principales compradores son las colonias menonitas.
Las colonias menonitas, por sus características y sociales y culturales, no reparten las tierras a sus hijos. Por ejemplo, una familia que normalmente tienen ocho hijos, no va a repartir sus 200 hectáreas, con todos ellos. Lo que harán será buscar 200 hectáreas para cada uno, pero en otros lugares, en otras nuevas colonias.
—Entre las víctimas de la gran deforestación también están los indígenas no contactados. ¿Cuál es su realidad?
— Los únicos no contactados que existen en el departamento de Santa Cruz, pertenecen a un grupo de la lengua Samuca de los Ayoreos que viven en nomadismo entre el norte de Paraguay y el Parque Nacional Kaa Iya, en Bolivia. En una expedición que hicimos con un proyecto del PNUD, encontramos vestigios, por ejemplo, de la extracción de miel por parte de los grupos de no contactados y tenemos escenas de relatos.
En el caso de los no contactados que se encuentran en el lado boliviano, están, bastante protegidos y resguardados de la deforestación, porque el área que ellos utilizan está bajo la cobertura del Parque Nacional Kaa Iya. Pero del lado de Paraguay, no es así la cosa. Por la tendencia de cambio de uso del suelo por deforestación, por expansión, sobre todo, ganadera y agrícola, ellos se encuentran más amenazados.
La Torre de Chochís aparece a lo lejos y se convierte en un recuerdo que acompaña vaya donde uno vaya.
Foto: Hermes Justiniano
Hace más de 10 años tuvimos un proyecto, con la Unión Europea, que lideró la FCBC, entre Bolivia y Paraguay, y uno de los ejes, era justamente, ver de qué manera Paraguay podía mejorar su normativa para proteger el hábitat de los no contactados. Lamentablemente no pudimos lograr mucho, aunque hicimos una buena contribución en ajustar la Ley Forestal de Paraguay, pero ello no necesariamente ha logrado que se reduzca la deforestación.
¿Qué es lo que va a ocurrir en las próximas dos décadas si Paraguay continúa este proceso? Probablemente quede como un refugio de los no contactados el Parque Nacional Kaa Iya. Y ya se tendrán varios otros temas, vinculados con la parte ética, si se los contacta o no, qué hace el gobierno.
La resolución de la UICN apunta a que de los remanentes que hoy quedan de los bosques secos tropicales, y que no están en los sistemas de protección, puedan ser considerados en los nuevos sistemas de áreas protegidas.
En el resto del Bosque Seco Chiquitano no hay más no contactados, pero sí hay muchos pueblos indígenas que no tienen voz y que son parte de la influencia occidental. Muchos grupos indígenas Chiquitanos e inclusive ayoreos de Rincón del Tigre, Corechi y Manantial, comunidades del área de Zapocó, han estado no muy bien representados a través de sus dirigentes que, a excepción parcialmente de los guaraníes, han sido muy tentados por los políticos de turno para recibir prebendas y dádivas. Eso les ha cercenado un poco la voz de auxilio y reclamo. Uno lo nota, por ejemplo, en el municipio de San Miguel donde son Chiquitanos. Hace 18 años, la FCBC ayudó en un convenio con el INRA, y lo que en aquel entonces era la Superintendencia Forestal y el Gobierno Municipal de San Miguel, para sanear las tierras, y darles personería jurídica a 40 comunidades indígenas Chiquitanas. Anecdóticamente, Evo Morales, cuando subió al poder, entre los primeros títulos que entregó a indígenas, fueron a esas comunidades.
Hoy, ¿cuántas comunidades existen en San Miguel? Es un municipio que tiene 800.000 hectáreas. Hace 18 años había 40 comunidades Chiquitanas. Ahora hay más de 130 comunidades. Eso quiere decir que casi 100 de ellas son interculturales. Las 40 comunidades que tenían voz a través de la Central de Comunidades Indígenas de San Miguel – que aún sigue existiendo – hoy está aplacada, está acallada por las nuevas voces que hay en la región. Su voz hoy se la siente débil, entonces ese es un tema que es muy muy necesario ponerlo también a la luz.
— ¿En todo el Bosque Seco Chiquitano, cuantas comunidades originarias y campesinas existen?
—Hoy tenemos más de 1.300 comunidades, pero originarias Chiquitanas propiamente, no pasan de las 300. El resto, son interculturales. El mismo proceso ha ocurrido en San Rafael, en San Ignacio, en San José de Chiquitos donde eran 24 comunidades originarias y hoy hay más de 100. La FCBC no hace ninguna discriminación en ese sentido, simplemente es una lectura objetiva y real de lo que está ocurriendo.
—¿La presencia de los interculturales tiene un efecto sobre el Bosque Seco Chiquitano?
—Totalmente, pero no son los únicos. Muchas veces cargamos la tinta contra los interculturales y nos olvidamos que los agroindustriales, sobretodo extranjeros y menonitas son los principales autores del cambio de uso del suelo en la Chiquitania. Sin embargo, los interculturales, ¿qué es lo que están generando? Se puede comparar con una hoja de papel a la que están perforando con un palillo, en diferentes zonas. Eso es lo que están haciendo con el bosque los interculturales. Lo están perforando.
En el discurso político, sobretodo cruceño, se tiran en contra de los interculturales, pero no dicen nada de los menonitas, no dicen nada de los agroindustriales, porque son ellos mismos parte del proceso, ya sea porque son dueños o porque le están vendiendo las tierras o porque son socios.
— Pero lo real es también que los efectos de esa deforestación ya se la sienten en nuestras vidas.
—Hay un incremento en la evapotranspiración, al haber más temperatura hay mayor evaporación y menos infiltración. Ya sabemos muy bien, que por el escudo precámbrico no tenemos muchas aguas subterráneas. De las aguas superficiales cada vez hay menor disponibilidad, pero a su vez también hay una mayor captación para la producción. Por ejemplo, un solo propietario privado de la cuenca del Zapocó en Concepción, tiene 70 atajados.
La primera crisis, que ya está ocurriendo, está vinculada con los incendios y con la falta de agua.
—¿Qué es lo que va a ocurrir?
—Lo que estuvo pasando estas últimas décadas, pero con mayor fuerza: una migración campo ciudad, generando zonas de pobreza y eso sí puede generar problemas sociales, pero también mayor vulnerabilidad a los más vulnerables.
—A nivel mundial, ¿qué porcentaje de los bosques secos tropicales están protegidos?
—Hay un porcentaje pequeñísimo de áreas bajo protección. Por esa razón, la resolución de la UICN apunta a que de los remanentes que hoy quedan de los bosques secos tropicales, y que no están en los sistemas de áreas protegidas, puedan ser considerados en los nuevos sistemas de áreas protegidas.
—¿Es vinculante la resolución?
—Es vinculante para la UICN. La Asamblea de la UICN, con todos sus miembros ya sean de Estados o de la sociedad civil, le exigen al director general de la UICN en Suiza que canalice la resolución con los diferentes organismos de las Naciones Unidas con quien se tienen vínculos. La UICN es la única organización ambiental que tiene un asiento permanente en la Asamblea de la ONU.
Entonces, ahí sí hay una influencia muy fuerte porque a la UICN se la escucha. La UICN tiene un peso específico, lo que ella recomienda, lo toman en cuenta. Pero no es vinculante. Eso es importante que quede bien claro.
— El gobierno ya se habrá enterado de esta resolución?
—No creo, pero es bueno dar a conocer a la opinión pública este importante logro.
— Cuál sería la mejor forma de poder cumplir con el mandato de la UICN?
Hay un plan de acción que es vinculante con la resolución oficialmente aprobada. Es un plan de acción para los próximos cuatro años, que incluye toda una serie de actividades. Una de ellas es dar a conocer la resolución en Bolivia.
La UICN tiene una serie de comisiones. En una de ellas, en la Comisión de Gestión de Ecosistemas, se ha previsto un taller entre expertos de los distintos países en Sudamérica y especialistas en bosques secos tropicales a nivel global, para abordar el diseño de un plan estratégico que permita cumplir el mandato de la resolución. Eso se lo tiene previsto para el 2022, y así una serie de actividades, como el de generar una memoria más allá de lo que dice la resolución, para comunicar a los gobiernos de una manera oficial a través de la UICN.
Con la no firma de Bolivia a este compromiso, se está hipotecando el futuro no sólo del Bosque Chiquitano sino de todos los bosques del país, porque no hay voluntad explícita de reducir la deforestación.
—¿Cómo toma la FCBC esta resolución?
—Es muy buena pregunta porque esto no viene de hace un par de años. Cuando en la Fundación hace más de una década, se hablaba del Plan de Conservación del Bosque Chiquitano (y hoy tenemos que estar hablando ya de un plan de restauración), todavía no estábamos vinculados con la UICN. En esa época sembramos las semillas de dar relevancia al Bosque Seco Chiquitano. Nadie lo conocía, ya veníamos con un trabajo realizado de hace algunos años anteriores para posicionarlo en la Red Internacional de Bosque Modelo. Fue ahí cuando el mundo comenzó a saber que había un bosque seco tropical que se llamaba Chiquitano y que estaba en Bolivia. Con eso fuimos generando vínculos muy importantes con otras organizaciones.
Cuando fueron los incendios en el 2019, todo el mundo estaba viendo a la Amazonia y nadie hablaba de que se estaba incendiando el Bosque Chiquitano. Con colegas de Bolivia, Alemania y de otros lugares que conocen la zona, hicimos un artículo corto, que fue publicado velozmente en dos meses por la revista Science, y esa publicación que revelaba que también el Bosque Chiquitano estaba siendo sometido a los incendios, no solamente la Amazonia.
Dijimos, esto que está ocurriendo en el Bosque Chiquitano, también está ocurriendo en Colombia, en Perú también, en Ecuador también y en Venezuela y que los incendios no solo estaban vinculados al cambio climático, sino a la expansión de la frontera agrícola y la presión sobre el cambio de uso del suelo.
Por ello, la FCBC toma esta resolución de la UICN como una gran noticia, para así contar con más argumentos y sustento internacional en los esfuerzos de conservar no sólo el bosque Chiquitano, sino también los demás bosques secos tropicales que aún quedan en el continente.
—Hace 10 años, ¿cuánto de Bosque Seco Chiquitano había en Bolivia?
—En la década de los 80 teníamos alrededor del 98% de la cobertura. Entonces estábamos entre los 16 millones a 18 millones de hectáreas de coberturas de bosque. La tendencia es que dentro de dos décadas va a estar menos de la mitad. Hemos bajado del 98% a un 80% de cobertura de bosque.
—Es verdad que el Chiquitano es el bosque mejor conservado del mundo?
—Si se lo comparara con los bosques de África, de Centroamérica, sigue siendo el bosque mejor conservado. Pero tal vez el término mejor conservado ya quizá no lo deberíamos utilizar, sino el que deberíamos decir que es el que “todavía mantiene integridad ecológica”. Pero esa integridad es la que está fuertemente amenazada.
—Claro, porque si comparamos al Bosque Seco Chiquitano con los de África o Centroamérica, que están muy dañados, es como comparar a alguien enfermo con alguien que está al borde de la muerte.
—Exacto. Bien tu observación.
— Por orden de importancia, ¿cuáles son los principales problemas que están dañando al Bosque Chiquitano?
—Agroindustria, ganadería, colonización, minería, desarrollo de infraestructura (caminos) y transversalmente el fuego, como consecuencia del cambio climático creado localmente, la contaminación por agroquímicos en los pocos cuerpos de agua que todavía quedan, la piratería de la madera, la elaboración de carbón en áreas no autorizadas y la pérdida de biodiversidad por extracción de fauna silvestre.
La presente publicación ha sido elaborada por la Revista Nómadas en coordinación con la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano, con el apoyo financiero de la Unión Europea. Su contenido es responsabilidad exclusiva de los autores, y no necesariamente refleja los puntos de vista de la Unión Europea.