
El Pilcomayo atraviesa la llanura chaqueña como una vena antigua que resiste. En sus orillas, el monte se resiste a las amenzas y la vida insiste. Pero algo se está quebrando. El río ya no fluye como antes, los desmontes arrasan sin pausa y los peces comienzan se hacen cada vez más escasos, como si el agua les estuviera dando la espalda.
Desde Villamontes (Tarija), la bióloga Ludmila Pizarro observa, documenta, actúa. No espera que las instituciones públicas reaccionen: las enfrenta. Habla del río como quien habla de un ser querido que agoniza. Y propone un escudo verde, un corredor de vida que recupere lo que las manos criminales de algunos seres humanos amenazan con llevarse. Aquí, su voz. Sin adornos. Sin miedo.

– Ludmila, además de todo lo que vienes impulsando, estás liderando un proyecto muy importante: un anhelo de protección para el ancestral y maravilloso río Pilcomayo. Contanos, por favor, de esa iniciativa. ¿En qué etapa se encuentra? ¿En qué consiste? ¿Y cómo se está movilizando para lograr el objetivo?
– Esto nace a partir del trabajo que venimos realizando desde hace años con la Plataforma Ambiental de Villamontes, donde participan muchos actores locales. Villamontes es un pueblo con territorio grande, pero población pequeña. Entonces, todos nos conocemos y estamos, de una u otra manera, conectados a las actividades económicas que se realizan. Formamos esta plataforma con la finalidad de coadyuvar al desarrollo ambiental, económico y social del municipio.
Hace aproximadamente dos años empezamos a notar, en las avenidas y calles de Villamontes, una presencia constante de camiones cargados de carbón. Cada vez eran más, y nos preguntamos: ¿de dónde viene este carbón? ¿Adónde va? Comenzamos a investigar como plataforma y descubrimos que era el resultado de desmontes masivos en la llanura chaqueña, principalmente para fines agroindustriales.
Esa situación nos llevó a visibilizar públicamente lo que está ocurriendo en el Chaco y las consecuencias climáticas que ya estamos enfrentando. Cada año el calor es más intenso. En ese contexto, intentamos varias acciones para frenar la deforestación. Una de ellas fue emitir un pronunciamiento público dirigido a todas las autoridades. Lamentablemente, ninguna autoridad respondió. Nadie pidió una reunión, ni solicitó más información de la que generamos.
Ante esa desatención, y viendo que estábamos prácticamente solos enfrentando este tema, surgió la propuesta de proteger el corredor ecológico del río Pilcomayo. Para nosotros, el proyecto de corredor ecológico Pilcomayo es una medida salvavidas no solo para el río, sino para toda la región del Chaco. El Pilcomayo es la única fuente de agua superficial permanente en la zona. Todos los otros cuerpos de agua – cañadas, quebradas, lagunas- son temporales y se secan. El Pilcomayo, en cambio, atraviesa casi todo el municipio de Villamontes y parte de Yacuiba, y nunca se ha secado. Es fuente de vida para la fauna silvestre, para las comunidades indígenas que viven en sus riberas desde tiempos ancestrales.
Entonces, la idea del corredor ecológico Pilcomayo es una de las propuestas más relevantes que podemos hacer como ciudadanos, profesionales y defensores del medio ambiente.
– ¿Qué instituciones están liderando y empujando esta iniciativa?
– El proyecto lo lidera la Fundación NATIVA, y como Plataforma Ambiental estamos completamente vinculados y comprometidos con esta causa. Hemos trabajado conjuntamente en la socialización del anteproyecto de ley. Se han realizado reuniones en Villamontes con todos los actores de la cuenca: apicultores, ganaderos, pueblos indígenas, agricultores, plataformas ambientales, plataformas de turismo, entre otros. Juntos hemos construido este proyecto de ley y creemos que es fundamental poner un “candado” ecológico que impida que la ABT (Autoridad de Bosques y Tierra) siga autorizando desmontes en zonas que el Plan de Uso de Suelo (PLUS) del departamento no permite.
– ¿La ABT autoriza desmontes en zonas prohibidas?
– Exactamente. Alegan que no tienen personal suficiente para fiscalizar, entonces, los desmontes se ejecutan. La ABT solo procede a aplicar una multa, pero con eso ya se modifica de facto el uso del suelo y no se exige ninguna reforestación. Además, dicen que la reforestación no es de su competencia y que corresponde a los gobiernos municipales o departamentales, los cuales, lamentablemente, no tienen ningún plan serio de reforestación para el Chaco.
– Según el PLUS y las normas forestales, ¿cuántos metros deben dejarse sin deforestar a ambos lados del río?
– De acuerdo a la Ley Forestal y la Ley 1333, se establece que no se debe intervenir en un margen de 100 metros a cada lado del río, porque son tierras fiscales. En teoría, no se permite ninguna actividad extractiva. Pero en la práctica, el río Pilcomayo tiene una dinámica fluvial muy activa. En época de lluvias y alto caudal, se desplaza de un lado a otro, provocando inundaciones. Entonces, esos 100 metros no son suficientes para proteger su ecosistema.
Por eso, la propuesta del corredor ecológico plantea proteger 10 kilómetros a cada lado del río, es decir, tanto al margen izquierdo como al derecho. Aun así, en algunas zonas esos 10 kilómetros pueden quedarse cortos, justamente por la movilidad natural del río.
– ¿Qué tipo de actividades quedarían permitidas dentro de ese corredor?
– En el proyecto no se prohíbe la actividad tradicional, como la apicultura, la ganadería extensiva y la recolección de frutos por parte de los pueblos indígenas. Tampoco se prohíben los asentamientos ganaderos que ya existen. La prohibición va dirigida a la agroindustria que desmonta grandes extensiones para monocultivos o carbón vegetal.
– ¿Y en términos de extensión, ¿cuántos kilómetros abarcaría la zona protegida?
– El corredor abarcaría desde el ingreso del río Pilcomayo al departamento de Tarija, por la provincia O’Connor – en la frontera entre Chuquisaca y Tarija- hasta la salida del río en territorio departamental. Todo el trayecto dentro del departamento de Tarija estaría incluido, es decir, desde su ingreso por el municipio de Villamontes hasta su salida por Bermejo, pasando por los municipios chaqueños.

– ¿Por qué es tan urgente otorgar al río Pilcomayo una figura de protección legal dentro del departamento de Tarija?
– El río Pilcomayo no cuenta con una figura jurídica de protección a nivel departamental. A nivel trinacional (Argentina, Bolivia y Paraguay) sí hay una estructura de gestión, pero no a nivel interno. Y es vital porque tenemos tres pueblos indígenas en Tarija que dependen de él: guaraníes, tapietés y weenhayeks. Además, la pesca sigue siendo una fuente clave de alimentación e ingreso económico para muchas familias.
Si no se protege el cordón ecológico, el Pilcomayo empezará a perder caudal y a generar problemas de desbordes e inundaciones.
– ¿Y actualmente, ¿qué tan vulnerado está el río? ¿Cuánta deforestación hay ya en sus márgenes?
– En algunos puntos hemos evidenciado que la deforestación ha llegado hasta 700 metros desde la ribera del río. No tenemos datos precisos de toda la cuenca alta, pero sabemos que en Chuquisaca hay comunidades campesinas que utilizan las riberas del río para cultivos tradicionales. No es agroindustria, pero igual afecta el ecosistema.
Respecto a los afluentes del Pilcomayo, tenemos dudas sobre el nivel de deforestación o intervención que puedan tener, pero sí creemos que en varios de ellos se han perdido humedales que alimentaban el río, generando erosión. Eso ya nos ha traído consecuencias: hace dos años se presentó de forma consecutiva el fenómeno de la “borrachera” en los peces.
– ¿La “borrachera” de los peces?
– Sí, es un fenómeno donde los peces empiezan a girar sobre su eje, como si estuvieran mareados, hasta que mueren. Es una señal clara de que algo grave está ocurriendo en la calidad del agua, probablemente por el arrastre de sedimentos o contaminantes desde zonas deforestadas o degradadas.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).