Es el humedal continental de agua dulce más grande del mundo con aproximadamente 16 millones de hectáreas. (Junk et al., 2006), equivalente a tres veces el territorio de Costa Rica, con extensas áreas de pendiente prácticamente imperceptible de hasta 1 cm/km, facilitando la inundación de miles de km2, [1]ubicado geográficamente entre Bolivia, Brasil y Paraguay, no se trata de un sistema aislado, es el escenario donde se conectan ecorregiones únicas como el Bosque Seco Chiquitano, el Chaco, el Cerrado y las grandes sabanas inundables (Azurduy, H. 2008), contribuyendo a la formación de un articulado mosaico ecológico que concentra a más de 3.500 especies de plantas vasculares, también es considerado por expertos, como el centro de mayor diversidad de plantas acuáticas del mundo (Pott y Pott, 2002), las cuales tienen un rol clave en procesos de desplazamiento, reproducción, refugio, producción y acumulación de alimentos para los distintos grupos de fauna asociada a los ambientes acuáticos, como también en los procesos de purificación/descontaminación de los cuerpos de agua donde están presentes.
El Gran Pantanal es el humedal continental de agua dulce más grande del mundo, con aproximadamente 16 millones de hectáreas. (Junk et al., 2006), equivalente a tres veces el territorio de Costa Rica.
A la hora de hablar de fauna, por ejemplo, para que Bolivia y Brasil estén considerados entre los 15 países megadiversos del planeta, el Pantanal es clave, ya que aporta con más de 300 especies de peces, muchas de estas con un alto valor para la economía regional, dado que se aprovechan anualmente entre 700 y 1.600 toneladas (FaunAgua, 2005); 41 especies de anfibios; 177 especies de reptiles, entre las cuales algunas como el Caimán Yacaré son parte de proyectos de aprovechamiento de fauna bajo Planes de Manejo; 470 – 656 especies de aves, entre migratorias australes, boreales y residentes, generando una de las comunidades de aves más diversas del mundo; finalmente más de 150 especies de mamíferos, estando presente en el Gran Pantanal algunos de los gigantes de la mastofauna sudamericana, El Jaguar (Panthera onca), Armadillo gigante (Priodontes maximus), Ciervo de los Pantanos (Blastoceros dichotomus), Nutria gigante (Pteronura brasiliensis), entre otros que además de ser reguladores de la estructura trófica, cumplen un rol de bioindicaderes del estado de conservación o calidad ambiental de la región.
El Gran Pantanal también presenta una impresionante concentración de individuos por especie, una de las más grandes concentraciones de fauna en Sudamérica, equiparable a las densidades poblacionales que se conocen en las sabanas africanas (Aguirre, 2000), por ejemplo la población de caimanes (Caiman yacare) ha sido estimada en entre 10 y 32 millones de individuos, o el caso de las capibaras (Hydrochaeris hydrochaeris) con una población estimada en 2,5 millones de individuos (Ekstrom, 1996; Gomes, 1997).
El valor del Gran Pantanal va más allá del número o cantidad de especies. Su mayor aporte se encuentra en cómo esa diversidad se articula y trabaja para proporcionar servicios ambientales que benefician directamente a los 1,2 millones de personas que viven sobre él y los más de 3,5 millones de personas que están a lo largo del Rio Paraguay, por ejemplo, contribuyen a mantener los pulsos de inundación en una relación de interdependencia, teniendo además un rol esencial en el mantenimiento y funcionalidad de uno de los principales sistemas fluviales del continente, la [2]hidrovia Paraguay-Paraná con 3.442 km de longitud por donde transitan anualmente más de 18 millones de toneladas de productos de exportación e importación. También regula y mantiene los pulsos hídricos, evitando sequías e inundaciones extremas en la parte baja de la cuenca, formación y fertilización de suelos, genera e incorpora nutrientes, recarga acuíferos, regula el clima y tiene un rol importantísimo en el secuestro y almacenamiento de carbono, asegurando la provisión de materias primas para un modelo productivo basado en la agroindustria, ganadería extensiva, actividad forestal, minería, transporte fluvial, pesca y turismo, entre las principales. Servicios ambientales que sostienen una de las regiones más productivas del Cono Sur y que, según EMBRAPA (2010), están valorados en 112 billones de dólares al año.
Actualmente, el Gran Pantanal es habitado por criollos de ascendencia europea, afroamericanos, migrantes andinos y poblaciones remanentes de indígenas nativos, principalmente viven en las grandes urbes de frontera y ciudades ubicadas en las cabeceras de cuenca del Pantanal, en Brasil, entre el 20 y el 35% se encuentran en el área rural, incluidos unos 35 mil habitantes de comunidades [3]indígenas de origen ayoreo, bésiro, kadiweu, ishir y kaiwoa, con distintas realidades, por ejemplo, en el Pantanal boliviano y Paraguayo, gran parte de sus territorios se superpone con importantes áreas protegidas, incorporando representación indígena en la gestión compartida de estas áreas, considerando sus usos y costumbres en los procesos de ordenamiento territorial, e incluso, reconociendo legalmente sus formas de autogobierno. Por otra parte, en el Pantanal brasilero, la presión de la expansión de la frontera agropecuaria sobre los territorios indígenas, trae consigo acelerados procesos de pérdida de identidad, pobreza extrema, disminución de sus espacios de vida, confinamiento y conflictos internos. Sin embargo, en los tres países se están desarrollando iniciativas por rescatar, preservar y valorar los usos y costumbres de los pueblos indígenas, como pilar para el desarrollo sostenible de la región.
También regula y mantiene los pulsos hídricos, evitando sequías e inundaciones extremas en la parte baja de la cuenca.
Estas extraordinarias condiciones ecológicas, los beneficios conocidos y los que aún faltan por descubrir, describir o entender, permitieron que aproximadamente cuatro millones de hectáreas del Pantanal sean reconocidas como Humedal de Importancia Internacional por la convención RAMSAR, y Patrimonio Mundial – Reserva de la Biosfera por las Naciones Unidas, además de establecer en cada uno de los países una red de áreas protegidas(APs) y unidades de conservación públicas y privadas que en conjunto luchan por conservar cerca de seis millones de hectáreas, en algunos casos incorporando un sistema de [4]gestión compartida entre el Estado y los actores locales del área de influencia de las APs.
Sin embargo, el modelo productivo actual, sumado a demandas sociales por suplir necesidades legítimas, la aun escasa incorporación de solidos criterios ambientales en procesos de planificación del desarrollo, diferencias macroeconómicas entre los tres países y el bajo conocimiento del valor integral de los recursos naturales, dan lugar a una serie de amenazas, sobre todo, el ecosistema. Entre las principales están: pérdida de hábitat por el cambio de cobertura vegetal nativa para la expansión de la frontera agropecuaria. Se estima que solo en el Brasil, el 60% de la vegetación del Cerrado, donde se encuentran las principales cabeceras de cuenca que abastecen al Pantanal, ya fueron transformadas. Existen más de 20 pequeñas centrales hidroeléctricas en funcionamiento en la porción alta del Rio Paraguay y 120 están propuestas para ser instaladas en esta región, con impacto acumulativo sobre los pulsos de inundación, interferencia en ciclos reproductivos de peces migratorios. Pero el mayor problema de esta amenaza es el desconocimiento real de sus impactos potenciales; Obras de ampliación de nuevas hidrovias, es una amenaza compartida para la cuenca y muy ligada a la expansión de la industria de la fundición y la minería de la región. Las alteraciones en el lecho del río, con el fin de aumentar la navegabilidad, podrían causar un impacto devastador en la dinámica hidrogeológica natural de la cuenca, incluyendo el potencial de drenaje permanente de grandes extensiones del Pantanal con la consecuente pérdida de biodiversidad y servicios ambientales invaluables.
Este escenario complejo es como dos caras de una misma moneda y plantea una serie de desafíos a la gestión de la conservación, convirtiendo al Gran Pantanal en un sitio prioritario, donde en base al aprendizaje de los últimos quince años, se están implementando acciones estratégicas orientadas al fortalecimiento de capacidades de actores locales para utilizar espacios de participación social en procesos de planificación del desarrollo; a facilitar y generar espacios de articulación multiactor para lograr Incidencia en Políticas públicas y privadas, apoyar y fortalecer la gobernanza participativa con enfoque de género en APs. y a promover la implementación de modelos productivos climáticamente inteligentes de bajo Impacto Ambiental con participación sectorial, vinculados a mercados diferenciados con respaldo de políticas públicas(SRJS, 2016).
Es importante orientar gran parte del esfuerzo de conservación a incidir y/o ser parte de la gobernanza ambiental con respaldo social, que permita administrar los recursos naturales del Pantanal, considerando el mantenimiento de su diversidad biológica, el flujo ecológico y funciones ecosistémicas, como base para el desarrollo sustentable en la región, convirtiendo al Gran Pantanal en modelo de uso responsable de los humedales en el mundo para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. [1] Distribución del Pantanal entre los tres países Bolivia 22%, Brasil 60%, Paraguay 18%.
[2] Desde Puerto Cáceres (Brasil) hasta Nueva Palmira (Uruguay).
[3] Las comunidades indígenas Besiro se encuentran en la porción boliviana del Pantanal, Ayoreo en Bolivia y Paraguay, Ishir en Paraguay, Guaranies, Kadiweu, Kaiwoa en Brasil.
[4] La gestión compartida es el modelo que se implementa en APs de del Pantanal boliviano por medio de un Comité de Gestión.