
Recuerdos del alma no es solo el título de una exposición fotográfica; es una puerta hacia territorios invisibles que habitan dentro de nosotros. Del 30 de abril al 17 de mayo, en la Galería Art de La Paz, el fotógrafo boliviano Reynaldo San Martín (Reichik.Photo) invita a recorrer tres paisajes que no solo se miran, sino que se sienten. San Martín transforma la naturaleza boliviana en un espejo vivo de emociones profundas, proponiendo una experiencia visual que toca algo que el alma reconoce antes que la mente.
Reconocido internacionalmente por su enfoque contemplativo y espiritual, San Martín ha encontrado en el paisaje un interlocutor silencioso pero elocuente. Su obra no busca mostrar lo evidente: captura energías, memorias y verdades interiores que muchos olvidamos escuchar. En esta entrevista, el artista comparte el origen íntimo de su proceso creativo, la vibración de los lugares que fotografió y la intención emocional que late en cada imagen.
A través de sus piezas Fronteras invisibles, El escenario del alma y Soñar es recordar, San Martín nos invita a atravesar los límites de lo visible y a reconectar con la Tierra como una voz viva que nos acompaña y nos sana. En sus palabras, el paisaje deja de ser un fondo pasivo para convertirse en un acto de memoria, un llamado silencioso hacia lo que verdaderamente somos.
—¿Qué te inspiró a explorar la relación entre el paisaje y el alma y cómo lograste capturar esa esencia en tus imágenes?
—Mi fotografía no busca mostrar lo que el ojo ve. Busca activar en quien la contempla una memoria más profunda. Cada imagen que creo funciona como una llave visual, diseñada para tocar algo que el alma reconoce antes que la mente.
Explorar la relación entre el paisaje y el alma surgió de esa certeza interna: el paisaje no es solo un escenario, es un espejo viviente de lo que somos. No busqué capturar algo externo; busqué escuchar lo que cada lugar quería revelar. Las imágenes son el reflejo de ese diálogo silencioso entre la Tierra y mi propia alma.
—Cada fotografía cuenta una historia. ¿Podrías compartir el significado o la emoción que quisiste transmitir con cada una de las tres piezas de esta muestra?
—Cada imagen lleva una emoción viva:
Fronteras invisibles: Habla de los límites que creemos tener, pero que en el alma no existen. Es un llamado a recordar que la verdadera libertad no depende de fronteras físicas.
El escenario del alma: Representa ese espacio interior donde nuestras emociones se encuentran con el paisaje de la vida. Una invitación a reconocernos a través de la Tierra.
Soñar es recordar: Un homenaje a la capacidad de soñar no como escape, sino como un acto de memoria sagrada: recordar nuestra esencia libre y luminosa.

—¿Cómo fue el proceso creativo, los paisajes, qué lugares muestran?
—El proceso fue intuitivo y profundamente emocional. No salí a buscar imágenes: los paisajes me llamaron. Cada fotografía muestra lugares reales de Bolivia: valles, montañas, islas…Espacios donde la energía es tan fuerte que parece hablarnos. Me permití ser guiado por la vibración de cada sitio, más que por criterios técnicos o visuales.
—El paisaje suele ser un reflejo de nuestra conexión con la naturaleza. ¿Qué historia esperas que los visitantes sientan o reflexionen al observar tus obras?
—Espero que cada visitante sienta que no está solo. Que, al mirar un paisaje, reconozca una parte olvidada de sí mismo. Que entienda que la Tierra no es un fondo silencioso, sino una voz viva que nos acompaña, nos refleja y nos sana.
Siento que en este momento Bolivia atraviesa una etapa de tensión y búsqueda interna. Hay heridas abiertas, pero también semillas de conciencia que están empezando a florecer silenciosamente.
En este contexto, las exposiciones de arte son bálsamos: lugares donde el alma puede respirar, donde la sensibilidad encuentra refugio, donde la memoria profunda se despierta.
Mi deseo es que esta muestra sea una chispa en ese proceso de sanación y de reencuentro que Bolivia necesita y merece.

—¿Qué significa para ti participar en un evento tan emblemático como la Larga Noche de Museos y qué esperas de ese cierre?
Participar en la Larga Noche de Museos es un honor y también una responsabilidad vibracional. Creo que en momentos de agitación, el arte es refugio. Esta exposición no es solo para mostrar imágenes: es para ofrecer un espacio de respiro, de recuerdo, de reencuentro.
Siento que no solo es un evento cultural, sino un acto colectivo de memoria y creación. Espero que ese cierre sea una celebración de conexión: entre las almas, entre el arte y la Tierra, entre el recuerdo y el presente.
Bolivia atraviesa hoy dolores, sí, pero también despertares. Creo que cada gesto, cada mirada que recuerda la belleza y la profundidad de esta tierra, es parte de su sanación.
No espero cantidad. Espero calidad de encuentro: una chispa verdadera en cada mirada.
Aquí, entre estas imágenes y estas almas que se encuentran. Bolivia no solo resiste: Bolivia recuerda quién es.
—¿Qué desafíos enfrentaste al crear estas piezas, tanto a nivel técnico como emocional, para lograr que el paisaje hablara del alma?
El mayor desafío fue soltar el control. No buscar la “foto perfecta”, sino permitir que el paisaje hablara a través mío. Fue un acto de entrega emocional: sentir la vulnerabilidad de cada lugar y reflejarla sin máscaras. Técnicamente, cada entorno natural presentaba sus propios retos, pero el verdadero desafío era confiar en la visión interna más que en la vista externa.

—Para el resto del país que no pueda asistir, ¿cómo describirías la experiencia que buscas ofrecer con “Recuerdos del alma”? ¿Y hay algún plan para compartir esta muestra en otros formatos o lugares en el futuro?
“Recuerdos del alma” es una invitación silenciosa. Una invitación a recordar que somos parte de una Tierra viva, que no estamos separados de ella.
Estoy trabajando en llevar esta muestra a otros formatos: ediciones limitadas, exposiciones digitales y presencias itinerantes, para que esta experiencia pueda llegar a más corazones, respetando siempre su esencia vibracional.
Bolivia quiere ser vista. No solo en su dolor, sino también en su belleza viva.
“Mi arte no busca capturar paisajes. Mi arte busca liberar memorias. Porque recordar también es sanar. Y Bolivia canta en mis imágenes no desde el dolor, sino desde la belleza que nunca dejó de latir.”
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Perfil del artista
Reynaldo San Martín es un fotógrafo boliviano especializado en paisaje y vida silvestre, con una mirada introspectiva y espiritual. Su obra no busca solo mostrar la belleza del entorno, sino revelar lo invisible: emociones, memorias y energías que habitan en el silencio. A través de una fotografía contemplativa y honesta, transforma cada imagen en una experiencia sensorial y simbólica. Ha sido reconocido por Sony World Photography Awards (2023 y 2024) y publicado en revistas internacionales. Hoy se encuentra en plena expansión internacional, consolidando su visión artística y propósito profundo. Instagram: @reichikphoto
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).