Las corporaciones que exportan soya, girasol, maíz, carne, cuero, café, cacao, caucho, madera y muebles, además del aceite de palma deben prepararse para un cambio significativo en la política comercial de la Unión Europea (UE) y quizás Estados Unidos (EE. UU.).
El 31 de diciembre de este año, un nuevo Reglamento de Deforestación de la UE (EUDR) entrará en vigor en todos los estados miembros de la UE. El reglamento intenta impulsar acciones positivas por parte de gobiernos, empresas y agricultores, exigiéndoles que garanticen que su producción y cadenas de suministro sean sostenibles y no contribuyan a la deforestación. Las empresas que no puedan demostrar que sus productos cumplen con esta nueva regulación verán prohibida su venta en los 27 estados miembros de la Unión Europea.
Los países europeos han decido proteger sus poblaciones y tomar medidas para frenar la desforestación. Están preocupados que la creciente escala de desmonte no controlado y de los fuegos forestales que están amenazando la vida planetaria y su clima. Bolivia, por ejemplo, sufre uno de los mayores niveles de desmonte de bosque primario a nivel mundial, causado por la minería y la agricultura no controlada, así como la infraestructura mal planificada. Se sabe, con evidencia científica, que los fuegos y desmontes afectan la salud y el buen vivir de la población boliviana. Nuestros niños sufren mayor mortalidad al respirar el humo espeso. El desmonte caótico está destruyendo el sistema hidrológico a nivel de país con mayor escasez de agua, y causando el aumento de sequias y calor en la región. Pero estos factores también están afectando el clima global: mayores huracanes, inundaciones y sequias fuertes en otros países ubicados a miles de kilómetros de distancia de donde se encuentra el
Los economistas y científicos afirman que ya es hora de que la UE asuma la responsabilidad por su voraz consumo, que ha saqueado y contaminado el mundo. Según cálculos de la organización Trase, las importaciones europeas están asociadas a la deforestación mundial fuera de sus fronteras de unos 1.905 kilómetros cuadrados al año, una superficie mayor que la de Londres. Un tercio de esa cantidad proviene del cacao mayormente africano y una quinta parte del aceite de palma mayormente del sureste asiático.
El nuevo reglamento exigirá a las empresas que vendan productos en la UE o exporten de otros países a la UE productos derivados de la agricultura y áreas forestales, que demuestren que sus cadenas de suministro no contribuyen al desmonte de bosque primario en ningún lugar del mundo, específicamente que no provienen de tierras con bosque primario desmontadas después de 2020.
Este reglamento, entonces, exige que cada grano vendido en Europa sea rastreado hasta el campo del cual proviene. Las empresas sujetas a esta normativa tendrán que recopilar las coordenadas geográficas de las parcelas donde se han cultivado los productos que venden y deberán incluir estas geolocalizaciones en sus declaraciones de diligencia debida cuando entran al mercado europeo. Un importador que no cumpla con estas normas puede ser multado hasta con el 4% de su facturación en la UE.
Las empresas que no puedan demostrar que sus productos cumplen con esta nueva regulación verán prohibida su venta en los 27 estados miembros de la Unión Europea .
Aunque el reglamento podría ser una medida oportuna contra la deforestación, ha suscitado diversas reacciones. Sorprendentemente, una de ellas proviene de la administración norteamericana de Biden-Harris, que ha solicitado a la UE que retrase su implementación, argumentando que el reglamento podría perjudicar a los productores estadounidenses. Sin embargo, algunas empresas norteamericanas importadoras de café y cacao ya están implementado medidas voluntarias de diligencia debida en anticipación para no perjudicar su acceso futuro al mercado europeo, y también porque sus consumidores domésticos ya quieren comprar productos no dañinos.
Otro problema que debe resolverse es la precisión en la identificación de los productos a los que se aplica el reglamento y el lugar exacto con geolocalización específica, donde se producen. Las empresas deben tener una comprensión completa de la conexión de cada eslabón de su cadena de suministro, así como la capacidad de rastrear y demostrar cómo y dónde los adquieren. La trazabilidad podría ser más costosa en el caso de geolocalizar millones de pequeñas parcelas de cafetales o de cacao para rastrear el origen de estos productos. Pero aún más costoso para el sector privado y campesino si los gobiernos de los países exportadores, tales como Bolivia, no controlan las violaciones de derechos en sus bosques públicos o en los territorios indígenas por minería ilegal o por invasiones ilegales de sus Áreas Protegidas por parte de, por ejemplo, los menonitas.
Según The Economist (2024), las nuevas normas sobre cartografía forestal podrían excluir los cultivos de café de pequeños productores pobres africanos de los mercados europeos. Un problema es que las cadenas de suministro son desordenadas y opacas. En Uganda y Costa de Marfil, por ejemplo, se comercializan el café y el cacao a través de varios intermediarios que mezclan granos de diferentes campos, algunos recién desmontados y otros no. Sin embargo, ya existen iniciativas de trazabilidad, sobre todo en el sector de cacao y chocolate, impulsadas por el deseo de erradicar el trabajo infantil y animar comercio justo, ofreciendo a los consumidores historias de bienestar y justicia social. Este reglamento añadirá criterios ambientales a los sociales en los sistemas existentes de trazabilidad de las cadenas de suministro.
David Browning, el director de EnVeritas, una organización independiente y sin fines de lucro, propone una solución. Ya tiene bastante experiencia en verificar si el café y el chocolate que compran y venden las cafeterías boutique en California están aumentando los ingresos de los pequeños campesinos y, en lugar de explotar el trabajo infantil, están contribuyendo a su educación y salud. Ahora su equipo técnico de verificadores utiliza imágenes satelitales sin necesidad de geolocalizar físicamente en sitio cada granja. Ellos pueden ayudar a los vendedores e importadores de café a probar que sus granos no provienen de áreas donde recientemente hayan talado árboles. Con el uso de tecnología, los costos de trazabilidad son mínimos y ofrecerán mayor confianza para un mercado que sea social y ambientalmente justo.
Sea como sea, solo queda que los gobiernos de los países productores de café, cacao, soya y otros productos, asuman su parte y fortalezcan la gobernanza para multar a los pirómanos y acaparadores de tierras, quienes actúan con impunidad en nuestros bosques y destruyen nuestras oportunidades económicas y nuestra salud.
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