Osvaldo Soruco Aponte
Gerente de la Asociación de Apicultores de Santa Cruz (Adapicruz)
Sus horas de sueño han disminuido en los últimos días, desde que estalló el llanto de los apicultores de la zona Este del departamento de Santa Cruz, Bolivia. La muerte de más de 27 millones de abejas golpeó a por lo menos una decena de productores de miel tras que una avioneta surcó el cielo, expulsando chorros de insecticida que caían sobre un campo agrícola, que después el viento empujó hacia más de 450 colmenas en parcelas ubicadas a los costados del Río Grande.
Osvaldo Soruco, como gerente de la Asociación de Apicultores de Santa Cruz (Adapicruz), analiza éste que está entre las crisis ambientales más duras que vive Santa Cruz a causa de la utilización de agrotóxicos. Pero no se queda en el llanto. También propone soluciones estructurales para que el envenenamiento a las abejas nunca más ocurra.
-¿Desde cuándo se vienen registrando los efectos negativos de los agrotóxicos en la actividad apícola?
– Desde el año 2000 ya se tienen experiencias nefastas por intoxicaciones de abejas. Inicialmente se dieron cuando los apicultores buscaban dar un servicio de polinización en cultivos de girasol, cobrando por el trabajo de preparar las colmenas para un traslado seguro a algún campo de un productor en la zona Este, entre Pailón y San Julián.
A un comienzo no se percibían pérdidas de abejas, con el tiempo se fueron dando cuenta que las colmenas regresaban con mucho menos abejas o al poco tiempo morían. En los años 2000 al 2010 se recomendó a los apicultores no realizar estos servicios porque las consecuencias serían fatales. Los socios de la Asociación de Apicultores de Santa Cruz (Adapicruz), en su mayoría, siguieron el consejo, pero algunos pocos que fueron tentados por la oferta de pago de alquiler, finalmente vieron morir sus colmenas con arrepentimiento y decepción, ya que las abejas, al vivir en una caja una cantidad de 50 a 70 mil individuos que siempre están en un permanente movimiento de arduo trabajo, y donde entre ellas, unas limpian a otras, la contaminación se expande por todo el colmenar.
Los apicultores son ambientalistas por convicción y serán guardianes de los bosques que trabajan.
Lo que debería ser una gran alianza productiva entre agricultores, productores pecuarios y apicultores, por los beneficios que traen para quienes hacen una actividad responsable con el medioambiente, es hoy una actividad contrapuesta o antagónica para los apicultores. Actualmente, sin embargo, el principal requisito que recomendamos a los nuevos productores es que estén sus apiarios lo más lejos posible de un agricultor, principalmente si se dedican a las oleaginosas y trigo.
– ¿El paso del tiempo empeoró o mejoró esa relación entre agricultores y apicultores?
– Desde 2012, el uso de pesticidas se ha intensificado grandemente, los productos son más nocivos y las formas de pulverización ya son incontrolables en su impacto.
Los agroquímicos son armas químicas contra plagas de cultivos, como tales están diseñadas para matar insectos. Actualmente, hay productos letales, como el Fipronil, que se utilizan en dosis altamente tóxicas e incluso por fumigaciones aéreas donde el viento se encarga de esparcir la muerte de insectos y animales como aves y pequeños invertebrados que viven en bosques aledaños, como el caso de los apicultores que buscamos un sitio alejado pero accesible donde colocar colmenas para ejercer nuestra actividad productiva.
Un productor para poder vivir de la actividad apícola, requiere de manejar mínimo 50 colmenas. Cuando llega a tener 500 colmenas es considerado mediano apicultor. Pero la mayor dificultad está en que para mantener 50 colmenas en el bosque se requieren de 500 a 600 hectáreas de terreno y para las 500 colmenas, 5000 hectáreas. Por tanto, la apicultura en bosques naturales necesita de bastante área natural. Es por esta razón que los apicultores buscamos bosques cercanos a los ríos, donde exista la posibilidad de obtener una producción satisfactoria. De otro modo hay competencia entre las abejas por el néctar y entre apicultores por lugares para realizar su labor.
Es una gran lástima que los productores agrícolas tengan una estrategia de manejo basada en defensivos químicos y que no se importen por el medioambiente y por las abejas. Ello, los agricultores, se están perdiendo la oportunidad de la polinización que contribuye con hasta 50% de mejora de rendimientos en sus cultivos. Otros países en Europa y Estados Unidos hacen de la apicultura el servicio de polinización como base de ingresos para los apicultores.
Osvaldo Soruco acompaña a los apicultores afectados, para gestionar soluciones a un problema estructural.
PERFIL
Con la miel en sus venas
Osvaldo Soruco nació en Santa Cruz el año 1962. Es hijo de Osvaldo Soruco Vaca (+), que fue apicultor entre la década del 60 y 70 (con abejas europeas), y de Carmen Aponte Ribera, maestra de profesión.
Ingresó a la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Uagrm), durante el golpe de Estado de Luis García Meza (1980-1981). Debido a los problemas políticos en Bolivia se fue a estudiar a Brasil, donde estudió Agronomía. Retornó a Santa Cruz con su título bajo del brazo, lo validó y empezó a trabajar en el Banco Agrícola, como agente provincial en Samaipata, promoviendo crédito agrícola para pequeños productores de valles cruceños. Postuló a un concurso de méritos para ingresar al Centro de Investigación Agrícola Tropical (Ciat). Ahí trabajó en el proyecto Tierras bajas del Este. Estuvo en diferentes unidades, siempre en Transferencia de tecnología, trabajando con la cooperación internacional, principalmente con la británica y japonesa.
Fue becado para estudia en México. Ingresó al colegio de post graduados para cursar la maestría en Estrategia para el desarrollo agrícola regional. Consiguió su título de Maestro en Ciencias, con excelentes notas. Se reincorporó de nuevo al Ciat. Luego le solicitaron su currículo para participar en el concurso para ser gerente de Transferencia de tecnología, de la Fundación Trópico Húmedo. Ahí trabajó durante seis años como evaluador de proyectos.
Para entonces ya había iniciado su actividad apícola con su papá, en Portachuelo. Trabajó en la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), durante dos años. Se introdujo en el tema del medioambiente y la conservación de los bosques. Desde antes ya se había incorporado a Adapicruz. Llegó a ser presidente de dicha institución apícola y ahora es su gerente y coordinador de un programa de fortalecimiento en apicultura ecológica, para el departamento de Santa Cruz, que es financiado por la cooperación belga.
Los socios de Adapicruz determinaron cambiar de su mente alquilar colmenas y ahora estamos enfocados a la producción de miel ecológica. Esto nos llevó a cambiar de ambientes, a buscar alejarnos lo más posible para realizar apicultura en bosques donde no se utilicen químicos. En este esfuerzo, encontramos que algunos productores ganaderos hacen una producción de ramoneo de monte y ha sido en estos ambientes donde en una alianza recíproca, instalamos racionalmente colmenas, utilizando muy pequeñas áreas para dejar de 20 a 30 colmenas cada dos a tres kilómetros. Ésta ha sido la forma de producción de los últimos 10 años.
Lo que debería ser una gran alianza productiva entre agricultores, productores pecuarios y apicultores, es una actividad contrapuesta o antagónica.
Sin embargo, desde el 2013, esto ya no es suficiente porque cada año, varios de nuestros socios van teniendo las mismas experiencias de pérdidas de nuestro trabajo de muchos años. En mi caso, me tocó, en 2013, perder, junto a otro colega, 40 colmenas a punto de cosecha. Las pérdidas se estimaron en 25.000 dólares, sin tomar en cuenta el trabajo de al menos cinco años. En el caso de los impactos económicos para los apicultores que están perdiendo 100 colmenas, supera los 50.000 dólares.
– ¿Quién es culpable de la muerte masiva de las abejas?
– Yo pregunto: ¿Tiene culpa el productor que cumplió con los protocolos de seguridad para ubicar apiarios y hacer un manejo ecológico y que respetó los tres kilómetros que se establecen de margen de seguridad en cualquier parte del mundo?
– ¿Existe reglamentación para utilizar armas químicas letales para los insectos? ¿Por qué se consideran a todos los insectos como plagas?
– En Bolivia no se tiene un protocolo de seguridad parar fumigar veneno con avionetas, no importa a quién llegue el veneno, si mata a la plaga y todo lo que esté cerca o, en este caso, lejos. No se toma en cuenta que cuando se fumiga, el viento lleva el veneno también muchos kilómetros fuera del sitio definido como objetivo.
– ¿Quién tiene la responsabilidad de normar esta situación? ¿Por qué solo se evalúa la efectividad del plaguicida? ¿Por qué no se miden los impactos ambientales?
– Este hecho tiene que ser analizado por las autoridades del Senasag, donde se dan las autorizaciones de uso. Yo también pregunto: ¿Hay algún protocolo para aprobar productos químicos y su forma de utilización?, ¿hay alguna normativa para los que fumigan o esparcen por avioneta estos venenos?, ¿se puede realizar aspersión de cualquier químico, en cualquier lugar y sin importar donde caerá?, y ¿qué pasa con los daños ocasionados a los apicultores? En otros países existen conflictos serios y prohibiciones para utilizar ciertos plaguicidas como Fipronil y Neonicotinoides. Pero en Bolivia se los utiliza libremente.
– ¿Qué hizo el sector apícultor ante estas recurrentes pérdidas por el uso indiscriminada de agroquímicos?
– Lamentablemente, lo máximo que hicimos fue denunciar las pérdidas internamente entre apicultores, y luego de consolarnos mutuamente, comenzar de nuevo. Pero ahora ya no son hechos aislados, son recurrentes y con más gente afectada. Ahora son más de 450 colmenas las que fueron pulverizadas por los agroquímicos. Algo está mal y hay que buscar soluciones.
En Bolivia no se tiene un protocolo de seguridad parar fumigar veneno con aeronaves.
– ¿Qué soluciones se pueden plantear?
– Primero, se debe aceptar que no está bien que un productor sea afectado por otro productor de un rubro distinto, bajo ninguna justificación, mucho menos destruir su actividad productiva, aunque no sea intencional. Pero por negligencia, por error, por falta de normativa, por lo que fuere, hay afectación al productor y al medio ambiente. Por lo tanto, las autoridades deben normar la convivencia, la producción de diferentes rubros en una región bajo un modelo ecológico sustentable.
Segundo, si un productor decide que su manejo sale fuera de la producción ecológica y sustentable y utilizara otros recursos técnicos, como el uso de pesticidas químicos, debe regirse por normativas aprobadas. Entre las cuales y viendo lo que ocurre actualmente deberán considerarse las siguientes:
a. Los insecticidas de contacto y sistémicos tendrán impactos dentro y fuera del campo agrícola donde se los utilice, según el método de aplicación, y para cada método debe existir normas de uso, por ejemplo, prohibido fumigar cuando hay viento que arrastre el plaguicida, y no debería aprobarse el uso de insecticidas por avioneta.
b. No utilizar venenos como el Fipronil, por el impacto ambiental destructivo para la biofauna. Se deben tener instrumentos y protocolos para detectar infractores.
Ver las cajas vacías constata cómo las colmenas que hace poco estaban llenas de abejas y miel, ahora son solo cajas vacías.
c. Quien utilice ciertos productos nocivos para las abejas, deben hacerlo con un seguro especial contra terceros. Si causa daño a terceros debe pagarse daños y perjuicios.
d. Los apicultores deben estar registrados en sus organizaciones y éstas deben estar claramente ubicadas por sus gremios para dar fe de sus establecimientos en lugares apropiados.
e. Los productores que utilizaran agroquímicos deben avisar a los apicultores con bastante anticipación, para que evalúen el peligro y realicen en común acuerdo acciones de protección de las abejas.
f. Las abejas deben declararse como patrimonio biológico y cuidarse por todos.
Ahora son más de 450 colmenas las que fueron pulverizadas por los agroquímicos. Algo está mal y hay que buscar soluciones.
– ¿Por qué las abejas deben ser declaradas patrimonio biológico de Bolivia?
– Porque así pasarán a ser de interés nacional. Además, las universidades las podrán incorporar oficialmente en sus currículos educativos e investigación y los municipios las protegerán para valorizar los bosques que las acogen y generen programas de desarrollo productivo en conservación y aprovechamiento. También ayudaría a valorizar el bosque no solo como madera, sino como producto no maderable de alto valor. La miel, el polen y propóleos son súper alimentos. Se debe crear un seguro apícola para resarcir los emprendimientos afectados por estas causas, los incendios forestales y el cambio climático.
Las autoridades ambientales departamentales y el Ministerio de Medio Ambiente, debe cuidar a las polinizadoras y la actividad apícola, como se hace en otros países. Se deben dar oportunidades y apoyar a los apicultores para realizar la crianza y aprovechamiento apícola en zonas de bosques en conservación, o muy cercanos, considerando que las abejas recorren hasta 3 kilómetros de radio, sin afectar el bosque, más bien contribuyendo con servicios ambientales de polinización.
Se tiene que Establecer regiones de alto potencial apícola en zonas no aptas para agricultura o ganadería, para realizar conservación y aprovechamiento con colmenas de abejas, impulsados por municipios y gobernación. Los apicultores son ambientalistas por convicción y serán guardianes de los bosques que trabajan. Las alianzas con quienes tienen concesiones forestales, ganadería extensiva, agricultura orgánica, plantaciones agroforestales son una gran necesidad.
Las cuencas de ríos deben ser protegidas y solo permitir hacer apicultura y meliponicultura (abejas sin aguijón) en las orilleras de los ríos. Los parques nacionales, Áreas de Manejo Integrado en bosques protegidos, las reservas forestales, deberían tener planes de desarrollo de apicultura con las organizaciones especializadas.
La Universidad estatal debería en sus carreras de Biología, Agronomía, Veterinaria, Forestal, Ambiental, tener las materias de apicultura para valorizar y estudiar la relación de las abejas y el medio. Ninguna Universidad estatal lo hace.
El agronegocio mira la inmediatez y la rentabilidad de su dinero. No le importa el impacto sobre el mismo suelo que están trabajando. Es una cadena de dinero y muerte.
– ¿A nivel del Gobierno central qué se debe hacer?
– Muchas de estas acciones que dije anteriormente, podrían efectuarse de valorizarse las abejas y su rol ambiental, de valorizar los productos de las colmenas y el trabajo del apicultor con alimentos saludables, considerados súper alimentos. Los apicultores tienen una década solicitando una ley apícola. Se tienen las propuestas formuladas, pero ingresan y salen del Parlamento rechazadas. No hay una conciencia ambiental en nuestros legisladores. No hay un legislador que a la fecha haga causa común con las abejas y el medioambiente, y lleve nuestra propuesta a su verdadero debate.
Actualmente, Adapicruz ha realizado una propuesta a los apicultores de Bolivia: hacer de la miel boliviana una miel ecológica valiosa en Bolivia y para el mundo. Que los bolivianos consuman miel certificada ecológica. Los modelos productivos de Adapicruz son diferentes a otros países y logran la certificación ecológica. La propuesta se realizó mediante unas jornadas apícolas nacionales efectuadas en el 2018, en Santa Cruz.
Adapicruz, actualmente se ha enfocado en sistematizar técnicamente el manejo ecológico, formar jóvenes apicultores del futuro, y realizar la incidencia política que permita que los municipios aprovechen mejor sus bosques, normen su uso, protejan la flora y fomenten la producción y consumo de los productos del bosque como la miel.
La apicultura es el rubro más noble de la producción, es amigable con la naturaleza. Los apicultores son profesionales responsables con el medioambiente. Demandamos atención y apoyo en nuestra misión.
Con políticas responsables con el medioambiente y la vida, se puede salvar la apicultura del colapso. La magnitud del desastre fue ocasionada por las actividades agropecuarias que solo piensan en rentabilidad económica. Las autoridades no asumen compromiso con el medio ambiente y la vida.