En San Lorenzo de Lomerío, el humo de los incendios forestales no disminuye el ánimo de las mujeres que salen de todas partes. Caminan en una sola dirección y lo hacen a pasos ágiles. Han esperado este día como el más importante del año. Ésta es una jornada marcada para la cosecha de miel de abejas nativas que no tienen aguijón, de la especie Meliponina con la que pueden convivir en casa y les abre una nueva puerta para generar recursos económicos y luchar a favor de los bosques golpeados por los avasallamientos y la deforestación.
Mónica se refriega los ojos con los puños de sus manos y su sonrisa blanca ilumina la sede de la Asociación de Productores de Miel de Lomerío (APMIL). Es 27 de septiembre. Se ha levantado a las cinco de la mañana, y ahora, que son las ocho, muchas mujeres van de aquí para allá. Algunas, con jeringas en las manos y con recipientes esterilizados, cuidadosamente limpios. Otras, aparecen con mandiles, gorros y barbijos como de enfermeras y se meten en una habitación nueva donde solo ellas pueden entrar.
Saben que éstos no son buenos tiempos para el medioambiente, está viviendo en carne propia los efectos del maltrato que le hace el ser humano a la naturaleza.
San Lorenzo de Lomerío es una comunidad con 45 familias chiquitanas que está ubicada en la provincia Ñuflo de Chávez, al oeste de la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra. El pueblito con casas mayormente de adobe y galerías ventiladas por la brisa de los árboles, se encuentra en las entrañas del bosque seco Chiquitano, una de las fuentes más ricas de materia prima para la producción de miel, pero también un ecosistema atacado por los incendios forestales y el avance de la frontera agrícola.
Mónica Guasace Choré es la responsable del meliponario de San Lorenzo y sabe que ahora puede ser un día histórico. Las cajas donde laboran miles de abejas que son conocidas como Señoritas, están ubicadas en el patio trasero de APMIL: algunas, debajo de una cabaña con techo de palma y otras bajo plantas nativas de la gran Chiquitania para protegerlas de verano que cada vez es más largo y caliente, pero también de las heladas salvajes que ya no solo caen en invierno.
Apmil es una de las cinco beneficiadas de la Asociación Apícola de Santa Cruz (ADAPICRUZ), que forman parte del Programa Quinquenal de Fortalecimiento de Organizaciones Apícolas que se lleva a cabo con el apoyo de la fundación belga Miel Maya, que empezó el año 2017 y que finaliza en diciembre de este 2021. Las otras cuatro asociaciones beneficiadas son las productoras de miel de El Torno, La Guardia, Porongo y Okinawa.
Un grupo de mujeres de San Lorenzo, inician la cosecha de la miel.
En San Lorenzo de Lomerío, la jornada avanza y también se suman los hombres a la fiesta de la miel.
“Hemos aprendido bastante. Ahora sabemos producir miel de Señoritas en cajas y desarrollar meliponarios”, cuenta Mónica Guasace que tiene 28 años de edad y recuerda que hace años hubo un intento, por parte de los hombres, de trabajar con las abejas extranjeras de la variedad Apis (las que tienen aguijón). Cuenta que ellos conformaron la APMIL, pero todo se fue disolviendo, hasta que apareció Osvaldo Soruco, el gerente de la Asociación de Apicultores de Santa Cruz (ADAPICRUZ), el hombre que se sentó en una ronda con los habitantes del municipio de Lomerío, los escuchó y al final de la noche habían conversado tanto que acordaron sumar a APMIL al Programa quinquenal de fortalecimiento de organizaciones apícolas. Les fue tan bien que tiempo después, lograron también el apoyo de la FAO para sumar el proyecto para que las mujeres comanden la producción de miel de abejas Señoritas, puesto que la variedad Meliponina a la que pertenecen, abundan en el bosque Chiquitano y se las pueden tener en los jardines y patios de las casas, donde juegan los niños y transcurre la vida cotidiana, mientras la familia desarrolla otras actividades durante la jornada.
Ahora las mujeres conocen sobre la estructura de producción de las abejas, cómo nacen, viven y mueren, cómo se relacionan con el medioambiente, con los humanos, cómo es el mundo interior de las colmenas, de las celdas donde depositan el polen, la cosecha, el procesamiento y la comercialización de la miel.
Todo eso lo han aprendido en un año: teoría y práctica.
En el patio de Apmil hay 17 cajitas donde las Señoritas laboran día y noche. Quienes las cuidan en total son 20 mujeres: 15 de San Lorenzo y cinco de Puquio, una comunidad que está a cinco kilómetros de distancia. Las mujeres de una y otra comunidad, a veces se mueven en moto y otras a pie. El objetivo es llegar para aprender y cuidar a las abejas y así, para que la producción de miel no se detenga.
Varias mujeres no esconden que se desanimaron cuando llegó la helada y varias colmenas quedaron despobladas porque las abejitas murieron. Pero después, se fortalecieron gracias a conversaciones diarias y nocturnas que ahora tienen alrededor de las cajas productoras de miel. Antes —dice abejas forma parte de las interminables conversaciones.
Conversan sobre la importancia de estos animales en la vida cotidiana en el mundo. Los habitantes de San Lorenzo están informados de que viene publicando la prensa nacional y mundial sobre las abejas. Saben, por ejemplo, la gran noticia que publicó la revista Forbes de México, esa que reveló que la Real Sociedad de Geografía de Londres y otra institución más designaron oficialmente a las abejas como los animales más importantes de la Tierra, porque está comprobado que es es el único “ser vivo que no transporta ningún tipo de patógeno, con lo cual se evita la propagación de epidemias, causadas por hongos, virus o bacterias en humanos”.
Lo saben por los cursos que están recibiendo gracias al programa de capacitación, pero también porque en la comunidad que tiene muchas deficiencias, como la escasez de agua potable, hay señal de internet y a través de esa ventana al mundo se informan de lo que más les apasiona.
Y las abejas ahora forman parte de sus vidas. Mónica y muchos habitantes de San Lorenzo también saben que un enorme porcentaje de los alimentos que se producen en el mundo, es gracias a las abejas, que son las que se encargan de la polinización y, así, de la reproducción del mundo vegetal en los bosques.
Está contenta, pero algo le dice que la cosecha no será abundante: “Hubo una helada feroz y los incendios desgraciaron el monte. No llueve y los vientos también tumbaron las flores.
Mónica sabe que sin flores no hay néctar ni polen y sin ellos, tampoco habrá miel suficiente. Por lo menos miel abundante como todos en San Lorenzo y en Puquio esperan. Mónica abre una caja de madera que es una de las colmenas que están en el patio trasero de Apmil. Está rodeada de sus compañeras. Ansiosas, se miran entre ellas, se ríen, se callan. Los ojos abiertos de todas miran cientos de tinajitas de cera que aparecen tras que Mónica destapa la colmena. En esos recipientes descansa la miel que las Señoritas han producido con el esfuerzo diario de sus trabajos.
Creen que si las autoridades supieran cómo es el mundo interior de las colmenas, tomarían decisiones sabias y tratarían de replicar las labores de las abejas en sus vidas diarias.
—Ésta es la sección que se llama Mielera. Debajo están el Nido y el Sobrenido— explica, y aclara que solo deben cosechar la miel que está en esta última sección de la caja, y no la que está en la sección de las crías porque esa la utilizarán las abejas para alimentarse durante el invierno y la época en que ya no habrá flores en los árboles nativos de la Chiquitania.
Mónica está contenta y mira a sus compañeras:
—La importancia de las abejas no es solo la producción de miel. Sino, la polinización de las flores. Sin ellas, no habría alimentos— dice y las demás mujeres, asienten con la cabeza.
Asunta Rodríguez está en el grupo y siente orgullo decir que conoce la importancia de las abejas Señoritas.
—Con la pandemia vimos la importancia de su miel. Aquí en San Lorenzo aumentamos nuestras defensas y nos curamos con la producción de estas abejas nativas —dice Asunta que tiene 55 año de edad, ocho hijos y ahora observa detenidamente a Mónica que parece contar las “tinajitas” con miel que hay en la caja donde las abejas hacen su trabajo.
Mónica Guasace extrae la miel con una jeringa. Lo hace lentamente, con un pulso de cirujana, para no romper los recipientes construidos por las meliponas. La jeringa succiona y la miel sale y sube de a poco porque las “tinajas” tienen el grosos de un dedo pulgar.
Las mujeres que están alrededor, sonríen. La producción es un premio de todas. La cosecha ha empezado.
Elena Pocuela (Pocoena)Tomichá tiene 53 años de edad y la sonrisa tímida. Ella viene de San Martín, una comunidad que se encuentras a tres horas caminando a pie hasta San Lorenzo. Ella es parte de la directiva de Apmil y sea como sea tiene llegar hasta este lugar que es su segundo hogar. Como no hay servicio de transporte público, utiliza sus pies para recorrer los 15 kilómetros de distancia.
Elena está contenta en ser socia de Apmil y con el programa quinquenal apoyado por Miel Maya. Es la única de San Martín que produce miel de abeja. Pero ahora que ya está en época de cosecha, cree que es muy probable que las otras cuatro familias que viven en su comunidad, al verla contenta y radiante con la miel en mano, le sigan el ejemplo.
Elena también sabe que no se cosecha el cien por ciento de la miel que producen las abejas, que hay que dejarle una buena cantidad para su alimentación.
— Es como cuando uno no tiene comida en la casa, uno se muere de hambre. Ellas se alimentan de la miel y necesitan tener reservas durante el invierno y la sequía.
Rosa, como todos los productores de Adapicruz, conocen en detalle un mundo que para el resto de las personas suelen ser lejanos y ajenos. Están informados que para producir una cuchara de miel tienen que trabajar incansablemente una docena de abejas.
Elena sabe que las abejas producen la miel para su sustento diario, pero también para almacenarla para cuando el tiempo de floración de las plantas termine, que estos polinizadores necesitan de alimentos que le generen energía y un equilibrio entre sus principales fuentes de alimento que son la miel y el polen. Sabe también en una colmena existen las abejas obreras, las abejas machos que son los zánganos y la abeja reina que es la que gobierna a toda su comunidad.
“Las abejas obreras son las que tienen la tarea diaria de recolectar el polen, segregar la cera y alimentar a las larvas que nacen de los huevos que produce la abeja reina”, cuenta Elena,
“Las mujeres productoras de miel coinciden en que están desarrollando una actividad amigable con la naturaleza, a diferencia de la agroindustria que para producir semillas tienen que matar al bosque.
Las abejas, mientas producen miel, forman parte activa de la producción de alimentos sin deforestar, sin incendiar, sin matar animales ni plantas”, dice Elena, orgullosa de estar metida en una actividad que construye un mejor planeta.
Rosa Soriocó García tiene 31 años de edad y a su hija de nueve también le gusta cuidar a las abejas Señoritas y, quien, al igual que su madre, está aprendiendo las tareas para producir miel.
—Si no hubiera las abejas, no habría frutas, semillas, alimentos. Estamos trabajando para valorar a estos insectos, por el medioambiente y el futuro de nuestros hijos— dice Rosa que de cuando en cuando mira el cielo y espera que la deforestación y los incendios pronto tengan un final definitivo.
Sabe que éstos no son buenos tiempos para el medioambiente, está viviendo en carne propia los efectos del maltrato que le hace el ser humano a la naturaleza. Por eso celebra que su hija haya empezado a temprana edad a enamorarse de las abejas.
Cree que si las autoridades supieran cómo es el mundo interior de las colmenas, tomarían decisiones sabias y tratarían de replicar las labores de las abejas en sus vidas diarias.
“Las abejas son unos animalitos muy dignos de imitar”, dice, emocionada.
Rosa, gracias a las capacitaciones que está teniendo, sabe que las abejas obreras tardan tres días en convertirse en adultas, que toda su etapa laborar es de 50 días en épocas de abundante floración, que durante todo ese tiempo se la pasará recogiendo néctar, polen, agua y resinas para fabricar miel.
La extracción de la miel de los cántaros de especie Señorita
Rosa, como todos los productores de Adapicruz, conocen en detalle un mundo que para el resto de las personas suelen ser lejanos y ajenos. Están informados que para producir una cuchara de miel tienen que trabajar incansablemente una docena de abejas y que en un kilo dejan su vida cerca de 3.000 obreras que cada día realizan hasta 10 vuelos diarios a 25 km de velocidad por hora, sumando cerca de 100 kilómetros cada día y recolectando néctar de por lo menos 600 flores en cada jornada.
Rosa mira el horizonte y le cuesta ver a las cajas donde las abejas están produciendo miel. El humo de los incendios forestales que ocurren en los alrededores de San Lorenzo, lo empañan todo. Desde enero hasta octubre de este año, los incendios forestales en el país ya quemaron más de tres millones de bosques y esa cifra que parece fría o lejana, se la siente durante cada jornada en las comunidades afectadas.
A Rosa le gusta mirar a las abejas. Le gustan, sobretodo, las Señoritas, porque puede observarlas sin cubrirse el cuerpo, como ocurre con las abejas de la variedad Apis que tienen aguijón.
Rosa Soriocó García no es la única rosa de San Lorenzo.
Las abejas llegaron a Rosa Choré Parapaino en el momento más importante de su vida. Cuando su vista, ya cansada, le impide bordar las telas con las que se venía ganando la vida. Ahora se dedica de lleno a la producción de miel.
—Vino el proyecto y aproveché la oportunidad. Aprendí muchas cosas. ¿Sabe cómo se llama la abejita que se convertirá en reina?: Princesa. Así se la llama.
Osvaldo Soruco estuvo yendo y viniendo de Santa Cruz a San Lorenzo, a El Torno, a La Guardia, Okinawa y Porongo para ser parte activa de la capacitación. Se trata de un profesional que llegó a ser presidente de ADAPICRUZy que ahora es su gerente y coordinador del Programa de fortalecimiento en apicultura ecológica financiado por la cooperación belga Miel Maya. Él sigue paso a paso todo el caminar de los socios que forman parte de este emprendimiento.
Osvaldo es un profesional que conoce hasta los detalles más mínimos de las abejas. La noche ha caído en San Lorenzo y Osvaldo está sentado en una silla cercana a la puerta de su habitación. La luna, redonda como un sol nocturno, ilumina las copas de los árboles chiquitanos y la voz de Osvaldo empieza a contar sobre el vuelo nupcial que realiza la abeja reina.
“Sale virgen de su colmena. Por primera vez conocerá el mundo exterior. Empezará a volar y volar lo más alto posible: cien, doscientos, quinientos, ochocientos metros. Los zánganos de otras colmenas ya se enteraron de su presencia. Van tras ella para poseerla. Los más débiles se quedarán en el camino y quedarán marcados para siempre tras su fracaso. Cuando retornen a casa las obreras se negarán alimentarlos. Los que sí logren fertilizarla, no tendrán tiempo para cantar victoria. Tras el apareamiento, el órgano reproductor de los zánganos queda implantado en la abeja reina y, herido de muerte, desciende en caída libre hacia su tumba. La abeja reina, tras cada cópula, irá almacenando las ‘semillas’ de los zánganos en una bolsa interna llamada espermateca, que después utilizará para fertilizar los huevos durante tres a cuatro años. Cuando su ciclo de fertilidad haya terminado, será apartada para que una nueva princesa salga al mundo exterior para repetir el vuelo nupcial”. Marcia Adler Llanos es otra pieza clave en el proceso de enseñanza y aprendizaje sobre la producción de miel. Es bióloga de profesión y se trasladó a San Lorenzo, para dedicar a tiempo completo a impartir sus conocimientos a las mujeres que decidieron que la miel sea parte de sus vidas.
—Este es un día importante. Es mostrar el resultado de un año de trabajo— dice, emocionada, mientras Mónica abre las puertas de otras cajitas para seguir con la cosecha.
Marcia observa que no hay mucha miel porque las abejas no han estado produciendo durante las últimas semanas, debido a las altas temperaturas que subieron a causa de los incendios forestales.
—La Cosecha será pequeña, pero igual, todo un éxito, porque éste es el primer paso de los muchos que vendrán.
La bióloga dice que la mayoría de las mujeres sabían algo de las abejas por sus padres a los que acompañaban a sacar miel del monte.
Sale virgen de su colmena. Por primera vez conocerá el mundo exterior. Empezará a volar lo más alto posible: cien, doscientos, quinientos, ochocientos metros…
—Les enseñé todo sobre la cría de las abejas, su biología. Les ayudé a entender la ecología de estos insectos maravillosos, por qué son importantes, por qué dependemos de ellos.
Marcia Edler explica que las plantas y los árboles necesitan ser polinizadas para producir las semillas y forman los frutos que la humanidad y los animales consumen en su dieta alimenticia.
Detalla que es a través de la polinización que realizan varios animales, entre ellos las abejas, que las partículas de polen de las flores, se transfieren de la sección masculina a la femenina de la planta, o de una planta a otra de la misma especie y que solo así es posible que se desarrollen las semillas que luego se convierten en una deliciosa fruta.
En San Lorenzo, las mujeres llegaron a tenerle tanto cariño a las abejas que, cuando viene un fuerte frío, meten las cajitas al interior de sus casas, las arropan con frazadas porque saben que las bajas temperaturas son sus enemigas mortales.
Marcia Adler también enfatiza en que las abejas nativas, como las Señoritas, son las mayores polinizadoras nativas del bosque. “Han evolucionado con el monte, y el monte, con ellas. Entonces, un 90% de los árboles depende de esta especie para ser polinizadas, dar frutos y semillas, que alimentan a los animales silvestres ya los seres humanos. Son el eslabón más importante de la selva”, dice y añade:
—Tener una cajita (un panal) de abejas, es como tener un botiquín en casa, porque no solo la miel sirve para alimentarse, sino, también para curar varias dolencias del cuerpo.
El alcalde de San Antonio de Lomerío, Angel Sumami, municipio al que pertenece San Lorenzo, resalta que la producción de miel de abejas se está dando justo cuando ahora más se la necesita reactivar la economía golpeada por los efectos del Covid-19.
Por eso, él se ha comprometido en apoyar económicamente para terminar con los detalles de la infraestructura del Centro de procesamiento de la miel y así avanzar en todo el procedimiento productivo.
Panal en el que se muestra el gran trabajo de las abejas para elaborar la miel.
Osvaldo Soruco, gerente de Adapicruz, en plena cosecha de miel, en San Lorenzo.
“Con todo gusto lo hacemos porque estamos seguros que este proyecto ayudará mucho a la economía del municipio”, ha manifestado el alcalde que considera que hay mucho por avanzar, puesto que en todo el municipio existen 29 comunidades donde viven 8.500 habitantes que sufren el gran problema de acceso al agua potable.
Se queja de que el municipio está en emergencia, que los pozos artesianos están secos y que la poca cantidad de agua que hay la sacan de los atajados y la llevan en tres cisternas hasta las casas de los vecinos.
Alejandro Chuvé, presidente de APMIL, le toma la palabra al alcalde porque sabe que el Centro de procesamiento de miel debe ser ampliado porque se espera que la producción vaya creciendo cada año. Ahora, el centro está remozado. De haber sido una habitación pequeña, se ha convertido, gracias al proyecto impulsado por ADAPICRUZ en una infraestructura de dos ambientes totalmente higiénicos, con las comodidades para convertir la miel en otros productos, como ser en jarabes, champú y tónicos, entre otros. Al interior de este centro entran las mujeres con total precaución: Gorro en la cabeza, barbijo, mandil y zapatos esterilizados de goma.
Osvaldo Soruco, remarca que lo que ahora está ocurriendo en San Lorenzo es parte del Programa quinquenal de fortalecimiento de organizaciones apícolas que ADAPICRUZ logró gracias a un acuerdo que firmó con la fundación belga Miel Maya, que empezó el año 2017 y que finaliza en diciembre de este 2021.
De este acuerdo —cuenta Osvaldo— se están beneficiando las asociaciones productoras de miel de El Torno, La Guardia, Porongo, Okinawa y de San Lorenzo de Lomerío.
De estas cinco asociaciones, solamente en San Lorenzo se está trabajando con las abejas nativas meliponas. Eso se lo ha conseguido —aclara Soruco— gracias a otro acuerdo entre APMIL y la FAO, cuyo objetivo fue buscar la integración del componente género, un mecanismo que beneficie a las mujeres en la integración con los hombres que tradicionalmente vuelcan su interés por las abejas Apis, que son las que tienen aguijón.
“El Programa de Fortalecimiento Apícola tiene la misión de consolidar una organización de apicultores y apicultoras, emprendedores honestos, responsables y colaborativos que desarrollan y difunden tecnología apícola para sus afiliados, logrando productos saludables y conservando el medio ambiente, como también brindar a la sociedad la seguridad de consumir miel natural, saludables y de alta calidad”, detalla Soruco.
Los zánganos de otras colmenas ya se enteraron de su presencia. Van tras ella para poseerla. Los más débiles se quedarán en el camino y quedarán marcados para siempre tras su fracaso.
Para ello, Adapicruz y el programa contemplaron unir esfuerzos y compartir experiencias entre organizaciones productoras de miel regionales y nacionales hacia objetivos comunes, guiados por un plan nacional, desarrolló acciones de corto y mediano plazo con metas e indicadores comunes, con apoyo técnico y económico de Miel Maya, el gobierno Belga y las asociaciones, fortaleció las estructuras gerenciales y directivas de las organizaciones involucradas con enfoque de sostenibilidad, para la planificación, autogestión e intercambios de conocimientos.
Tienen claro que se está avanzando para convertir a la producción de miel en una fuente sostenible de ingresos para las familias respetando a la naturaleza.
Osvaldo Soruco, remarca que entre los logros conseguidos está el que se han mejorado las capacidades técnicas para la práctica de la producción de miel, con respeto y protección al medio ambiente, se ha reforzado el funcionamiento interno de las organizaciones apícolas, mejorado las prácticas de negociación y concertación con sus demandas sectoriales, lo que se evidencia en el hecho de que los pequeños productores se inician y crecen en sus negocios, dedican más tiempo y recursos financieros aumentando sus ingresos, puesto que las organizaciones son autónomas, eficaces y sostenibles y con un funcionamiento democrático.
En resumen, el proyecto avanza en los cinco componentes que están relacionados a ampliar los conocimientos en tecnología, organización, la formación de jóvenes y avanzar en el cambio generacional, el intercambio de experiencias y una incidencia política para buscar mayor visibilidad del sector apícola.
Entre los beneficiados con el programa quinquenal se encuentran 125 productores de miel de las cinco asociaciones miembros de ADAPICRUZ, puesto que cada una de ellas tiene en promedio a 25 personas. Todas ellas, según Soruco, se fortalecieron internamente, puesto que están consiguiendo una autonomía para operar, buscar recursos y hacer gestiones a corto, mediano y largo plazo.
Así como APMIL de San Lorenzo, consiguió recursos para remodelar un espacio físico y convertirlo un centro de procesamiento de miel, La Guardia hizo lo suyo y Porongo logró, a través de un convenio con la alcaldía de su municipio, viabilizar su participación en ferias productivas y que la miel que producen sea parte del desayuno escolar desde el próximo año.
El último paso en la elaboración de la miel es el envasado para su comercialización.
Además, El Torno, Porongo, La Guardia y Lomerío, accedieron a un programa del Gobierno para la compra de nuevas colmenas y material apícola”, enfatizó Soruco.
El programa quinquenal termina en diciembre, pero el acuerdo entre la fundación de Bélgica Miel Maya y Adapicruz empieza nuevamente en febrero con un segundo quinquenio, el mismo —según Soruco— buscará concretar acciones estratégicas para lograr sostenibilidad económica, una reingeniería entre las instituciones miembros y la planta de procesamiento de miel que se encuentra en la ciudad de Santa Cruz y que es un emprendimiento privado que se levantó con recursos de por lo menos 70 de los 300 socios que tiene la institución matriz.
Además. Se buscará que ADAPICRUZ sea sostenible a partir de la oferta de diversos servicios, como el desarrollo y venta de tecnología, asistencia de servicios técnico, logístico y vinculación a financiamiento con la banca especializada.
Los que sí logren fertilizarla, no tendrán tiempo para cantar victoria. Tras el apareamiento, el órgano reproductor de los zánganos queda implantado en la abeja reina y, herido de muerte, desciende en caída libre hacia su tumba.
Emilio Torrico, además de ser vicepresidente de Adapicruz, es también el líder de la Asociación de Apicultores de La Guardia. Su trabajo ha dado frutos a tal punto que ha logrado ya vender miel al desayuno escolar de su municipio, practica la apicultura familiar y también la migratoria, es decir, lleva sus colmenas a zonas en floración durante las distintas temporadas del año.
Además, Emilio Torrico tiene en su hermano menor, Wilber, el apoyo que necesitaba para crecer, y su esposa Mariela es líder de las mujeres que realizan procesamiento y comercialización de los productos apícolas.
“La producción de La Guardia fue creciendo esto últimos años. El acuerdo con Miel Maya nos ha fortalecido organizacionalmente. Cada socio ha aumentado 10 colmenas este año. Eso se reflejará una mayor producción. En total 51 socios. Muchos, como yo, que tengo 250 colmenas producimos miel todo el año”, ha enfatizado.
Laura Jimenez no es solo la hija del director de Adapicruz, Gilberto Jiménez. Ella es también apicultora y pieza clave de la empresa familiar que tiene el nombre comercial de Casa de la miel.
Laura tiene 27 años y es ingeniera industrial. Su papá, cuando ella era niña, acostumbraba llevarla al campo y de a poco le iba explicando todos los pasos para convertirse en una persona apicultora. Ella le tomaba un interés medido hasta que en 2018 decidió ser parte de un curso integral de apicultura para jóvenes y ahí sintió el flechazo, el amor por las abejas y por esta actividad que ella considera vital para el planeta.
“Me involucré más y lo acompañé más al campo a mi papá, participé del proyecto de empoderar a los jóvenes y me integré a la Asociación de Apicultores de la Guardia, mi padre me dio tres colmenas, las hice crecer, se hicieron siete y con el proyecto me dieron 10 núcleos. Ahora tengo todo eso en etapa en producción. Por cada colmena se cosecha 11 kilos”, cuenta Laura, que también ayuda a su papá en la producción en la planta de procesamiento.
“Me asombra lo organizadas que son las abejas, todo el rol que cumplen con la naturaleza, son polinizadoras y eso es algo asombroso, cómo la reproducción de las plantas depende de ellas. Son las mejores controladoras de calidad, tienen una limpieza increíble. Todo lo que hacen es saludable: la miel es un alimento súper nutritivo, tiene propiedades medicinales. En casa utilizamos el propóleo para todo, es antibiótico natural y cicatrizante. El polen, la jalea real, son alimentos completos llenos de vitaminas, aminoácidos. Todo beneficiosos para el cuerpo humano”.
La voz de Laura Jiménez tiene la fuerza de la pasión por las abejas y todo lo que ellas producen.
Karen Soruco también está siguiendo los pasos de su padre. Resaltar que lleva años con esto de la apicultura, gracias a que su papá Osvaldo le viene inculcando el amor por las abejas desde que era niña. Pero también fue un curso de capacitación que hico hace dos años el que le esclareció más la perspectiva y se dio cuenta que las personas no tienen mucho conocimiento sobre la importancia de la apicultura.
“Muchos no conocen cuál es la miel pura o sus beneficios. Hay mucho que se puede enseñar y compartir a las personas. Decidí apoyarme en las redes sociales y ahí publico contenido de valor informando, tanto sobre la apicultura como el consumo de la miel, sus productos y derivados”, cuenta Karen, que con su trabajo ha logrado posicionar la marca Oh Honey que su hermana Karla y su cuñado Decker Enrrique han lanzado al mercado para comercializar miel de abeja y derivados.
“Hay buena respuesta del público. Reconocen la marca”, enfatiza, y desea enviar un mensaje a la gente: “La apicultura es una actividad noble con el planeta, por ende, con el ser humano. Trae beneficios sin maltratar ninguna clase de vida animal ni vegetal”.
Karla Soruco, la hermana de Karen, es administradora de empresas, tiene su empleo como gerente de ventas de una empresa importadora, pero tras casarse abrió con su esposo la microempresa Oh Honey, con un sistema de ventas por internet y ferias ecológicas.
En Porongo, Erlan Acuña Soria está construyendo un noble imperio: logro con la producción de miel dar pasos importantes familiar y empresarialmente: ya tiene su vehículo de trabajo, su chata en la que transporta material apícola, su planta de extracción de miel con todas las normas sanitarias y ha construido su propia casa.
“Vengo trabajando desde el 2002, son varios años. Con la miel hice todo. Participé de varios cursos internacionales, eso ayuda”, cuenta Erlan, que tiene 45 años de edad y que es líder en su Porongo, municipio que se encuentra a media hora de la ciudad de Santa Cruz.
Tener una cajita (un panal) de abejas, es como tener un botiquín en casa, porque no solo la miel sirve para alimentarse, sino, también para curar varias dolencias del cuerpo.
“El acuerdo con Miel Maya ha sido positivo. Se avanzó en la parte organizacional de la asociación. En la Asociación de Porongo somos 31 socios, tenemos 800 colmenas y cada una de ellas produce 22 kilos cada año.
Las puertas de los mercados se abren para los productores de Porongo. Durante los último cinco años vienen exportando miel al mercado de Estados Unidos.
“El primer contrato fue gracias a ADAPICRUZ y de ahí, el comprador de Estados Unidos hizo contactos con nosotros porque destacamos satisfactoriamente. Hemos llegado a vender hasta 3.200 kilos de miel al año”, dice, orgulloso.
Osvaldo Soruco, desde el seno de ADAPICRUZ, también está orgulloso por haber conseguido importantes logros durante el último quinquenio. Recuerda que, por ejemplo, que el 2018 se consiguió llevar a cabo el mayor foro apícola que se haya dado en Bolivia durante las jornadas nacionales, con más de 200 participantes, donde se trabajó para posicionar el concepto de apicultura ecológica en Bolivia,
En ese caminar, Adapicruz ha conformado la Plataforma apícola, para dar fe con su testimonio de los esfuerzos por involucrar a las entidades potenciales para fortalecer el sector.
Osvaldo Soruco, recuerda, por ejemplo, que la entonces directora de la Dirección de Medio Ambiente de la Gobernación de Santa Cruz, Yandery Kempff, con su equipo apoyó en las jornadas apícolas y en la formación de apicultores bomberos, lo cual se convirtió en un importante impulso para muchas personas.
Yandery recuerda ese aporte y también recuerda que, para ella, la apicultura es importante, porque como bióloga sabe el gran valor de las abejas y el riesgo en este momento por todas las amenazas que hay: incendios, deforestación, agroquímicos, cambio climático con su consecuente y dramática pérdida de biodiversidad. Pero también tiene un apego especial porque creció entre apicultores, porque sus dos abuelos y su papá fueron productores de miel.
“Es una actividad realmente noble y que aporta muchísimo a la conservación, que en nuestro medio es poco lucrativa, por todos los problemas que atraviesan los apicultores, que va principalmente porque cada vez tienen menos espacio para producir, además de incendios y los agroquímicos que afectan a las zonas productivas”, dice, y sugiere que las gobernaciones deberían incentivar grupos de productores que promuevan prácticas compatibles con la conservación de los bosques y una biodiversidad saludable.
Levanta muerto, así le llama a la miel, muy rica en proteínas.
Trabajadoras de la planta de elaboración de miel, de San Lorenzo, hacen el colado para luego proceder al envasado.
Además, recomienda que se debería incentivar a que más gente se anime a entrar en esta actividad valiosa para el planeta.
Osvaldo Soruco, también sabe que el presente y el futuro está en las nuevas generaciones, que los jóvenes deben ir haciendo sus armas en esta actividad para llenar los vacíos que irán dejando las personas mayores con el paso de los años.
Los pasos sólidos ya se han dado. Recuerda que mediante talleres ya se han capacitado a más de 30 jóvenes y que una decena de ellos quedaron tan enamorados de las abejas que ya se convirtieron en socios de ADAPICRUZ y que tienen una producción sólida que avanza a pasos de gigantes.
“La proyección de la apicultura boliviana y su potencial, está dado por el empuje de quienes son apicultores ecológicos y la posibilidad de acceso a los bosques naturales y recursos financieros. El conocimiento y el tener la genética de las abejas africanizadas y de las abejas nativas, nos permitirían avanzar con apoyo de los jóvenes formados bajo los principios de la agroecología y la pasión que se transmita a nuestros descendientes. La Línea está trazada, la estrategia es clara, el corazón de los apicultores veteranos está puesto en formar para entrenar a los jóvenes para que asuman el compromiso de elevar nuestra organización para cumplir la misión de ofertar a la sociedad productos saludables conservando el medio ambiente”, enfatizó Osvaldo Soruco.
A su vez, Nilo Padilla, presidente de ADAPICRUZ, considera que el sector apunta a desarrollarse siguiendo un plan de desarrollo nacional y otro de carácter departamental.
“Hay buen futuro para la apicultura para los próximos cinco años. En la parte ambiental, la matanza de colmenas que sufrimos en mayo a causa del envenenamiento por causa de agrotóxicos, tuvo un efecto importante de concientización en la población que se ha sumado a nuestra causa y que también se ha sumado a alzar su voz en contra de la deforestación y de los incendios forestales. Estamos desarrollando una apicultura ecológica. Estamos trabajando en aumentar nuestro rendimiento, sin perder el principio de sostenibilidad”, ha asegurado Nilo Padilla.
Adapicruz, acogiéndose a lo que establece la Ley de la Producción Ecológica en Bolivia (ley 3525), informó que adecuó los protocolos de producción bajo el enfoque agroecológico y organizo, entre sus mejores apicultores, un equipo de alta capacidad y ética para constituir el Sistema Participativo de Garantía de Adapicruz, con capacidad para evaluar procesos productivos, de transformación y comercialización de productos apícolas, que permitan identificar y garantizar al consumidor cuál es una miel ecológica de alta calidad. Este sistema ya fue avalado por el Senasag y Cnape, que es la instancia de Gobierno responsable de refrendar esta categoría de producto certificado.
Desde 2022, Adapicruz adelantó que comercializará con marca propia, la miel de sus socios que logre esta certificación y la distribuirá en los mercados de Bolivia que valoren los súper alimentos por su calidad. Este emprendimiento responde a una necesidad de la población, que es continuamente engañada al comprar mieles de dudosa procedencia, importada o parte del tráfico de mieles de contrabando, de las cuales se ha evidenciado que tienen glucosa de maíz, antibióticos y otros problemas.
Mientras el nuevo año irá despuntando por el horizonte, en San Lorenzo de Lomerío y otras comunidades productoras de miel unen sus fuerzas y conocimientos para proteger a las abejas, porque saben que de ellas no solo depende la miel, sino, casi todos los alimentos que produce el planeta.
Esta crónica periodística ha sido elaborada en alianza entre la Revista Nómadas y la Asociación de Apicultores de Santa Cruz (ADAPICRUZ).