Al inicio era una fábula, hombres y mujeres se asentaron al borde del rio y bebieron su agua, sembraron las pocas semillas que habían cosechado en el largo camino, vieron y luego tocaron la tierra fértil, las piedras, el bosque nativo, sus árboles. Era una síntesis del paraíso que luego describió Humboldt, era el clima tan amado por Francisco Viedma.
¿De dónde vendrá toda la verdura que encontramos en el mercado de Cliza?
Al principio fue el trigo y con él el pan, un sincretismo cultural entre el viejo y el nuevo mundo, la tierra que se casaba con la cocina, pan como alimento y símbolo de compañerismo –Cum panis su étimo, los que comparten el mismo pan- y así la papa, pan de los pobres de ayer, superada por el más noble maíz, que fue elixir para las ceremonias y las fiestas en sus más de setenta variedades que siguen poniendo en asombro a Mesoamérica. Sigue habiendo habas, cebollas, arvejas y coles, casi completando la chuspa que siempre llevaba Galeno. Hoy hay tomate y la emparentada berenjena, muchas plantas medicinales que aun desconocimos.
Desaparecieron todos los paisajes de nuestras infancias, nuestras imaginarias distancias, que eran siempre inalcanzables, eran fantasías y utopías. Se construyó por destruir.
El acordeón de Feliciano danza, recuerda las olas del océano que tuvo que vencer nadando, las colinas marchigianas donde un artesano moduló, ad arte, todas las posibles danzas, el enamoramiento encima y debajo de las faldas, en la profundidad de los ojos negros y de la piel morena. Un puerto, una isla, tierra firme adonde las siembras y el ciclo de las vidas puedan ser fuertes pero firmes, un doblar de caderas mirando el cielo azul, pampas, altiplanos y selvas, valles florecidos todos los días del año. Volverá el padre del bosque, el árbol. Y nuevas flores y con ellas nuevos colores.
Si no sabemos lo que comemos, tampoco sabemos lo que somos.
Mientras en la brutalidad de un Brasil ya sin jogo bonito aprueban la introducción de una variedad de trigo modificado genéticamente, en Bolivia avanzan los desiertos verdes y de cada 10 panes que comemos 7 son elaborado con harina importada. Polvo con muchos ceros, sin materia y ya sin vida, pan blanco y duro que nunca alimentará realmente, solo llenará un estomago que fue perdiendo el placer que disfrutaba en los tantos sabores de antaño.
Un puerto, una isla, tierra firme adonde las siembras y el ciclo de las vidas puedan ser fuertes pero firmes, un doblar de caderas mirando el cielo azul, pampas, altiplanos y selvas, valles florecidos todos los días del año.
Desaparecieron todos los paisajes de nuestras infancias, nuestras imaginarias distancias, que eran siempre inalcanzables, eran fantasías y utopías. Se construyó por destruir. Y nos volvemos niños en los niños de hoy -juego nietzscheano por antonomasia- buscando lo ideal que hoy reconocemos anterior a lo real. El árbol de nuestro primer escondite, el surco del maizal de nuestra iniciación amorosa, el verde del alfa alfa en nuestros jeans. Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de Nómadas.
Sobre el autor
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Maurizio Bagatin
(Pordenone, Italia, 18 diciembre 1966), nacido por azar en Italia, viajó un poco y escribió un poco, en la búsqueda de conjugar la huerta con la biblioteca, sigue regando jardines y cultivando palabras. Tiene textos inéditos y mucho otro material en el ciberespacio.