
Desde el Territorio Indígena Multiétnico (TIM), bosque emblemático de los pueblos indígenas del Beni, Leonardo Tamburini, director de ORÉ, aborda la creación del área de conservación Loma Santa, un espacio que combina autonomía indígena, preservación cultural y protección ambiental. Tamburini detalla cómo los pueblos Mojeños y T’simanes han consolidado la gestión de este territorio histórico, convirtiéndolo en un referente nacional e internacional de gobernanza indígena y conservación de la biodiversidad
– Estamos en un lugar especial y en un momento histórico. ¿Cómo definirías este hito para los pueblos indígenas de las Tierras Bajas?
– Sí, es un momento histórico. Estamos en el Territorio Indígena Multiétnico (TIM), donde surgió la marcha de 1990, los pueblos indígenas lograron ser reconocidos como actores sociales con derechos colectivos diferenciados. Hoy han tomado una decisión estratégica: proteger Loma Santa, un área ambiental, social y culturalmente crucial. Lo han hecho con la participación de autoridades locales y externas, asegurando su resguardo.
– ¿Cuál es el origen del nombre Loma Santa?
– Nace como propuesta de los Mojeños, quienes dominan la región culturalmente. Tienen relación con el Vi Marae de los guaraníes, la tierra sin mal, un lugar donde no hay explotación, hay abundancia y se vive en armonía. Es un espacio de recuperación histórica, donde se vivió la explotación del caucho, de las haciendas tras la salida de los jesuitas y en las últimas décadas del siglo pasado, la explotación maderera, hecho que originó la marcha de agosto del 90’. Ahora es un área de conservación creada por ley autonómica y registrada en el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.
– ¿Cómo se gestiona actualmente Loma Santa?
– Las comunidades T’simanes viven dentro del área y gestionan el uso responsable de los recursos. Sus prácticas ancestrales no solo conservan el bosque, sino que aseguran un aprovechamiento sostenible. El acto formal de lanzamiento estableció además un sistema de control y vigilancia, desde la comunidad hasta la autonomía indígena, garantizando que Loma Santa tenga autoridades competentes y un plan de manejo en desarrollo.

– ¿Es la primera área de estas características en la región?
– Sí. En las Tierras Bajas, es la primera, fuera del Chaco con estas características. Hay otras áreas protegidas, como Irenda, Guanaco, Parapetí y Ñembi Guasu, pero Loma Santa tiene la particularidad de consolidar la soberanía plena del territorio indígena, reforzando su protección frente a amenazas externas.
– ¿Qué importancia tiene su ubicación estratégica?
– Está ubicada donde originalmente quería (el Gobierno de Evo Morales) que pase la carretera del TIPNIS. Las comunidades crearon un “tapón” para evitar que el camino vecinal existente intente prolongárselo a título de la carretera que atraviese el territorio. Esto, junto a la autonomía indígena y al área de conservación, refuerza la protección territorial frente a concesiones, proyectos de infraestructura y o explotación de recursos naturales.
– ¿Qué representa el TIM para Bolivia?
– Es un territorio multiétnico, que reproduce la armonía social, de sincretizando la cultura de las misiones jesuíticas y su acervo anterior en 28 comunidades. Ambientalmente, es un sitio Ramsar y el corazón del Bosque de Chimanes, donde se en el mismo sitio donde se saqueó la mara y la fauna nativa gracias al reparto de contratos entre empresas madereras, y se la autonomía indígena consolidó Loma Santa como un área de conservación indígena. También es un espacio de gestión del agua, de camellones y canales, legado de los antiguos Mojeños.
– ¿Cuáles son las principales amenazas que enfrenta Loma Santa?
– La carretera al TIPNIS siempre es una amenaza latente, la explotación maderera, la minería, la actividad petrolera y el avasallamiento son las amenazas externas. Internamente, la gobernanza de múltiples actores, como corregidores, subcentral indígena y subcentral de mujeres, plantea desafíos de coordinación y gestión conjunta.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).