Los originarios que habitan el TIPNIS saben que la selva es un ser vivo que, si no se le trata bien, se muere. Por eso, desarrollar el turismo de manera sostenible no solo les trae beneficios, sino, también ayuda a protegerla.
La tarde camina a paso discreto en Oromomo y las casas de madera —buena parte de ellas— están vacías. Los habitantes están haciendo una fila para tramitar sus cédulas de identidad, aprovechando que, este octubre de 2022, una comisión del SEGIP había llegado para tal propósito.
Oromomo es una de las cinco comunidades que se encuentran en las riberas de la zona alta del río Sécure, cerca de Ushve, Areruta, Palmar de Aguas Negras y Asunta.
Hacer fila no es que les guste a los habitantes ancestrales de este rincón amazónico que también se conoce como Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). Pero ahora que existe la oportunidad para existir para el Estado boliviano, a través de un carnet, no quieren desaprovecharla. En todo caso, el sol espléndido encuentra una frontera en los techos de hojas de palmeras de los corredores, y la espera en la fila se vuelve amigable porque también es un buen momento para conversar con esa paz del campo que aquí es una constante que nunca cansa.
Oromomo es una de las cinco comunidades que se encuentran en las riberas de la zona alta del río Sécure, cerca de Ushve, Areruta, Palmar de Aguas Negras y Asunta. Decir cerca o decir lejos es relativo en los bosques del TIPNIS. El paso del tiempo no es un asunto que haga doler la cabeza a los habitantes históricos de esta tierra que se mueve al ritmo de las caminatas largas por las sendas de la selva, a los vaivenes del agua que empuja a las canoas y también a los aterrizajes de avionetas que traen visitantes internacionales en busca del dorado, la joya piscícola que les ha permitido desarrollar el turismo sostenible bajo el paraguas de la pesca con devolución que llevan a cabo la Asociación Indígena de Turismo del Secure Alto, y el proyecto Tsimane.
El Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP), muestra, en su página web, la pesca del dorado con devolución obligatoria, como uno de los atractivos turísticos que se desarrolla en el TIPNIS.
Explica que esta actividad se realiza en las zonas donde destaca la exuberante vegetación, ríos, lagunas, la riqueza de fauna silvestre, beneficiando directamente a las comunidades de Oromomo, Ushve, Areruta, Palmar de Aguas Negras y Asunta, Santa Rosita, Tres de Mayo, el Carmen, San Antonio, San José de Angosta.
Gran parte del TIPNIS no ha sido explorado por la ciencia. El 2022, un equipo de biólogos y fotógrafos de una cadena de televisión de fama mundial, realizó una expedición por los lugares más lejanos del área protegida.
“Las comunidades indígenas de ambas zonas mantienen las formas tradicionales de manejo de recursos naturales, cuentan con dos asociaciones para el desarrollo del turismo comunitario, dentro del cual se desarrolla la pesca con devolución obligatoria. Adicionalmente, se beneficia a 20 comunidades en ambos sectores”, detalla el SERNAP, que también explica que la población del TIPNIS está representada por los grupos étnicos Moxeño, Yuracaré y Tsimane y que al interior del área existen más de 50 comunidades indígenas.
Gran parte del TIPNIS no ha sido explorado por la ciencia. El 2022, un equipo de biólogos y fotógrafos de una cadena de televisión de fama mundial, realizó una expedición por los lugares más lejanos del área protegida, se quedaron un mes, estuvieron también en la zona de transición de dos biomas, entre el llano y las montañas, donde existen especies endémicas aún no registradas.
Marcelo Pérez, director del proyecto Tsimane, estuvo acompañando a los científicos y recuerda la cara de asombro que ponían cuando bucearon en pozas de aguas color turquesa, en ríos de aguas transparentes como un cristal.
El yuracaré Roycer Herbi, que es guía de pesca con devolución, también estaba muy cerca, observándolo todo, mirando las cámaras fotográficas acuáticas con las que los científicos tomaban imágenes debajo del agua.
Roycer observaba, pero también los científicos lo observaban a él. Tenían frente a ellos a un muchacho que no pasa de los 25 años, curioso como un gato, apasionado por las fotografías porque mientras ellos trabajaban, él estaba con su teléfono móvil registrándolo todo, o detrás de ellos observando sus computadoras y sus otros equipos que nunca había visto en su vida.
Entonces, es probable que Roycer, en el futuro próximo, forme parte de un programa internacional en el que aprenderá a sacar fotografías profesionales y así, registrar y estudiar el TIPNIS por dentro porque quién más que él, que conoce el área protegida al dedillo y también las amenazas que tiene.
—Me gusta mucho sacar fotos a este paraíso, dice, emocionado.
***
Aprenden a utilizar el arco y la flecha desde pequeños, para conseguir sus alimentos que les provee la selva.
La comida estará lista en pocos minutos.
Cuando una avioneta aterriza, los niños corren a la orilla de la pista y los perros también se alborotan. Los motoristas de las canoas con Peke Peke —que ya han escuchado el sonido metálico de la nave— están listos en el puerto al que se llega atravesando la comunidad de extremo a extremo. Si uno abre los ojos y recorre Oromomo con hambre de conocimientos, podrá ver las miradas amigables de los Tsimanes y de los Yuracarés que, además de saludar con la mirada, también levantan las manos y, entonces, es difícil no sentirse en casa.
Sorprendidos por la grandeza de la naturaleza, se quedaron un mes, estuvieron también en la zona de transición de dos biomas, entre el llano y las montañas, donde existen especies endémicas aún no registradas.
Alguna conversación también puede brotar en corto tiempo. Algunos dirán que el dorado les está permitiendo tener ingresos económicos que pueden invertir en servicios para las comunidades, como fue el caso de la planta purificadora de agua y el servicio de Internet que les permite estar comunicados con el resto del mundo.
Dionicia Herbi irá en una de las balsas. Durante el viaje de una hora que terminará en el Pluma Lodge, uno de los tres albergues del proyecto Tsimane de pesca con mosca y devolución, ella pondrá su mirada en el horizonte y su voz será una piedra que despertará cuando esté en tierra firme. Durante el viaje, verá, con un asombro que nunca duerme, a los pájaros que volarán a la par de las canoas, las playas de arena blanca en el río Sécure y las crestas de las montañas que irán apareciendo con la caída de la tarde.
Serán cuatro Peke Peke los que transporten a los visitantes que han llegado para pescar bajo la modalidad de pesca con devolución. Dos indígenas irán en cada canoa. Uno de ellos, gobernará en la popa de la embarcación, piloteando con pericia ancestral, divisando las curvas cerradas para bajar la velocidad y luego impulsarse con gracias de malabarista en las rectas que parecen interminables. Otro irá en la proa, portando un palo largo (al que le llaman singa) con el que ayudará a empujar cuando las aguas bajas lo convoquen para que el viaje no solo siga siendo placentero, sino también, seguro y no se detenga. El sol bajará como una persiana la luz que se irá despidiendo del día entre las curvas de las montañas.
Después, en el albergue de Pluma Lodge, Dionisia tomará el puesto de la cocina y tendrá, durante dos semanas, la responsabilidad de cocinar para los trabajadores indígenas que cubren diferentes puestos en el proyecto de pesca.
Ya es de noche y el masaco de plátano que ha preparado les ha gustado a todos, una decena de hombres que trabajan como pilotos de las canoas, como guías de pesca.
Dionisia dice que tiene nueve hijos, que no sabe cuantos años tiene, que ella cocina las costumbres de los indígenas: en la mañana: te de hojas de naranja; de comida: sábalos a la parrilla o guiso de arroz con yuca, con maíz, con plátanos hervidos…
Dionisia, también hace artesanías de alguna vegetación que crece libre en la selva. Dice que a veces las vende a los turistas y que con la plata que ganará por trabajar las dos semanas podrá cubrir los gastos de promoción de su hija que está en las puertas del bachillerado.
—Ella quiere estudiar para doctora. Pero eso será cuando podamos mandarla a la universidad. Mientras tanto, estará en mi casa. Se casará, nadie sabe. Tengo muchos nietos, cuenta Dionisia, que está contenta porque los hombres han traído la suficiente leña como para que ella no vaya a buscarla lejos del albergue.
—Dicen que sale el tigre, dice.
De fondo, el murmullo del monte tilila como una banda sonora de la realidad.
***
Una mamá Tsimane, lleva su bebé, por las sendas de la selva.
Las manos laboriosas producen artesanías que ofrecen a los turistas que llegan de tierras lejanas.
El equipo del proyecto Tsimane, orgulloso, en una de las cabañas, en las entrañas del TIPNIS.
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DIRECCIÓN Y TEXTOS: Roberto Navia. FOTOGRAFÍAS: Daniel Coimbra. EDITORA MULTIMEDIA Y DE REDES SOCIALES: Lisa Corti. JEFA DE PRODUCCIÓN: Karina Segovia. DISEÑO Y DESARROLLO WEB: Richard Osinaga.
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