Jhorlan nunca se imaginó liderar un eco albergue, menos después de ser ingeniero petrolero. Pero hoy enfrenta el reto más grande de su vida, seguir el legado que su padre Martín construyó en vida, trabajar por conservar y respetar la naturaleza. Jhorlan es hoy presidente del directorio de Chalalan, un eco albergue histórico, construido por indígenas en la densidad del bosque amazónico boliviano dentro del Parque Nacional Madidi, un universo verde de casi 2 millones de hectáreas, reconocido por ser el territorio más biodiverso del mundo.
Su extraordinaria riqueza biológica y de ecosistemas alberga 1.830 especies de vertebrados confirmados, 5.535 especies de plantas, 1809 especies y subespecies de mariposas, convirtiéndolo en el refugio de mayor diversidad de vida silvestre confirmado por la ciencia. El Madidi es hogar del 3% de las plantas superiores del mundo, del 3,7% de los vertebrados y casi del 10% de las aves que vuelan los cielos. Este fragmento amazónico es crucial para el equilibrio de todo el planeta Tierra.
En el Parque Nacional Madidi y Área Natural de Manejo Integrado Madidi (PNANMI Madidi) habitan 31 comunidades de origen Tacana, Leco y Quechua, con una población cercana a los 4.000 habitantes. El área de Madidi se superpone íntegramente con los Territorios Comunitario de Origen (TCO) Uchupiamonas y parcialmente con las TCO Tacana I, Lecos de Apolo y Lecos de Larecaja.
El río Tuichi conecta los Andes con la Amazonia. Foto: Karina Segovia.
Es en este territorio que sus guardianes históricos se paran de frente a los enemigos que acechan su espacio de vida. Selva adentro, bordeando el río Tuichi, principal tributario del Madidi, los habitantes del pueblo indígena de San José de Uchupiamonas decidieron apostar por el turismo comunitario como modelo de desarrollo. Una mirada valiente en Bolivia, país sudamericano generoso en biodiversidad, pero con grandes puñados de políticos de ideas pobres que llegan al poder con otra mirada de la naturaleza, una mirada maquiavélica —así lo vienen demostrando desde hace décadas— de hambre y extracción de todo lo que puedan sacar de la tierra para meterlo en sus bolsillos, y dejar en el camino y sin pena, heridas de por vida en los territorios.
No fue tarea fácil, ni de la noche a la mañana que el pueblo de San José apostó por el turismo comunitario. La falta de atención del Gobierno central en temas de salud, educación y servicios básicos, provocó la migración en los años ochenta del siglo pasado, de muchas familias en busca de mejores condiciones de vida.
—El pueblo se estaba quedando vacío— recuerda Jhorlan Laura Quetegüari— ojos almendrados, cara jovial y sonrisa amable— sobre cómo era la vida cuando era chico en su pueblo San José de Uchupiamonas, antes de que exista Chalalan, el primer eco-albergue de la zona y que ha sido la inspiración, icono y semilla para que otros emprendimientos, igualmente manejados por comunidades indígenas, florezcan en las riberas del río Tuichi.
San José de Uchupiamonas, comunidad pionera en turismo eco comunitario en dentro del Madidi. Foto: Karina Segovia.
Una cadena de sucesos que involucran la desaparición de aventureros en la selva, un libro, mucho sudor y esfuerzo colectivo para frenar su gente de migrar, llevaron a toda la comunidad a cuestionarse sobre cómo evitar la desaparición de su pueblo, y cómo crear alternativas de empleo dignos.
En los años ochenta, el río Tuichi, principal arteria y canal que conecta el pueblo de San José de Uchupiamonas con el mundo, seguía siendo un río desconocido, invisible e indomable. Sus rápidas aguas nacen en la cima de los Andes, cordillera de Apolobamba, zona alta de las montañas del Madidi. Con un curso de 265 kilómetros, el Tuichi no es cualquier río, es un río que conecta los Andes con la Amazonia, sus aguas bajan como una serpiente liquida por diversos ecosistemas, y mientras se desliza, se va transformando el paisaje, desparecen los picos nevados a la distancia, y empiezan a llegar montañas húmedas y frondosas, cubiertas del pico hasta la falda en un abrigo de árboles con todos los verdes imaginables. Es ahí, en plena jungla tropical, que sus aguas cruzan el imponente Cañón del Bala, como si fuera un ritual para mutar en el amplio río Beni, siguiendo su curso más allá de las fronteras de Bolivia, en el río Madeira, convirtiéndose en una de las arterias más importantes que alimenta al río más largo del mundo: el Amazonas.
Todo cambió para el río Tuichi y para las comunidades del Madidi en 1990, cuando Yossi Ghinsberg, un israelí aventurero, se cayó de su balsa mientras navegaba el río y fue tragado por el bosque durante 21 días. Luego de una batalla física y mental con los elementos de la naturaleza, lleno de picaduras, hambriento y exhausto, fue rescatado por comunarios de la zona a los que, desde entonces, considera sus hermanos. La aventura de supervivencia de Jossi fue narrada en su libro De Vuelta al Tuichi, convirtiéndose en un bestseller y catapultando el río Tuichi como un icono de la aventura intrépida que simboliza la Amazonia. El libro de su historia provocó una ola de aventureros ansiosos por llegar donde estuvo Jossi, y con ello, las comunidades de la región se tuvieron que adaptar a la lluvia turística que inundaba el Tuichi.
Chalalan Ecolodge en el corazón del Madidi. Foto: Karina Segovia.
Jossi, forma parte de la historia de Chalalan, él fue unos de los impulsores en los años noventa, de la idea de un albergue ecológico que mejore la calidad de vida de los comunarios a través de empleos dignos y promoviendo un turismo armonioso con los valores ancestrales de cuidado de su territorio. El constante acecho y brecha de madereros en la zona de la laguna Chalalan del Valle del Tuichi, llevó a los josesanos a pensar estratégicamente la posición del eco-albergue y trabajar junto a Jossi, su nuevo hermano, para buscar financiadores internacionales. Con el compromiso de conservar la selva, se logró un fondo del Banco Interamericano de Desarrollo para un proyecto piloto. La empresa Chalalan se creó en 1992, antes de la creación del joven Parque Nacional Madidi en 1995 y, a pesar de sus altos y bajos, en más de 20 años de funcionamiento, lo que más se rescata en este emprendimiento es una gobernanza cien por ciento indígena y de propiedad colectiva de toda la comunidad de San José de Uchupiamonas. Todos los otros proyectos turísticos que nacen luego a orillas del río Tuichi, son hijos de Chalalan, fruto del trabajo realizado por personas como el padre de Jhorlan, el profesor Martin Laura, socio fundador de Chalalan y activista ambiental por la conservación de la naturaleza.
Jhorlan frente a la Laguna Chalalan. Foto: Lisa Mirella.
Para Jhorlan, hacerse cargo de la empresa es un reto para sí mismo, pero también busca ejercer el puesto de la mejor manera, por amor a lo que su padre —que falleció en 2019— soñaba: conservar el poco espacio que tienen de la amazonia en Bolivia. Él tiene fe y confianza en el turismo sostenible, lo mira como la única estrategia que puede funcionar para frenar la explotación indiscriminada de los recursos que provee el bosque donde nacieron sus ancestros.
DE GUARDAPARQUE A EMPRENDEDOR DEL TURISMO COMUNITARIO
Wilmar Janco nació en el corazón de la amazonia boliviana a orillas del río Tuichi. Su familia vivía en plena selva trabajando el tejido de la palma de jatata para los techos de las casas antes del boom del turismo, antes de que existiera lo que ahora llaman Parque Nacional Madidi. El Tuichi significa su esencia, su vida y sus raíces, pero también significa su futuro, su modo de ganarse la vida, de preservar su cultura indígena y de construir un futuro para sus hijos. Wilmar viene de Villa Alcira, comunidad indígena de origen Tacana que forma parte del Consejo Indígena del pueblo Tacana (CIPTA), una de las comunidades que comparten el rio.
J. Wilmar Janco Cáceres, Gerente General del emprendimiento turístico Mashaquipe. Foto: Archivo Wilmar.
Trabajó de guardaparque del Madidi por 10 años, metido en todos los rincones del bosque tupido, lo que le permitió conocer mejor el área protegida, pero, sobre todo, entender su importancia para la conservación. Observar otros proyectos ecoturísticos exitosos en la zona lo motivaron a incursionar en la actividad turística, y la posibilidad de también poder crear oportunidades de fuentes de empleo para las familias de las comunidades, todo esto sumado a querer contribuir en la conservación de su territorio indígena guiado por sus conocimientos ancestrales sobre la selva, la fauna, la medicina tradicional.
Hoy, Wilmar es gerente general del emprendimiento turístico Mashaquipe, fusión de dos palabras: Masha, de origen tacana y Quipe, de origen quechua, que unidas significan : “Varias cosas en un solo viaje”. Mashaquipe Eco Tours comenzó sus operaciones en 2009, propiedad de un grupo de familias indígenas tacanas, y nació con el objetivo de ofrecer actividades ecoturísticas y turismo vivencial, además de ser un medio de subsistencia y apoyo a la conservación de los territorios indígenas. El emprendimiento ha logrado construir, con sudor y esfuerzo, cabañas ecológicas con materiales locales en dos zonas clave de la amazonia boliviana, uno, en el Parque Nacional Madidi, a orillas del Taichi, y otro, a orillas del río Yacuma, en el Área Protegida Municipal Pampas del Yacuma, una región crítica para la conservación de sabanas inundables que también forma parte de la cuenca amazónica. El enfoque de sus experiencias ecoturísticas es poder dar la bienvenida a viajeros amantes de la naturaleza y de las culturas locales, que buscan contacto con la rica fauna y flora de la región, reduciendo al mismo tiempo el impacto ambiental.
A dos horas y media subiendo el Tuichi en bote desde Rurrenabaque —una puerta de ingreso al Madidi— se encuentran las nueve cabañas de Mashaquipe Ecolodge, construidas con saberes ancestrales al estilo tradicional amazónico, con pisos de madera y tierra, paredes de palmera y techo de jatata. Uno de los grandes sueños y visiones de Wilmar es que Mashaquipe se convierta en la empresa turística de base comunitaria líder en la región amazónica de Bolivia.
Mashaquipe Ecolodge en el Madidi.
Su extraordinaria riqueza biológica y de ecosistemas del Madidi, alberga 1.830 especies de vertebrados confirmados, 5.535 especies de plantas, 1809 especies y subespecies de mariposas, convirtiéndolo en el refugio de mayor diversidad de vida silvestre confirmado por la ciencia.
A pesar de grandes esfuerzos como los de familias Tacana por conservar el bosque de pie usando el turismo como coraza, para el Gobierno central el turismo se ha convertido en el principal obstáculo para sus grandes proyectos extractivistas en ríos como el Tuichi. Wilmar mira la labor turística como la simbiosis perfecta entre el desarrollo sostenible y la conservación, pero reconoce que el Estado no está interesado en apoyar su crecimiento en la zona, ya que frena sus intereses de ejecutar grandes proyectos como minería que intoxican las aguas, y represas que inundan el bosque.
La constante insistencia del Gobierno central de ahorcar el rio, de arrancar las riberas del bosque con orugas, de comerse a bocados la riqueza natural del Madidi, esa hambre insaciable se ha convertido en el principal reto del turismo. Los ojos de Wilmar son testigos de cómo la minería sobre el Tuichi va ocupando cada vez más espacios y en el proceso, envenenando de manera silenciosa la corriente del río con mercurio, un toxico que ahora corre por las venas de todas las comunidades y animales que toman de sus aguas.
ARTERIAS ENVENENADAS
El veneno del mercurio ya no es secreto para las comunidades de la amazonia boliviana, son ellos mismos los que han sentido los síntomas y buscan gritar al mundo que los están aniquilando con cada sorbo de agua y cada mordida de pescado fresco. Un estudio realizado por encargo de la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAP) con análisis de los cabellos de las personas, revela datos sombríos, 36 comunidades en la cuenca del río Beni y sus afluentes: los ríos Tuichi, Quiquibey, Tequeje y Madre de Dios están siendo envenenadas con mercurio, y un 75% de las personas evaluadas supera el límite de concentración permitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 1.0 partes por millón (ppm) de este veneno, y el resto permanece expuesto a esta contaminación. Un daño irreparable a la salud de las comunidades y a las futuras generaciones que habitan y dependen de estas aguas que ahora están por siempre contaminadas. La CPILAP no se piensa quedar de brazos cruzados y ha tomado medidas en busca de justicia y defensa para los pueblos afectados, el 19 de mayo de 2023 haciendo uso de sus legítimas atribuciones realizaron una asamblea departamental en la TCO del Consejo Regional Tsimane Mosetén (CRTM), emitiendo la Resolución N.º 03/2023, y determinando tomar acciones legales de defensa para denunciar los impactos provocados por la minería aurífera antes las instancias nacionales e internacionales, declarando el daño y vulneración directa a los pueblos indígenas, a la salud, a la alimentación, a un ambiente sano, a la consulta previa libre e informada, al territorio y a la vida.
Río Tuichi confluye con el río Beni. Foto: Karina Segovia.
EL GUARDAPARQUE CON ESPÍRITU DE JAGUAR Y ALMA DE RÍO
Marcos Uzquiano dice que el mercurio también corre por su cuerpo, y que el estudio a pesar de ser un vistazo al daño de algunas comunidades indígenas, queda corto. Asegura que cuando los estudios se hagan también a toda la población urbana de la Amazonia, los resultados arrojarán información reveladora. Lo dice porque todo su sustento desde que nació ha venido del río Tuichi y sus afluentes. Su abuela es de origen tacana, y fue criado en San Buenaventura, un pueblo a orillas del río Beni, justo al frente de Rurrenabaque, una de las entradas del Parque Nacional Madidi. Él y probablemente toda su familia también se encuentran envenenados.
Desde niño, el monte siempre ha sido su fuente de inspiración, lo verde, el paisaje, el crecer en ese entorno lo hizo querer con todas sus fuerzas cuidar y proteger ese espacio de vida, antes de que lo llamaran parque nacional. Para Marcos, la Amazonia es un gran espacio de vida, y los ríos simbolizan esa fuerza, esa energía de la naturaleza y esa conexión con los pueblos, un vínculo que han usado ancestralmente para transportarse, moverse, alimentarse. El río es más que agua, es un camino de encuentros.
La fuerza del río ha llevado a Marcos Uzquiano a bajar sus aguas en balsa, en varias ocasiones, durante su labor de guardaparque y antes, cuando trabajaba en turismo. En 2007 hizo un curso, en Estados Unidos, sobre Áreas Protegidas, y a la vuelta empezó de a poco a llamarle la atención el rafting, animándose a promover la idea. Antes de eso, ya sabía que turistas venían desde Perú hasta La Paz, para luego llegar en auto hasta la zona alta del Tuichi y poder bajarlo en balsa —durante cuatro días— hasta llegar a Rurrenabaque, todo un grupo de aventureros que morían por repetir la ruta que hizo Jossi Ghinsberg y sentir la furia del rio.
Marcos se ha volcado varias veces descendiendo el río, pero eso no le quita las ganas de seguirlo hablando. Escuchar rugir las aguas del río le inspira respeto, es como escuchar al río hablar diciéndote aquí estoy, y de pronto sientes lo pequeño que eres frente al poder y fuerza de la naturaleza. Fue durante su tiempo de guardaparque que tuvo la oportunidad de colaborar con Hayley Stuart, documentalista e instructora de rafting de Estados Unidos, que viajó en varias ocasiones al Madidi para trabajar un programa de intercambio cultural llamado Ríos to Rivers, con una misión muy especial: capacitar a jóvenes indígenas en kayak o rafting en aguas bravas, defensa de ríos y realización de documentales con el fin de proteger sus tierras ancestrales y los afluentes amenazados de la Amazonia boliviana.
Navegando el río Tuichi. Foto: Archivo de Marcos.
Hayley ya estaba al tanto de la amenaza de la represa que el Gobierno tanto insiste en construir sobre el río Beni, y justo buscaba que jóvenes de la zona sean capacitados con rafting y realicen bajadas simbólicas por el rio, como forma de protesta, pero también para mostrar al mundo el potencial ecoturístico de ríos libres. En 2007, el Gobierno de Bolivia declaró el proyecto hidroeléctrico Chepete-El Bala como una prioridad nacional, dos monstruos de concreto, uno en el monumental cruce del cañón El Bala, justo donde termina el río Tuichi e inicia el río Beni, y otra en la angostura del Chepete, a 70 kilómetros de distancia de Rurrenabaque. Ambas mega represas, si llegaran a ser construidas, elevarían el nivel del agua creando dos lagos de embalse, el de Chepete, de 677 km2, y el del Bala, de 94km2. La superficie de ambos embalses crearía un lago enorme, cubriendo un área cinco veces más grande que la mancha urbana de la ciudad de La Paz. Los daños ecológicos no figuran en las fichas ambientales de evaluación del proyecto, y tampoco es de importancia para el Gobierno central que tanto insiste. Pero las comunidades ya saben el daño, a pesar de algunas dirigencias a favor y otras en contra. La Mancomunidad de Comunidades Indígenas de los ríos Beni, Tuichi y Quiquibey, rechazan la iniciativa del Gobierno y asumen la defensa de los territorios ancestrales de las seis naciones indígenas amenazadas por el proyecto: los Mosetén, Esse Ejja, Tsimane, Tacana, Leco, y Uchupiamonas, donde más de 5.000 personas viven y dependen del flujo de estas aguas. La afectación a toda la cuenca amazónica terminaría por interrumpir el ciclo reproductivo de los peces, la biodiversidad acuática, el sustento de vida de las comunidades y desequilibrando todo el ecosistema que dependen de ríos libres.
Angostura de El Bala donde quieren construir un mega embalse. Foto: Karina Segovia.
A Marcos, le da pena que antes de la represa, llegó la minería, un tema que hablaba constantemente con Hayley y que justo el año pasado, cuando ella volvió a hacer la evaluación de su programa, no la dejaron entrar en el Alto Tuichi, por Azariamas, una zona que hoy está contaminada por cooperativas mineras ilegales.
Ser guardaparque y defensor se ha convertido en su identidad. Vestirse de ranger, de pies a cabeza, para meterse en el bosque, a Marcos lo llena de orgullo. Con una voz calmada, pero apasionada, relata sus faenas a todos los que lo visitan, mientras navega por los ríos amazónicos de Bolivia, con botas altas, pantalón kaki, un bolsón al lado de sus piernas, un sombrero, gafas de aviador y binoculares, como quien nació para esto.
Navegando la Laguna Normandía en la Reserva de la Biosfera y Estación Biológica del Beni (EBB). Foto: Lisa Mirella.
Marcos ya no vive en la zona del Madidi, pero conoce el territorio como si fuera una parte de su cuerpo. Trabajó 18 años alrededor del Tuichi. Durante ese tiempo estuvo ocho años como guardaparque del Parque Nacional Madidi, cinco años como Jefe de Protección y cinco como Director Interino; también hizo un mes como director Interino del Área Protegida Pilón Lajas, a la derecha del río Tuichi, seis meses como Jefe de Protección de la misma área y otros seis meses en el TIPNIS sur de la amazonia boliviana. Durante su gestión ejerció de manera feroz y valiente la labor de defensa de su casa grande, a tal punto que, por sus denuncias en redes sociales de la constante invasión ilegal de minería en el Tuichi, fue trasladado a otra área protegida, la Reserva de la Biosfera y Estación Biológica del Beni (EBB), ubicado en la confluencia de tres zonas biogeográficas: la Amazonia, el Chaco y el Cerrado. Otro lugar en el mundo donde Marcos pasa sus días protegiendo todo lo que le rodea.
Desde su nuevo puesto de trabajo, sigue alzando la voz en defensa del Tuichi y del Madidi, se disculpa con sus seguidores, porque últimamente solo publica en sus redes sobre el avance de la minería ilegal, pero sabe que, si no sigue insistiendo, luego será muy tarde. Considera el Tuichi un componente clave para la gestión y conservación del Madidi, al ser uno de los principales cuerpos de agua que nace y termina dentro del parque nacional, y que, además, es hogar de comunidades indígenas, otorgándole un valor cultural incalculable. Mas arriba, en la cuenca alta, reconoce que existen más comunidades que han quedado al olvido de oportunidades, y son ellas, las que corren más riesgo de caer en las garras de la minería. Mira cómo la cooperación internacional siempre trabaja con los indígenas, pero han generado un desbalance, a pesar de que las comunidades indígenas han sido las pioneras en el turismo comunitario, Marcos se cuestiona ¿qué pasa con el resto?, reconoce que más arriba en el Tuichi existen más o menos 29 comunidades campesinas donde el gobierno, en vez de incentivar un desarrollo sostenible, impulsa las creación de cooperativas mineras como trabajo, las cuales no realizan minería artesanal, si no que, cavan con sus orugas las riberas del rio, hambrientos por oro, dejando el agua turbia y vertiendo mercurio que baja invisible y silencioso en la corriente, envenenando en su camino a todos los afluentes de la Amazonia. Marcos tiene la mirada de que el turismo es la mejor propuesta para ayudar a salvar gran parte de lo que queda del Madidi, pero solo si hay una distribución justa de los recursos y oportunidades en el territorio.
Mapa del río Tuichi.
Chalalan, Mashaquipe y la propuesta de rafting se han convertido en parte de la historia de protección del místico río Tuichi, el cual ahora alberga, cuenca abajo, una diversidad de emprendimientos ecoturísticos, como El Berraco del Madidi EcoGlamp, Yuruma Journeys, Santa Rosa Ecolodge, Corazón del Madidi Ecolodge, Caquihuara Ecolodge, Max Adventure Ecolodge, Tacuaral Ecolodge y San Miguel del Bala, sin contar Sadiri Lodge, otro emprendimiento icónico especialista en avistamiento de aves, ubicado en el corazón del bosque húmedo, en el ingreso al Madidi por un camino de tierra. Todos son semillas del Chalalan, y fruto del esfuerzo que las comunidades indígenas han impulsado, a pesar de las adversidades para construir un mundo para las futuras generaciones. Esta amplia gama de emprendimientos trabaja activamente para mejorar la calidad de vida de sus familias, ofrecer una diversidad de servicios responsables con el medio ambiente, y resistir el avance de los enemigos del bosque más biodiverso del mundo.
***
Esta crónica es parte del Especial: La Amazonia invisible y sus guardianes que no se rinden, que llevó a cabo Revista Nómadas, con el apoyo del Amazon Rainforest Journalism Fund en alianza con el Pulitzer Center.
STAFF:
DIRECTOR: Roberto Navia. JEFA DE PRODUCCIÓN: Karina Segovia. FOTOGRAFÍAS: Karina Segovia, Lisa Mirella Corti. PRODUCCIÓN Y POSTPRODUCCIÓN DE SONIDO: Andrés Navia. ILUSTRACIONES E INFOGRAFÍAS: Brocha Silvestre. EDITORA DE REDES SOCIALES: Lisa Mirella Corti. DISEÑO Y DESARROLLO WEB: Richard Osinaga. COLABORACIÓN: Manuel Seoane, Diego Adriázola y Daniel Coimbra.
COPYRIGHT 2023