
A orillas del río Pilcomayo, donde el sábalo se sirve fresco y las lanchas ahora transportan turistas que llegan del interior y exterior del país, Tomás Rivero encarna un cambio radical. Desde su restaurante familiar, Don Tomás, en la zona del puente Ustárez – en la ruta que une Villamontes con Tarija- , este hombre de voz serena y convicción firme ha transformado la herencia pesquera de su padre en un modelo de turismo sostenible.
El Pilcomayo, ese río que lo hace vibrar entre la nostalgia y la preocupación, es hoy el eje de una apuesta colectiva: demostrar que la conservación puede ser más rentable que la explotación. Con paseos en lanchas, pesca deportiva con devolución y un emblemático “sábalo a la mordaza”, Tomás y otros emprendedores están escribiendo un nuevo capítulo para esta región fronteriza, donde el turismo ya no es una quimera, sino una realidad que genera empleo y frena la degradación ambiental.

– ¿Cómo define este lugar donde nos encontramos?
– Esta zona es estratégica porque estamos al lado del majestuoso río Pilcomayo y sobre la ruta que conecta Santa Cruz con Tarija, y viceversa. Tarija tiene mucho turismo, sobre todo por la ruta del vino, y últimamente también está llegando gente del Paraguay y de la Argentina, porque estamos a solo 100 km de la frontera con Argentina y a 120 km de la frontera con Paraguay. Además, el Pilcomayo y sus peces tienen mucha fama. Todo este sector ya es considerado turístico. En Villamontes, tanto el sector público como el privado estamos apostando por el turismo, y después de varios años de trabajo ya se ven resultados.
– ¿Qué representa para usted el río Pilcomayo?
– Cuando usted me menciona el Pilcomayo, me genera una mezcla de emociones. Por un lado, alegría; por otro, tristeza. Desde que era niño hasta hoy, el río ha cambiado mucho. Ha disminuido su caudal, se ha sedimentado bastante. En el tema de la pesca también hay cambios: los peces son cada vez más pequeños. Antes, los surubíes pesaban entre 12 y 18 kilos, y uno de 4 o 5 kilos se consideraba pequeño. Hoy, un surubí de 7 u 8 kilos ya es grande. Con el sábalo pasa lo mismo.
Recuerdo que mi madre cocinaba pescado. De un sábalo sacaba cuatro platos. Después, solo dos. Y ahora, a veces se necesita un sábalo y medio para un solo plato. Lo mismo ocurre al empacar: antes se colocaban 25 sábalos desviscerados por bolsa, ahora entran 70 u 80. Esas son señales claras del deterioro. No sabemos exactamente las causas: contaminación, cambios en el ecosistema… muchas cosas.
– Y en ese contexto, ¿cómo ayuda el turismo a conservar el Pilcomayo?
– Es fundamental. Por ejemplo, mi padre tiene una concesión pesquera que renueva cada año, y nos transmitió un valor muy importante: la conservación. Él no permitía sacar peces solo por pescar. Si lo pescabas, lo vendías o lo comías. Y esa enseñanza la hemos adoptado todos sus hijos.
Por eso también apostamos por el turismo. Con otros emprendedores privados estamos desarrollando rutas y servicios turísticos con conciencia ambiental: limpieza, educación, evitar dejar basura. No es un cambio rápido, pero se está notando. La gente se da cuenta de que el turismo es más sostenible y beneficioso a largo plazo.
En el puesto de pesca de mi padre estamos migrando de una pesca comercial hacia un turismo responsable. Por ejemplo, usamos la misma lancha con la que antes pescábamos para hacer paseos turísticos. Con la leña que trae el río, cocinamos. No hemos alterado la naturaleza, solo la estamos aprovechando de forma distinta.
– ¿También practican pesca deportiva con devolución?
– Sí, exactamente. Cuando llevamos turistas, hacemos paseos enlanchas, pesca deportiva con devolución y, para cerrar, les preparamos un delicioso sábalo a la mordaza, ahí mismo, a orillas del río Pilcomayo.
– Suena maravilloso. Pero también hay preocupación por la deforestación en los márgenes del río. ¿Qué está ocurriendo?
– Sí, eso es muy preocupante. Por ejemplo, este último año se ha impulsado la agricultura en zonas donde antes no había. Han hecho sistemas de riego en toda la margen del Pilcomayo. Además, la actividad petrolera ha removido mucha tierra sin una gestión responsable. Sacan material y lo arrojan a quebradas sin agua, pero cuando llueve, todo ese sedimento baja al río. Eso afecta a las zonas donde están los peces, especialmente el sábalo.
– Varias instituciones están trabajando en una propuesta para proteger las márgenes del río Pilcomayo, ¿qué opina usted?
– Sí, hay una propuesta que nos parece muy importante. Han venido a hacer reuniones con el sindicato de pescadores para impulsar una franja de protección a ambos lados del río. La idea es que esos márgenes se conviertan en un área protegida. Sería algo muy positivo para reducir el sedimento y conservar el ecosistema. Nosotros estamos convencidos de que es el camino correcto, no solo por los peces, sino también por nosotros, que vivimos del turismo.

– ¿Cuántos locales turísticos hay actualmente en esta zona?
– En la zona del Puente Ustárez hay unos seis o siete restaurantes que nos dedicamos exclusivamente a ofrecer pescado en distintas presentaciones. En otra ruta, la que va de Santa Cruz a Yacuiba, hay otro sector con más restaurantes, aunque allí los platos son más variados. Pero lo fuerte del pescado está aquí, en el Puente Ustárez.
– Y todo esto también genera empleo, ¿no?
– Por supuesto. En mi restaurante, por ejemplo, trabajamos en familia: mi esposa, mis hijos, mi nuera, mi yerno y otras personas más. Ya llevamos 14 años con este negocio, y cada año llega más gente. Eso nos anima a seguir creciendo.
– Imagino que al principio no fue fácil…
– No, para nada. Al principio muchos se reían. Me decían: “¿Turismo aquí? ¡Si hay tantos mosquitos!” Pero la gente viene igual, se pone repelente y disfruta. Es parte del contacto con la naturaleza. Hoy, la mayoría en Villamontes ya está convencida de que el turismo es el futuro. Y eso implica cuidar nuestra naturaleza, educar en temas ambientales, manejar bien la basura, ser responsables.
– Señor Tomás, muchísimas gracias por recibirnos en este hermoso lugar. Lo felicitamos por su compromiso con la conservación.
– No, el agradecido soy yo por el interés de Revista Nómadas. Que vengan a preguntar cómo estamos nos hace sentir que vamos por buen camino. No estamos solos; hay gente que nos acompaña y valora lo que hacemos.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).