Quizá sean los ojos más tristes que alguna vez hayan contemplado la vida. Las dos monitas “araña”, rescatadas por guardaparques del Parque Nacional Madidi, parecen aún atrapadas en el hueco de una tragedia. A comienzos de julio, fueron rescatadas de las manos de cazadores que, junto a ellas, tenían los cuerpos inertes de 24 primates más, en el municipio de Ixiamas. Sus miradas, vacías y perdidas, parecen seguir vagando en el infierno de aquella matanza, donde sus padres y hermanos, de la especie Ateles chamek, fueron abatidos a balazos desde las copas de los árboles amazónicos.
“Después de matar a todos los monos, los quemaron para vender su carne. Estas dos monitas se salvaron de milagro; una de ellas, tenía las patitas y la carita quemadas”, relata Nena Baltazar, presidenta y cofundadora de la Comunidad Inti Wara Yassi (CIWY). Ahora, en el santuario Jacj Cuisi, en San Buenaventura (La Paz, Bolivia), estas pequeñas que no superaban los cuatro meses de vida cuando fueron salvadas en julio pasado, luchan por sanar, bajo el cuidado diligente de un equipo que hace lo imposible por devolverles algo de la paz perdida. Fue un guardaparque del Madidi quien encabezó el rescate, trajo la denuncia y trasladó a las pequeñas al santuario donde cada día dan pasitos para la lenta recuperación.
Los cazadores no solo dispararon contra los primates, sino que, en un acto de brutalidad, encendieron las llamas que los redujeron a cadáveres para luego vender su carne. La suerte de estas dos pequeñas parece un milagro. Una de ellas, que aún lleva consigo las marcas del fuego, tiene las manitos quemadas. Ahora, sus delicados miembros están cubiertos por pequeños guantes anaranjados, hechos a medida, que protegen sus heridas mientras intenta, con esfuerzo, moverse por su nuevo hogar. Su mirada está vacía, como si el dolor de sus quemaduras aún la conectara con el horror que vivió.
El santuario Jacj Cuisi se ha convertido en su hogar, donde cada día luchan por sanar tanto física como emocionalmente.
– “Sus ojitos estaban aún más apagados, con quemaduras en su mentón y patitas, deshidratadas y al borde del colapso”, relata Nena Baltazar, presidenta y cofundadora de la Comunidad Inti Wara Yassi (CIWY), bajo cuya protección funciona el santuario Jacj Cuisi, que en lenguas Mosetén y Tacana quiere decir: La tierra de los sueños.
Hoy, las pequeñas están al cuidado de dos mujeres que se han convertido en sus madres sustitutas: Camila Camargo, una joven colombiana, y la francesa Claire Gilant, ambas son veterinarias y parte del equipo humano que opera en el santuario.
– Cuando llegaron, no sabían qué hacer, no entendían por qué no estaban con sus madres, con sus familias, cuenta Camila, mientras sostiene a una de las monitas, la que lleva los guantes anaranjados, con una delicadeza casi maternal.
Claire se ocupa de la otra monita. “Es desgarrador ver sus ojos atrapados en una noche que parece eterna. Reflejan una tristeza que se siente en el aire, como si el peso del mundo estuviera sobre sus pequeños cuerpos”, comenta Claire con voz entrecortada. Ambas mujeres — Camila Camargo y Claire Gilant, han asumido el rol de proteger y curar a estas dos criaturas, y su compromiso va más allá del deber; es un objetivo de que estas pequeñas almas no volverán a sufrir.
La vida en Jacj Cuisi es un canto a la esperanza. En cada caricia, en cada biberón que Camila y Claire preparan, hay un intento de reconstruir lo que el fuego destruyó. Las monitas, a pesar de su fragilidad, han comenzado a mostrar señales de recuperación. La que lleva guantes aún se mueve con mucho cuidado, como si tuviera miedo de enfrentarse al mundo, pero ya se anima a moverse más.
– Está aprendiendo a explorar, aunque con mucha cautela, dice Claire. La otra pequeña, ha empezado a trepar con más seguridad dentro de la casita que le han armado donde hay algunas ramitas de árboles para que practique sus movimientos.
Pero ambas aún llevan el trauma en sus miradas, una sombra que las sigue incluso en los momentos de juego. Las noches son lo más difícil. Las monitas parecen buscar en la oscuridad el calor que solo las madres pueden ofrecer. Camila y Claire las arropan con mantas, cubriéndolas con un amor que, aunque no puede reemplazar el que perdieron, intenta llenar el vacío que parece enorme.
Camila Camargo y Claire Gilant, sus cuidadoras, se han convertido en sus madres sustitutas, brindándoles el cuidado y amor que perdieron.
Las quemaduras que sufrieron las monitas no solo son físicas, también llevan el peso de un trauma emocional que las acompañará por mucho tiempo.
– “Llegaron en estado de shock, estaban tan asustadas que temblaban todo el tiempo”, comenta Camila, mientras revisa los guantes de la monita más afectada.
El proceso de curación ha sido lento y delicado. Todos los días, las cuidadoras revisan las heridas, las limpian y vuelven a vendarlas. Pero más allá de las curaciones físicas, el desafío más grande es ayudarlas a superar el miedo.
– A veces experimentan sobresaltos, como si revivieran lo que les pasó, confiesa Claire, que también habla como si un nudo estuviera atrapado en su garganta.
– Lo que queremos es que algún día, cuando estén listas, puedan volver a la selva, a vivir libres, como debieron haberlo hecho desde el principio, dice, aunque existe el temor de que eso quizá nunca se posible.
En este rincón de la Amazonía, donde los sonidos de la selva parecen envolverlo todo, el santuario Jacj Cuisi se ha convertido una esperanza para la fauna silvestre que en gran parte de Bolivia está siendo sometida por los incendios forestales que ya superan los siete millones de hectáreas quemadas.
Y hasta más.
Un incendio sin precedentes.
Nena Baltazar, junto a su equipo, lucha todos los días contra las consecuencias devastadoras de la caza ilegal y el tráfico de animales.
– Lo que les pasó a estas monitas es solo un reflejo de lo que está ocurriendo en todo el país. Los incendios, la deforestación, los cazadores… estamos perdiendo nuestra fauna a un ritmo alarmante, advierte Nena. Para ella, cada rescate es una victoria, pero también un recordatorio de la enorme lucha que enfrentan para proteger a estos animales. “Lo que hicieron con estos monos es atroz. Y no solo son los que matan, también tienen culpa quienes compran, quienes consumen la carne de animales silvestres. Es un ciclo de violencia que tenemos que detener”.
Nena Baltazar quiere que Bolivia sepa que en el santuario de animales que ella dirige también tienen necesidades y que los recursos económicos escasean. Por ejemplo —cuenta— las monitas toman todos los días leche NAN y un tarro les dura pocos días. Por eso, dice que quienes quieran ayudar pueden llamar al teléfono 71785619.
A medida que las monitas se recuperan, Camila y Claire sueñan con el día en que puedan soltarlas en su hábitat natural. Pero también saben que ese día no llegará pronto.
El fuego no solo dejó cicatrices en sus cuerpos, sino un trauma profundo que las acompañará mientras aprenden a confiar nuevamente en el mundo.
– Aún falta mucho. Ellas necesitan volver a confiar en el mundo, y eso no es fácil después de lo que han vivido, dice Camila, acariciando suavemente la cabecita de una de las pequeñas.
Claire asiente en silencio, sabiendo que su tarea es tan emocional como física. “Aquí estamos para ellas, para darles lo que les quitaron. Pero nunca podrán olvidar lo que pasó, y nosotros tampoco”.
El trabajo en Jacj Cuisi continúa cada día con la dedicación para que estas dos monitas puedan recuperarse. Mientras tanto, el santuario seguirá siendo su hogar, un lugar donde el dolor y la esperanza se unen en una lucha constante por la vida.
En las manos de Camila y Claire, esas dos pequeñas vidas están a salvo, al menos por ahora.
***
Sobre el autor
-
Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).