Alba Gareca empezó a galopar los caballos cuando aún estaba en el vientre de su madre, en las entrañas del chaco tarijeño. Después, desde que descubrió la bicicleta a la edad temprana de su vida, no se ha separado de ella porque los pedales son como sus pies: no se mueve sin ellos y con ellos descubre el mundo y ahora dirige una empresa ecológica a la que le ha puesto el nombre de Montonera. Montar, para Alba Gareca, es tan necesario como proteger los bosques y los ríos, tan valioso como tomar bocanadas de aire fresco que alimenta el alma y su corazón.
Montonera —explica Alba— es un emprendimiento con el que va conectando la bicicleta con los tejidos artesanales y las historias de comunidades donde manos laboriosas defienden la vida.
“Los tejidos bolivianos relatan historias. Cuando diseñamos un producto recorremos los territorios y reconectamos con sus orígenes para fortalecer el vínculo humano y los consumidores finales”.
Alba está en el interior de su tienda, en una calle céntrica de Tarija. Afuera, su bicicleta aguarda silenciosa, estacionada en un parqueo que ella ha instalado para incentivar el uso de este vehículo sin motor y sin remordimientos de contaminación.
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