
En el Chaco tarijeño, donde el mistol florece y las abejas trabajan en armonía con el monte nativo, se produce una miel que conquistó al mundo. Guido Saldías, médico veterinario y apicultor, ha dedicado dos décadas a perfeccionar un producto que no solo destaca por su calidad, sino por ser un emblema de la resistencia de un ecosistema en peligro.
Su emprendimiento familiar, Colmenares del Monte, obtuvo el primer lugar en un prestigioso concurso internacional, poniendo en el mapa a Bolivia como productor de miel de excelencia. Pero detrás de este logro hay una lucha constante: la defensa del monte chaqueño frente al avance de los agroquímicos y la deforestación. En esta entrevista, Saldías comparte su visión sobre cómo la apicultura puede ser un puente entre la producción sostenible y la conservación.

– Muchas felicidades por el premio internacional que ganó el 2023.
– Muchas gracias, Sí, es un premio mundial otorgado en el Congreso Mundial de Apicultura, realizado en septiembre de 2023 en Chile. Participaron casi 200 muestras, evaluadas por 60 catadores y tres laboratorios de Chile, Argentina y Bélgica. Que nuestra miel haya obtenido el primer lugar no es casualidad: llevamos 20 años trabajando en apicultura.
– ¿Qué significa este reconocimiento para usted y para Bolivia?
– Es un logro con muchas aristas. Por un lado, como emprendimiento familiar, nos llena de orgullo porque no fue producto de un golpe de suerte. Ha sido un proceso largo, con altibajos, junto a mi esposa, mis hijos y los técnicos que nos acompañan. La actividad apícola en el Chaco es muy compleja por el clima extremo, las sequías, la logística. Pero hemos sido persistentes.
La miel premiada es monofloral de mistol, producida en una zona donde aún queda monte nativo, a unos 5 kilómetros del río Pilcomayo. Lo que se ha reconocido es su calidad, que es fruto del ecosistema chaqueño y de un trabajo planificado y resiliente.
– ¿Cómo ha sido el proceso de migración de las colmenas?
– Comenzamos cerca de Yacuiba, pero debido al avance de la frontera agrícola, en 2010-2011 empezamos a movernos hacia zonas más cercanas al río, donde todavía hay monte. Hoy nuestras colmenas están a unos 130 km de Yacuiba, en la comunidad del Pelícano. Lo hicimos buscando protegerlas de los agroquímicos y mantener la calidad de la miel.
– ¿Qué características tiene esta miel de mistol que la hacen especial?
– La floración del mistol en esta zona del Chaco boliviano puede durar entre dos y tres meses, mucho más que en otras regiones. Eso permite una producción mayor y más concentrada. Además, al estar lejos de las zonas agrícolas, nuestras abejas están menos expuestas a contaminantes.
– ¿Cuánta miel se produce en la región chaqueña?
– Entre Yacuiba, Villamontes y Caraparí, se estima una producción anual que varía según el clima. Villamontes tiene registradas unas 11.500 colmenas; Yacuiba, 2.800; y Caraparí, unas 2.000. En total, unas 420 personas están registradas como apicultores en la Federación Regional del Gran Chaco, y hay unos 80 más que trabajan de forma independiente.
– ¿Cuál es el rendimiento promedio por colmena?
– Más de 50 kilos por colmena en muchas zonas. Esto se debe en gran parte a las condiciones del ecosistema ribereño del Pilcomayo. Por eso es tan importante proteger los márgenes del río.

– ¿Qué amenazas enfrentan ustedes como apicultores y el ecosistema?
– El avance de la agricultura intensiva, el uso de agroquímicos, la deforestación. Por ejemplo, en 2017, las colonias agrícolas estaban a 35 km; hoy ya están a 25. Esa expansión está afectando la biodiversidad y el equilibrio climático. En zonas frágiles como estas, la agricultura intensiva solo es viable unos pocos años antes de que el suelo se degrade.
– ¿Qué se está haciendo para proteger la zona?
– Desde la Fundación Nativa estamos trabajando en la propuesta de un corredor ecológico del Pilcomayo. Es un esfuerzo para visibilizar la importancia de este río, su vegetación y las prácticas culturales vinculadas. El objetivo es establecer normativas que limiten la deforestación y el uso de químicos, y promover prácticas productivas que estén en equilibrio con el ambiente.
– ¿Cuál es el papel de las abejas en la conservación del ecosistema?
– Es clave. Estamos comenzando a medir cómo la presencia de abejas influye en la producción de frutos de especies nativas como el algarrobo, el roble y otros. Donde hay más abejas, hay más frutos. Y esos frutos alimentan a animales domésticos, fauna silvestre y también a las familias que viven allí. Es un efecto multiplicador de la biodiversidad.
– ¿Qué se necesita para que este modelo se sostenga y crezca?
– Conciencia, organización y apoyo. Necesitamos preservar el monte chaqueño no solo por la miel, sino por todo lo que sostiene: alimento, economía, cultura, clima. Nuestro éxito con la miel de mistol demuestra que producir conservando es posible, y que el Chaco tiene mucho por ofrecer si lo cuidamos.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).