
El alcalde de Roboré, José Díaz Ruiz, está de acuerdo con la construcción de la carretera a través del Ñembi Guasu, asegurando que, con las debidas regulaciones, traerá desarrollo económico, mejor acceso para controlar incendios, mayor turismo y conexión con otros países. Afirma que él y su familia cuentan, en la zona, con seis propiedades que suman 20.000 hectáreas que cumplen una función económica y social. A pesar de afirmaciones probadas por expertos y estudiosos, niega la existencia de indígenas en aislamiento voluntario.
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El nuevo Gobierno debe realizar una auditoría ambiental y agraria total, independiente y urgente, para depurar la legalidad de títulos, revertir propiedades fraudulentas y frenar la deforestación, o su discurso de cambio será solo un socapamiento del modelo de saqueo territorial heredado.

En los últimos cuatro años, 181 hectáreas del espejo de agua han desaparecido de la represa de San Ignacio de Velasco. Los afluentes de la cuenca también se han secado mientras la tala destruye los bosques para expandir la frontera agrícola y ganadera.

El valle tiene una extensión de 262.000 hectáreas y a pesar de que la deforestación ya se ha metido dentro del área protegida, es capaz de depurar los tóxicos que producen en las urbes.

Esta es una entrevista para conocer la majestuosidad del Bosque Seco Chiquitano, para llorar agarrado de la esperanza, para amar este pedazo de planeta y para sumar voces y fuerzas en una defensa que no espera muchos mañanas.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), reunida en el Congreso Mundial de Marsella, ha emitido una resolución para pedir a los gobiernos del mundo —entre ellos al de Bolivia— priorizar la protección de los Bosques Secos Tropicales de Sudamérica, entre los que se encuentra el Bosque Seco Chiquitano, golpeado por la deforestación, los avasallamientos, los incendios, la contaminación minera, los hornos productores de leña y la pérdida de biodiversidad.

La sabiduría de uno de los pueblos indígenas más olvidados del mundo, recuerda que con cada árbol caído no solo sufren los bosques. Sus pocos habitantes viven en paz pero con temor a los incendios.

Once comunidades indígenas Chiquitanas se han quedado sin su principal fuente de alimentos. La sequía está tragando su laguna y la pesca ha desaparecido.

Porvenir es una comunidad que ha sido resucitada por una palmera espigada que mide hasta 25 metros de alto a la que se conoce como asaí. Su nombre científico es Euterpe precatoria, pero en las tierras del Bajo Paraguá se la conoce como el milagro que ha devuelto la vida a la comunidad indígena Chiquitana y Guarasugwé.

El último refugio de la vida graficada en siete ilustraciones.

No hay nada oculto bajo el sol del Bajo Paraguá: cuerpos de árboles tumbados, apilados como un estorbo, listos para que el fuego los consuma; brechas abiertas como heridas en el lomo de un animal y un mar verde que todavía queda.

Viaje virtual por la realidad de postal y el funeral de los árboles.
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