
En Villamontes, tierra chaqueña donde el río Pilcomayo aún conversa con los pueblos originarios, la cultura weenhayek enfrenta una amenaza silenciosa pero implacable. Marcelo Villafuerte Mitre, artesano y defensor de su herencia cultural, denuncia que la venta de tierras a colonias menonitas está poniendo en riesgo la vegetación nativa que sostiene su arte ancestral.
La palma, insumo esencial para las artesanías weenhayek, crece en propiedades privadas que ahora están cambiando de manos. Con preocupación, Villafuerte observa cómo los nuevos propietarios, conocidos por sus prácticas agrícolas extensivas, están arrasando con el bosque chaqueño. En esta conversación, el artesano expone el vínculo profundo entre su pueblo, el monte y la urgencia de conservarlo.

– Marcelo, muchas gracias por recibirnos en su casa.
– Bueno, primero que nada, bienvenidos, gracias por la visita. Soy artesano, parte de la cultura weenhayek, y vivimos aquí en Villamontes. En mis tiempos libres me dedico a la artesanía, además de trabajar en la pesca, que también es una actividad fundamental para nosotros.
Cuéntenos sobre el problema que están enfrentando para conseguir la materia prima para las artesanías.
– Uno de los problemas que siempre hemos tenido como pueblo es conseguir la materia prima, que en nuestro caso es la hoja de palma. Nosotros la extraemos de un terreno que está dentro de una propiedad privada, un puesto ganadero. Para ingresar siempre ha sido necesario pedir permiso. Antes, el dueño era un señor muy conocido por nosotros y solía darnos acceso sin problemas. Pero hace ya unos dos o tres años, su situación de salud se complicó y ahora se dice que la propiedad será vendida. Al parecer, los posibles compradores son menonitas que viven por esta zona.
– ¿Y por qué les preocupa eso?
– Porque sabemos que cuando los menonitas compran tierras, deforestan todo, arrasan con la naturaleza, y eso es lo que nos preocupa. Si esa propiedad cae en sus manos, se destruirá gran parte de la vegetación, especialmente las palmas de las que extraemos nuestras hojas. Aunque hay otras regiones donde crecen palmas, no son del mismo tipo que utilizamos para nuestras artesanías. Es una situación muy preocupante para nosotros.
– ¿Cómo se llamaba el ganadero dueño de esa propiedad?
– La verdad no tengo el dato exacto. Está camino a La Vertiente. Pero como decía, ya no es él quien atiende, ahora son sus hijos, y no tienen la misma disposición. Se comenta que ya vendieron o están por vender a los menonitas.
– ¿Usted ha buscado alguna alternativa?
– Sí. Yo incluso propuse a las autoridades, tanto del municipio como de la gobernación, que se me apoye con un pequeño proyecto en unas 15 hectáreas de terreno que tengo. La idea era reforestar con estas palmas, para que no tengamos que depender de propiedades privadas. Pero hasta ahora no he recibido ninguna respuesta, aunque dijeron que lo iban a considerar.

– ¿Cuántas familias viven de la artesanía?
– En cada casa de familias weenhayek hay al menos uno o dos artesanos, a veces más. Solo en Villamontes hay unas 300 familias. Y si sumamos a toda la comunidad weenhayek que vive a lo largo del río Pilcomayo, hasta la frontera con Argentina, podríamos hablar de unas 10.000 personas. El 95% de nosotros se dedica a la artesanía.
– Se está tramitando la creación de un área protegida para conservar los márgenes del bosque del río Pilcomayo. ¿Qué opina al respecto?
– Me parece una excelente iniciativa. Es el momento justo para hacer algo así. Tal vez debió hacerse antes, pero nunca es tarde para proteger lo que queda. Si no frenamos la deforestación, no quedará nada. Y eso nos afecta a todos. Aquí nos enorgullecemos de tener una de las mieles más valoradas del país, pero si destruimos los bosques, ¿de qué miel vamos a hablar después? Esto debería preocupar también a los compañeros apicultores.
– ¿Qué mensaje les daría a los ganaderos que aman Villamontes y el Chaco?
– Yo les rogaría que no vendan sus tierras a los menonitas. Entiendo que algunas familias atraviesan situaciones difíciles, pero venderles a ellos es entregar nuestras tierras a quienes vienen a destruir. Tal vez ayudan a mover la economía, pero lo hacen a costa del monte, del ecosistema. Y eso no es justo.
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Sobre el autor
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Roberto Navia
Desde hace más de dos décadas transita por el mundo para intentar elevar a los anónimos del planeta al foco de lo visible. Sus crónicas emblemáticas: Tribus de la inquisición y Los Colmillos de la Mafia le han permitido ganar dos veces el Premio Rey de España (2014 y 2017); Esclavos Made in Bolivia, el premio Ortega y Gasset (2007); el documental Tribus de la Inquisición, la nominación a los Premios Goya (2018), Flechas contra el Asfalto y Los Piratas de la Madera desangran el Amboró, dos veces ganadores del Premio de Conservación Internacional, entre otros galardones nacionales e internacionales. Es docente universitario de postgrado, la cabeza de la Secretaría de Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz, miembro del Tribunal de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa de Bolivia y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).